AA. VV. - El primer asesinato de Franco

Los comunistas preparan la revolución armados por la URSS

El malogrado golpe de abril contó con una cierta preparación de guerra sicológica. El diario que suponemos Franco seguía atentamente en su Comandancia Militar, la Gaceta de Tenerife, publicó el 17 de abril de 1936 una alucinante noticia. El tema fue objeto de sesudas discusiones en Londres, en el seno del MI6. Su Sección Política concluyó, con toda razón, que tales informaciones eran de escaso valor (a decir verdad, eran falsas en su totalidad). La noticia llegó a través de un agente basado en Marruecos y que comunicaba con Londres vía Gibraltar. Bolín, en sus memorias, inmortalizó el episodio de la supuesta arribada de armas soviéticas. Sin fijar fecha exacta y a renglón seguido de sus exageraciones sobre las «bien armadas» milicias socialistas que habrían desfilado el 1 de mayo por la Castellana madrileña. Afirmó que «llevaban pistolas, fusiles y escopetas, muchas de ellas propiedad de ciudadanos respetuosos de la ley y el orden pero que habían sido despojados de las mismas y de su derecho a tener armas por orden del Frente Popular». De notar es que tales milicias representaban, siempre según el falaz periodista (p. 151), unidades de combate, con un total de 150 000 efectivos, grupos de resistencia con otros 100 000 y sindicatos que podían allegar 200 000 miembros o más. Esta basura se escribió en Gran Bretaña y en España en 1967.

El MI6 informó, eso sí, al Deuxième Bureau del suministro de fondos por parte de la Komintern al PCE, de la que los británicos tenían pruebas fidedignas, ya que interceptaban las comunicaciones por radio de Moscú a los comunistas españoles. La argumentación que acompañaba la transmisión a los franceses fue muy significativa: «El establecimiento de un régimen soviético en la península Ibérica es algo que difícilmente cabe contemplar con tranquilidad tanto por razones militares, políticas o económicas».

No conocemos, sin duda por ignorancia culpable, que ningún historiador de derechas haya enfatizado este tipo de episodios. El estudio crítico de las informaciones de la prensa derechista en la primavera de 1936 es un capítulo que aún no se ha escrito con el sarcasmo que merece. También está por ver al historiador de derechas que haya profundizado en los vínculos de los conspiradores españoles con los fascistas italianos y haya sacado a relucir documentos no conocidos.

En la noticia que reproducimos no creemos que sea necesario comentar la absoluta absurdidad de los planteamientos políticos subyacentes. Remitimos a los pioneros trabajos de Herbert R. Southworth para la información contextual imprescindible.

«La mercancía que dejó en España el vapor soviético Jerek», según Le Matin

Pistolas ametralladoras y planes que se proponen desarrollar en ciudades españolas y en la nación portuguesa

Madrid.— Bajo el título «Moscú arma a España para la revolución» publica Le Matin la siguiente referencia

Hace varios días llegaba a Algeciras el vapor soviético «Jerek». Su estancia fue de corta duración, y luego más tarde se supo con sorpresa que había zarpado. ¿Qué se ocultaba bajo esa salida misteriosa y precipitada? Según nuestras informaciones el «Jerek» desembarcó clandestinamente, durante la noche, dieciseís cajas de armas que contenían principalmente ametralladoras, cuyo modelo es ya conocido por la Policía española, la cual sufrió sus efectos en recientes disturbios.

Este armamento está destinado, sobre todo, a los cuadros de pistoleros del partido comunista español. El resto será repartido entre las células de Granada, Almería, Valencia y Ceuta.

Cuarenta y ocho habían pasado de la escala de Algeciras cuando apareció en el puerto de Sevilla, por cierto remolcado por un vaporcillo. Se trataba también del «Jerek», que so pretexto de averías entró de recalada. El vapor soviético desembarcó igual que en Algeciras y por la noche 32 cajas de armas.

Los enviados de Moscú han remitido el material, los fondos y las instrucciones a un agitador conocido: Francisco Galán, con destino a un próximo levantamiento que, con el apoyo de la Confederación Nacional del Trabajo, la Unión General de Trabajadores, la Federación Anarquista Ibérica y los elementos separatistas vascos y catalanes, se preparan para aniquilar definitivamente el Poder central y declarar la unión de las repúblicas ibéricas independientes.

Parte de las armas eran distribuidas entre los refugiados portugueses con objeto de promover desórdenes en su país y el resto entre las células de Cádiz, Sevilla, Badajoz, Córdoba, Cáceres y Jaén. Los partidos separatistas de Galicia, el País Vasco y Cataluña se unirán con la región minera de Asturias para el próximo choque, que se extenderá desde el Sur al Norte.

La consigna consiste en no provocar revoluciones parciales. Se actuará poco a poco, a fin de llegar a un levantamiento general.

Franco visto por un carlista en la inmediata postguerra

Franco ha sido, sin duda, la figura más mitologizada —y también denigrada— de la historia contemporánea de España. De entre los hombres que participaron en la conspiración, el único que se atrevió a dejar una semblanza suya sin las habituales contemplaciones fue, después de su fallecimiento, el monárquico y posterior disidente Pedro Sainz Rodríguez. Algunos de los rasgos que él apuntó figuran en el texto del presente libro. Hay esbozos en otras obras de memorias, como por ejemplo las de Serrano Suñer, pero el retrato que aquí descubrimos no lo hemos visto publicado. Esto no significa que no lo haya sido, pero no lo conocíamos. Se trata de una descripción que contiene errores fácticos importantes, lo que indica que su autor no estaba al corriente del manejo que Franco hizo de los preparativos para su sublevación. Sin embargo, también contiene aciertos. El documento se encuentra entre los papeles del dirigente carlista Manuel Fal Conde, quizá para que lo revisara, ya que no nos parece posible que fuese él su autor. Que se trate de un borrador, dadas la mecanografía rudimentaria y la presencia de errores de ortografía en un escrito escasamente pulido, no es descartable.

El uso en mayúsculas de la abreviatura de respeto SOR, por Señor, nos lleva a conjeturar si el autor tal vez pensó en dirigirlo a don Francisco Javier de Borbón-Parma y Braganza, a la sazón regente de la dinastía carlista (entre 1936 y 1952) y posterior aspirante al trono de España con el nombre de Javier I. Esta circunstancia, que exponemos a título meramente especulativo, permitiría conjeturar sobre si el autor no habría sido algún carlista de cierta alcurnia.

La fecha de la semblanza puede situarse en los primeros años del decenio de los cuarenta, es decir, poco después de terminada la guerra. Fal Conde había regresado de su exilio lisboeta en agosto de 1937 y solicitado a Franco tres meses más tarde que lo relevase como miembro del Consejo de FET y de las JONS. Como afirma uno de los más recientes historiadores del carlismo, su correspondencia con Franco y Raimundo Fernández Cuesta «entre noviembre de 1937 y marzo de 1938, cuando se comunicó definitivamente al político sevillano la firma de su cese como consejero nacional, permite comprender la pugna que tuvo lugar en las altas esferas entre el nuevo poder y una dirección carlista que no estaba dispuesta a dejarse “unificar” por las buenas». Franco se mostró profundamente herido: «Soy yo el que con responsabilidad ante Dios y la Historia señala a cada uno el puesto que debe ocupar».

En particular, llamamos la atención sobre los errores relativos a la contribución de Franco de la sublevación militar, que ha sido el objeto fundamental del presente libro. Como es lógico, tratándose de una crítica desde el lado de los vencedores, no hay la menor referencia a la salvaje represión que se abatió sobre los vencidos.