Entrevistas
p ara la historia
Julio Scherer García
Editor responsable: Rafael Rodríguez Castañeda
Coordinación editorial : Alejandro Pérez Utrera
Portada y coordinación de diseño : Alejandro Valdés Kuri
Diseño y formación : Fernando Cisneros Larios
Primera edición: 2015
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ISBN: 978-607-7876-16-8
Impreso en México / Printed in Mexico
Prólogo
C omo pocas, una escena refleja en acción a Julio Scherer García entrevistador. Describe el periodista su encuentro con Bibi Anderson, la actriz sueca protagonista de películas centrales del cineasta Ingmar Bergman:
“La entrevista se desarrolla en un restaurante a la vuelta del teatro Dramaten, donde Bibi Anderson representa a Shakespeare. Viste pantalón blanco y una blusa con toscos bordados cosidos a mano. Su ostentación es un anillo insignificante en el anular de la mano derecha.
“La primera pregunta es acerca de Bergman.
“‘Detesto hablar de Bergman.’
“La segunda pregunta es acerca de Bergman.
“‘Detesto hablar de Bergman’.
“La tercera pregunta:
“–La vida de relación es un punto de coincidencia y un reparto de fuerza o no hay relación posible. ¿Qué es usted en manos de Bergman y qué es Bergman en las manos de usted?
“‘Nuestra relación se basa en el amor y en un desafío recíproco. Él conoce mis aciertos y mis errores a fondo, y yo sé a fondo, también, de sus exaltaciones y sus caídas. No hay ventajas para nadie. Cuanto estamos juntos, uno y otro sentimos la necesidad de la cautela’.”
A partir de ese punto la entrevista giró en torno del personaje del que Bibi Anderson había dicho que detestaba hablar.
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E n voz de Julio Scherer, las preguntas eran bisturí y taladro. Convocaban y provocaban; al final, convencían. En la segunda de las dos largas entrevistas con Fidel Castro (1959, 1984), ambas incluidas en este volumen, cuenta el fundador de Proceso :
“…La conversación era dispersa, pero poco a poco tomaba un rumbo
“–Mira –me dijo de pronto–, yo soy un tipo al que le gusta el desafío. Pero no es fácil dar entrevistas, porque el interrogado se ve en la necesidad de hablar de lo que quiere y muchas veces de lo que no quiere e incluso de lo que no le conviene hablar. Es la contradicción que existe entre el periodista y el político. El político tiene sus momentos y para el periodista todos los momentos son oportunos.”
Dispuesto a hablar de todo, esa noche en La Habana, el comandante lo hizo tras advertir a Scherer:
“–Soy tu prisionero.”
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J ulio Scherer García quería saber, siempre quería saber. Y si ya sabía, quería saber más. La plática menos formal la convertía en una suerte de entrevista. No lo agotaba preguntar, ahondar, precisar, indagar, molestar, si era necesario.
Como entrevistador transgredía los límites. A través de sus preguntas, de su mirada que escudriñaba, pretendía asomarse a lo más recóndito de sus interlocutores. Lo mismo hizo con aquellos con quienes eventualmente podía haberse identificado como con quienes lo veían como enemigo.
Decía Julio Scherer que las palabas son dardos y hay que cuidar su uso porque en ocasiones se convierten en dardos envenenados. Las palabras que conformaban sus preguntas eran efectivamente dardos y, en ciertos momentos, contenían el veneno que atrapaba y doblegaba a sus entrevistados, que podían ser, por igual, protagonistas, antagonistas o rivales en un round de esgrima.
El resultado, cualquiera que fuese el caso, era profundamente periodístico, siempre revelador.
Este volumen, que recoge entrevistas a personajes de relevancia histórica hechas a lo largo de 50 años, empieza con una descripción de tiempo y circunstancia que el entonces reportero de Excélsior hizo como contexto de la entrevista al líder de la Revolución Cubana recién llegado al poder en julio de 1959:
“Una hora 20 minutos habló Fidel Castro Ruz. No fue desde una tribuna ni ante los aparatos de televisión, cegado por reflectores de gran potencia. Se encontraba junto a este reportero. Dos de sus ayudantes habíanse alejado a prudente distancia. Y sólo se escuchaba la voz del líder del Movimiento 26 de Julio: voz cálida, cambiante, emotiva, acompañada siempre de gestos y ademanes, generalmente bruscos. Castro Ruz, temperamento extrovertido, nervioso, desbordado, no podía permanecer quieto un segundo. Ya se quitaba la verde gorra de campaña para rascarse la cabeza casi con desesperación; ya se pasaba la mano por la barba crecida de muchos días; ya perdía el puro para buscarlo sin demora como chiquillo: con una rodilla en tierra y la nariz a la altura del tapete…”
Y culmina con otra descripción, terminado su encuentro con el capo del narcotráfico Ismael El Mayo Zambada:
“La conversación llega a su fin. Zambada, de pie, camina bajo la plenitud del sol y nuevamente me sorprende:
“‘–¿Nos tomamos una foto?’
“Sentí un calor interno, absolutamente explicable. La foto probaba la veracidad del encuentro con el capo.
“Zambada llamó a uno de sus guardaespaldas y le pidió un sombrero. Se lo puso, blanco, finísimo.
“–‘¿Cómo ve?’
“–El sombrero es tan llamativo que le resta personalidad.
“–‘¿Entonces con la gorra?’
“–Me parece.
“El guardaespaldas apuntó con la cámara y disparó.”
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E ste volumen contiene entrevistas hechas por Julio Scherer entre 1959 y 2010, y publicadas en el Excélsior de sus tiempos y en Proceso .
De Fidel Castro al Mayo Zambada, de Pablo Neruda a la Reina del Pacífico, de Konrad Adenauer al Subcomandante Marcos, de Eduardo Frei a Sergio Ramírez, de Edward Kennedy a Tomás Borge, de Octavio Paz a François Duvalier, de Bibi Anderson a Pedro Arrupe, de Olof Palme a Salvador Allende, de Pinochet a Chou En-lai, de Willy Brandt a André Malraux…
Son casi todas entrevistas largas, densas, nutridas de información, de conceptos, de reflexiones, con personajes que han dejado huella. En su momento, ellos estaban haciendo historia. Ahora son, los diálogos con Julio Scherer, textos que hay que leer para conocer la historia.
En ellas se puede advertir algo en lo que Scherer se empecinó: la evolución tanto de sus técnicas de interrogatorio como de la redacción de sus textos.
El periodista fue afinando su estilo, afilándolo diríase mejor, hasta convertirlo en un estilete punzante.
Alguna vez, Gabriel García Márquez le dijo a Scherer que era muy fácil escribir como él.
–Tú no tienes problema, Julio. Todos tus entrevistados y los personajes de tus reportajes hablan como tú.
Lo importante, respondía Scherer, es que nadie lo podía acusar de no reflejar con exactitud el espíritu y el contenido de las respuestas que los entrevistados daban a sus preguntas.
Entrevistas para la historia es un libro para leer con pausas. Cada entrevista, cada personaje, tienen ritmo propio, cadencia propia, significado propio, entonación propia. Hay un hilo conductor que el lector encontrará y disfrutará: el del periodista, consciente de su oficio, que sabe que sabiendo más y difundiendo lo que sabe, lo que averigua, lo que revela, obliga al mundo a tener más conciencia de sí mismo, de su grandeza y de su miseria. Más de esto último, por cierto.