19 de agosto de 2008. La esposa de Julio Iglesias, Miranda, y sus hijos, en un concierto de la gira mundial para conmemorar el 40 aniversario de su carrera, en la Plaza de toros de Cádiz. © Getty / Cristina Quicler.
8 de julio de 2007. Julio Iglesias recibiendo uno de los muchos premios cosechados a lo largo de su carrera. © Getty / Venturelli.
Óscar García Blesa (Barcelona, España, 1971) es un experto musical con más de veinte años de experiencia en compañías multinacionales en España. Director de RCA (SONY) y Director de Marketing en WARNER Music, en los últimos años se ha concentrado en el sector digital, lanzando en España el servicio de música en streaming Napster. Durante algunos años formó parte de un grupo de rock. En 1993 creó su propio fanzine, ha presentado un programa de radio pirata y ha escrito en varias revistas musicales.
Profesor de Music Business, enseña marketing orientado al negocio de la música. Es el autor de los libros La Cara B De La Música (2012) y Placeres Culpables (2015). Guionista y conferenciante, escribe artículos para EfeEme y Cuadernos, dos de las principales revistas musicales en España. Colabora en el programa de radio y televisión MorninGlory en Mediaset. Ha trabajado con Alejandro Sanz, Miguel Bosé, Madonna, Foo Fighters, Alicia Keys, Christina Aguilera, The Strokes, Santana, Green Day, Eric Clapton, Los Planetas o Pereza, entre muchos otros. En la actualidad comparte sus tareas de docente y escritor con la de consultor estratégico para la industria musical. Su twitter es @oscargblesa
Para Óscar y Lola.
No dejéis que nadie os diga nunca que no podéis hacer algo.
Agradecimientos del autor
Quiero dar las gracias a todo el equipo de Aguilar y Penguin Random House, y en especial a Gonzalo Albert, mi editor, por su incondicional apoyo en la elaboración de este libro. Sus sabios consejos han sido mi faro para llegar hasta la arena de la playa. Doy las gracias a mis amigos, a mis dos Panteras, a la Venencia, a mi Rat Pack, a la gente que me quiere y me apoya, y me sonríe y me ayuda a ser mejor persona. Son muchos, soy un hombre increíblemente afortunado. Gracias a mis padres, por quererme y educarme y enseñarme a amar la música y los libros, un regalo de valor incalculable. Gracias a mis hermanos, mis cómplices que siempre están a mi lado. Gracias a la música, a las canciones y a todos los artistas, esos artesanos capaces de hacer cosas con forma de emociones y con las que los demás soñamos. Gracias a mi refugio asturiano de Colombres, el verde que me da paz y me alimenta el alma. Gracias a Julio Iglesias por ser inspiración y enseñarme que la vida sigue igual solo si uno quiere. Gracias a Amaya por estar siempre a mi lado y quererme bien. Y gracias a Óscar y Lola, mis dos hijos, mi todo, lo mejor de mi vida.
Óscar García Blesa
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La cárcel de cristal
Spanish eyes, Humperdinck Engelbert
A Julio Iglesias le dan miedo los aviones. Resulta paradójico que alguien que ha dado la vuelta al mundo un millón de veces, él, que ha recorrido el planeta entero subido en reactores de todos los tamaños y colores tenga pánico a volar.
Dentro de un avión el ser humano ve limitada su capacidad de movimientos, y desde muy pequeño, a Julio le aterrorizó la falta de libertad física. En su opinión, la libertad intelectual se puede combatir con ingenio, agudizando al máximo todos los sentidos. La falta de libertad física imposibilita el movimiento, en el caso de Julio Iglesias una sensación de encadenamiento recurrente a lo largo de toda su vida.
Julio fue siempre un niño hipersensible, cualquier cosa le hacía llorar y reír, sintiéndose el más feliz y el más desgraciado al mismo tiempo. En una ocasión relató el mayor castigo que le podían infligir cuando todavía era un niño, un mal estudiante más interesado en las artes y los balones que en los libros y las clases. Julio recordó entonces cuando llegaba a casa con malas notas y su madre solía encerrarlo en el baño para pensar. El pequeño Julio Iglesias se sentaba donde la ducha, o en el retrete, y se ponía a fantasear.
Después de hora y media de mucho meditar en el interior de aquel estrecho cuarto, agobiado, el pequeño Julio pedía salir a gritos. Tan pronto abrían la puerta, salía del cuarto de baño con la cara llena de lágrimas y corría hasta el balcón de la casa para respirar todo el aire que le entrara en los pulmones.
Desde aquellos días, Julio Iglesias conservó una obsesión casi enfermiza por la libertad física, ampliada notablemente años después tras la prisión que le provocó su accidente de circulación. Nada le ha inquietado más en su vida que la privación de la libertad, ya sea por un accidente o por vivir en una cárcel de cristal.
El precio de la fama
Julio Iglesias se ha referido en más de una ocasión al hipnótico espejismo que ofrecen el poder y la fama. Su vida, una de las crónicas de conquista más fascinantes del último medio siglo, se ha alimentado de la mitología propia de seres divinos, pero, para él, ha sido tan solo una ilusión, un engaño maquillado de su diaria realidad. Encerrado desde muy joven en una jaula de oro, pero cárcel al fin y al cabo, ha vivido permanentemente abrazado por multitudes y, al mismo tiempo, se ha hecho hombre completamente solo. Ese mismo hombre que es hoy una de las figuras capitales en la historia de la cultura popular y de la música latina, un tipo capaz de poner en pie el Madison Square Garden de Nueva York cantando baladas mainstream en castellano, o bailar salsa sin saber dar un solo paso, ha sido también un hombre solo.
Julio Iglesias ha vivido desde muy joven un éxito arrollador. A pesar de esforzarse por no dejarse tentar por la fama, en ocasiones ha proyectado la imagen de una vida irreal y desconectada del mundo; resulta muy fácil resignarse a ser famoso, es algo muy poderoso. Alcanzar el éxito, lograr ser dueño de una carrera deslumbrante y recibir la atención del mundo es el sueño de muchos. Pero tiene un precio y Julio, en su medida, también ha pagado por ello. La fama predispone a experimentar patrones de salud deficientes, una vida no siempre saludable en el intento de alcanzar los objetivos. La fama acarrea presiones psicológicas y familiares provocadas por una vida pública exitosa; cuanto más grande es el triunfo, más lejos estás. No todo es necesariamente de oro cuando se es famoso. Y ahí Julio Iglesias tiene un largo currículo.
El éxito cuenta con factores de estrés únicos, como la presión de vivir de manera permanente siendo una imagen pública. O dicho de otra manera, llevar las veinticuatro horas del día el uniforme de Julio Iglesias puede resultar agotador. La pérdida de la intimidad conlleva una pérdida de libertad; el éxito, y en su defecto la fama, casi siempre llega por la explotación de algún talento, y ese talento, con o sin ganas o inspiración, o se exprime o acarrea frustración. No es fácil ser Julio Iglesias todos los días del año, eso seguro. Probablemente no son pocas las veces en las que no ha tenido ganas de serlo, en las que ha tenido que cantar y sencillamente no le apetecía hacerlo. Naturalmente, Julio Iglesias ha vivido algún episodio así a lo largo de su carrera, pero por obligación, y también por respeto a su público, ha salido siempre al escenario y se ha dejado la piel. Un día tras otro, en cualquier parte del mundo desde 1968.