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Timothy Brook - El sombrero de Vermeer

Aquí puedes leer online Timothy Brook - El sombrero de Vermeer texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2019, Editor: Tusquets, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Timothy Brook El sombrero de Vermeer
  • Libro:
    El sombrero de Vermeer
  • Autor:
  • Editor:
    Tusquets
  • Genre:
  • Año:
    2019
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El sombrero de Vermeer: resumen, descripción y anotación

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Índice

SINOPSIS

A partir de la descripción pormenorizada de algunos de los cuadros más emblemáticos del pintor de Delft, Brook estudia el súbito intercambio de mercancías a escala global, entre Europa, América y Asia, que se desarrolla a lo largo del siglo XVII . Es la historia de las expediciones para penetrar en nuevos territorios y el comercio de tabaco, porcelana y otros objetos que pronto causaron furor en el mundo entero. También es la historia del choque de civilizaciones entre Europa y Asia, el papel de los jesuitas en China y Japón, los naufragios, los abordajes de piratas, las guerras de conquista, el sometimiento de los pueblos nativos. Es, en muchas de sus páginas, un auténtico libro de aventuras. Una apasionante historia de la economía y la cultura de la época.

TIMOTHY BROOK

EL SOMBRERO DE VERMEER

Los albores del mundo

globalizado en el siglo XVII

Traducción de Victoria Ordóñez Diví

Para Fay AGRADECIMIENTOS El presente libro no es la elección más obvia para - photo 1

Para Fay

AGRADECIMIENTOS

El presente libro no es la elección más obvia para un especialista en historia china, pero la historia mundial tiene que escribirse desde algún promontorio de experiencia, y China es un lugar tan bueno como cualquier otro —si no mejor— para seguir la trayectoria de los cambios globales acaecidos en el siglo XVII . La idea para escribir esta historia surgió de mi experiencia como profesor de un curso de historia mundial en las universidades de Stanford y Toronto. Cuando desarrollaba el libro, me invitaron a presentar algunos de sus temas en el Centro de Estudios Chinos de la Universidad de California en Berkeley; el Centro de Historia de la Edad Moderna temprana en la Universidad de Minnesota; el Departamento de Historia en la Universidad de Manitoba (Conferencia en memoria de Henry A. Jackson); el Centro de Estudios Históricos de la Universidad de Maryland; y en el Grupo de Estudios Chinos en la Universidad de la Columbia Británica.

Este libro ha sido financiado en parte gracias a la generosa contribución del proyecto sobre Globalización y Autonomía dirigido por William Coleman en la Universidad McMaster, de Ontario. El grupo de investigadores sobre Globalización y Autonomía también me proporcionó un contexto interdisciplinar en el que desarrollar mis ideas. Asimismo, agradezco sinceramente el apoyo recibido a lo largo de muchos años por parte del Consejo Investigador de Ciencias Sociales y Humanidades de Canadá. Acabé el manuscrito mientras disfrutaba de una beca de investigación de la Fundación en memoria de John Simon Guggenheim.

Entre los que me han ayudado a dar forma a las ideas y a la lógica de este libro, a menudo sin ser conscientes de ello, quisiera expresar mi gratitud a Gregory Blue, Jim Chaplin, Tim Cheek, Craig Clunas, Paul Eprile, Shin Imai, Ken Mills, Ken Pomeranz, Richard Unger, Danny Vickers y Bin Wong. Por responder a mis preguntas sobre temas ajenos a mi especialidad, agradezco la ayuda de Greg Bankoff, Liam Brockey, Patricia Bruckmann, Jim Cahill, Timothy Francis, Geoffrey Parker, Jane Stevenson, Maggie Tchir y Hsing-yuan Tsao. Susan Galassi organizó mi visita a la Colección Frick de Nueva York para que pudiera apreciar de cerca Militar y muchacha sonriente, mientras que Ilse Boks, del Gemeente Musea de Delft, tuvo la amabilidad de proporcionarme la fotografía del plato de Van Meerten, tema del capítulo 5. Eric Leinberger dibujó los mapas que aparecen en el libro.

Sin el aliento constante de mi agente literaria, Beverly Slopen, y de mis editores en Bloomsbury Press, Peter Ginna, Katherine Henderson y Elizabeth Peters, no estoy seguro de que este libro hubiera llegado a publicarse. Dedico mis últimas palabras de gratitud a Fay Sims, por recordarme constantemente que debería escribir para lectores como ella.

Nuestros hallazgos de significado y valor son pausas momentáneas en el continuo diálogo con los demás del que el significado y el valor emanan.

G ARY T OMLINSON ,

Music in Renaissance Magic

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La vista desde Delft

El verano en que cumplí veinte años, compré una bicicleta en Ámsterdam y recorrí los Países Bajos en dirección sudoeste en la que sería la última etapa de un recorrido que me llevó de Dubrovnik, en el Adriático, a Ben Nevis en Escocia. Me encontraba en mi segundo día de viaje, pedaleando a través de la campiña holandesa, cuando la luz empezó a desvanecerse y la llovizna vespertina que soplaba desde el mar del Norte volvió resbaladiza la calzada. Un camión me obligó a acercarme demasiado al arcén y la bicicleta cayó al fango. No me hice daño, pero acabé sucio y empapado, con un guardabarros doblado por enderezar. Al no disponer del cobijo de un puente, mi recurso habitual de vagabundo cuando hacía mal tiempo, llamé a la puerta de la casa más próxima para pedir que me permitieran guarecerme de la lluvia unos minutos. La señora Oudshoorn había presenciado mi caída desde la ventana delantera de su vivienda, frente a la que supuse que pasaría muchas tardes largas, así que no se sorprendió demasiado cuando entreabrió la puerta y me vio. Vaciló unos instantes, y a continuación abandonó toda prudencia y abrió la puerta de par en par a aquel joven canadiense desaliñado.

Sólo quería resguardarme de la lluvia unos minutos para serenarme, pero la señora Oudshoorn no quiso oír mis explicaciones. Me preparó un baño caliente, me hizo la cena, me proporcionó una cama donde dormir e insistió en que me llevara varias pertenencias de su difunto marido, incluyendo una chaqueta impermeable. A la mañana siguiente, cuando la luz del sol iluminaba la mesa de la cocina, mi anfitriona me sirvió el mejor desayuno que había comido nunca y soltó una risita pícara al pensar en lo mucho que se enfadaría su hijo si llegaba a descubrir que había acogido a un perfecto desconocido. Después del desayuno me regaló varias postales de lugares pintorescos de la zona para que me las llevara de recuerdo, y me sugirió que fuera a visitar algunos antes de montarme de nuevo en la bicicleta para reemprender el viaje. Era una soleada mañana de domingo y no me esperaba nadie en ninguna parte, así que salí a dar un paseo y a echar un vistazo. Desde entonces llevo en el corazón a la ciudad de la señora Oudshoorn, quien me ofreció más que su hospitalidad: me ofreció Delft.

«Una ciudad encantadora, con puentes y un río en cada calle», es como el diarista londinense Samuel Pepys describió Delft cuando la visitó en mayo de 1660. La descripción se ajusta perfectamente a la ciudad que vi, porque Delft continúa teniendo un aspecto muy similar al que mostraba en el siglo XVII . Aquella mañana, las nubes en forma de galeote procedentes del mar del Norte, situado a una decena de kilómetros al noroeste, proyectaban luces y sombras sobre sus calles adoquinadas y sus estrechos puentes, y la luz del sol que se reflejaba en los canales iluminaba las fachadas de ladrillo de las casas. A diferencia de Venecia, otra ciudad con canales mucho más esplendorosa, que los italianos erigieron por encima del mar sobre estacas de madera clavadas en bancos de arena, los holandeses construyeron Delft bajo el nivel del mar. Los diques contenían las crecidas del mar del Norte, y se cavaron canales de desagüe para drenar las ciénagas costeras. De ahí proviene el nombre de la ciudad, dado que el verbo holandés delven significa «cavar». El canal principal que recorre la parte occidental de la ciudad aún se denomina Oude Delft, Canal Viejo.

Las dos grandes iglesias de Delft conservan recuerdos singulares del siglo XVII . En la gran plaza del Mercado se encuentra la Iglesia Nueva, o Nieuwe Kerk, así denominada porque se erigió dos siglos después que la Oude Kerk, la Iglesia Antigua construida sobre el Oude Delft. Estos magníficos edificios fueron construidos y decorados como iglesias católicas, por supuesto (la Iglesia Antigua en el siglo XIII , la Nueva en el XV ), aunque más tarde dejarían de serlo. La luz que entra por los cristales transparentes de las ventanas e ilumina el interior nos permite adivinar cómo se borró la historia de aquellos años para dejar paso a lo que vendría después: la purga de la idolatría católica —incluyendo la eliminación de los vitrales plomados en la década de 1560— que formó parte de la lucha holandesa por independizarse del dominio español, y la creación de centros de reunión protestantes de culto casi civil. Es muy probable que los suelos de ambas iglesias se remonten al siglo XVII , porque están cubiertos de inscripciones que señalan las tumbas de los ciudadanos más ricos de Delft en dicho siglo. Entonces la gente esperaba ser enterrada lo más cerca posible de un lugar santo, por lo que era preferible yacer bajo una iglesia que ser sepultado junto a ella. En muchos de los numerosos cuadros que muestran los interiores de estas dos iglesias aparece una losa levantada, y ocasionalmente incluso sepultureros en pleno trabajo, mientras otras personas (y perros) se ocupan de sus asuntos. Las iglesias conservaban registros de la situación de cada tumba, pero la mayoría de las tumbas carecen de inscripciones. Sólo los que podían permitírselo mandaban inscribir sus nombres y sus obras en las losas.

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