Cristina Martín Jiménez - Hijos del cielo
Aquí puedes leer online Cristina Martín Jiménez - Hijos del cielo texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2018, Editor: Martínez Roca, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:Hijos del cielo
- Autor:
- Editor:Martínez Roca
- Genre:
- Año:2018
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C RISTINA M ARTÍN J IMENEZ
H IJOS DEL CIELO
Las huellas del Cosmos en la cultura humana
Es este un libro revolucionario, único, polémico. En él, Cristina Martín, periodista de investigación de larga trayectoria, aborda la estrecha conexión entre el Cielo –y sus múltiples manifestaciones– y la Tierra.
Demuestra cómo ha habido siempre en la Tierra un vínculo especial con esos seres superiores, que eran
alados, poderosos, bellos, fuertes, con autoridad, inteligencia y conocimiento, muy lejos del estereotipo que se ha difundido en la cultura popular. ¿Cómo establece esta conexión? A través de la conquista del espacio, que representa el regreso al origen.
Todo se lo debemos a los dioses, seres superiores que descendieron del cielo en astronaves más brillantes que el sol. A partir de las enseñanzas recibidas por ellos hemos conseguido evolucionar, pero el origen de la civilización humana son los dioses del Cielo.
A Victoria,
la Luz de mi Océano Primordial.
Y Adán puso a su mujer el nombre de Eva, esto es, Vida,
atento a que había de ser madre de todos los vivientes.
G ÉNESIS 3-20
En lo pasado está la historia del futuro.
J UAN D ONOSO C ORTÉS (1809-1853)
Yo soy el que todo lo ve, el que todo lo sabe, el que todo lo dice.
Yo vi a Dios hacer el mundo y hacer al hombre.
Y después vi al hombre hacer su primera fogata, su primera ciudad,
su primera guerra.
He conocido a los profetas.
He visto nacer y morir a reyes, campesinos, mártires y traidores.
Todo lo que ha ocurrido en la realidad y en los sueños de los hombres
lo he visto y lo he contado.
Yo soy el personaje sin nombre que aparece en todos los libros.
El que empieza diciendo: Había una vez…
F ERMÍN P ETRI P ARDO, El que no tiene nombre
E L MÂRÂ’ Y LA DISCÍPULA
Tengo pleno conocimiento de que en España reside una colonia cuya misión es totalmente bienhechora y pacífica, pero cuyo descubrimiento equivaldría a una especie de shock de tipo macrosocial que provocaría serios y graves perjuicios.
D ON E NRIQUE
Estas palabras de don Enrique, un sacerdote sencillo de la comarca sevillana de Los Alcores, dieron la vuelta al mundo. Se refería al contacto que mantenía por carta con unos seres procedentes de las estrellas que llevaban unos años viviendo en la Tierra y que llegaron como exploradores del espacio para estudiarnos. Como su apariencia física era similar a la nuestra, les resultaba muy fácil pasar desapercibidos, explicaba el sacerdote. La biología que genera la vida es similar en el Universo. Las leyes son las mismas para todos, las conozcamos o no.
Cuando yo era una joven estudiante de periodismo en Salamanca comencé a preguntarme quién era, invadida por un potente sentimiento de forastera. Mi voz interior me decía que, si quería resolver mi inquietud, debía encontrar la información esencial que la humanidad había olvidado en el camino. Así que comencé a viajar por todo el mundo en busca de respuestas, desde China a México, desde el Tíbet a África.
Unas décadas después estuve en la Feria del Libro de Guadalajara (México) y, tras conocer la historia de una mexicana que tenía poderes extrasensoriales, decidí escribir una novela sobre ella. A mi regreso a Madrid, donde vivía entonces, comencé a documentarme y al inicio de las vacaciones del verano de 2007 regresé a Sevilla. Entonces me acordé de mi antiguo maestro, don Enrique, que fue mi profesor cuando yo tenía trece años, en la loca y divertida década de los ochenta. A partir de 1968, cuando se hizo famoso en todo el mundo por hablar de los viajeros cósmicos que exploraban la Tierra, empezaron a llamarle «el cura de los ovnis».
—¿Le molestaba que lo llamaran así? —le pregunté un día.
—Al principio no me hizo mucha gracia, pero cuando vi que me lo decían con cariño, acabó gustándome.
El caso es que él siempre se preocupó y se ocupó de los jóvenes. Sentía que estaban abandonados en un mundo donde la cultura cada vez tenía menos importancia e hizo todo lo que estuvo en sus manos por instruir a una generación tras otra. Creó el Club Juvenil Alegría, el Hogar del Preadolescente y el Festival de Cante Jondo Antonio Mairena, uno de los más prestigiosos de España, que él mismo puso en marcha junto al cantaor, gran amigo suyo, y que nació como una tómbola benéfica.
Todos los años celebraba la Feria del Libro en su parroquia de Mairena del Alcor. Y así fue cómo un día cayó en sus manos un libro científico sobre el fenómeno de los objetos interestelares que se veían en el cielo, sobre los que era un escéptico. Entonces descubrió las ilimitadas dimensiones de la Creación.
A partir de entonces, entre sus enseñanzas más fascinantes se encontraba el exhaustivo e interesante relato analítico de seres que habían visitado la Tierra en distintos momentos de la Historia. Su magisterio era un privilegio para unos jóvenes inquietos que habían nacido en la primera era de la exploración espacial. Don Enrique era solicitado por los mejores periodistas y por destacadas personalidades del mundo. Y nosotros, unos mocosos de trece años, lo teníamos cada día en nuestra clase sin ser conscientes de que aquel hombre enjuto y generoso estaba tan altamente considerado.
La civilización Ummo que él sacó a la luz pública internacional procedía de la estrella Wolf, que se encuentra a 14,6 años luz de la Tierra. No puede ser una coincidencia que el astrofísico Stephen Hawking afirmara que estaba seguro de que había vida inteligente a 16 años luz de nosotros y que era el lugar al que deberíamos ir a explorar.
Pero el caso Ummo cayó en las garras del programa de desinformación de la CIA que el establishment estadounidense puso en marcha para acaparar todo el conocimiento vinculado a las estrellas y seguir controlando a las sociedades y a las personas. En 1968, dos arquitectos llegados de Nueva York se presentaron en la casa de don Enrique pidiéndole los informes. En mi opinión, eran dos agentes camuflados de los servicios secretos. Mi maestro les dejó que copiaran los documentos, para lo cual permanecieron varios días en Mairena del Alcor. Pero estos solo fueron los primeros: otros muchos fueron a su casa y le escribieron cartas desde todos los países del mundo, incluso en esperanto, demostrando que, a pesar de las malas prácticas de los organismos oficiales, la sed de conocimiento estaba por todas partes.
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