Perdidos
Cristina Martín Jiménez
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© Cristina Martín Jiménez, 2013
© Ediciones Planeta Madrid, S. A., 2013
Ediciones Martínez Roca es un sello editorial de Ediciones Planeta Madrid, S. A.
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Primera edición en libro electrónico (epub): octubre de 2013
ISBN: 978-84-270-4075-5 (epub)
Conversión a libro electrónico: J. A. Diseño Editorial, S. L.
ÍNDICE
A Jokin,
que me ayudó a construir mi barca con sus manos.
A Ivana,
por guiar a Jokin hacia su auténtico puerto,
el de las profundidades del alma.
A Maga,
por hacerme el regalo más bello del mundo:
Little Vicky.
A Javi,
mi guerrero incombustible.
A Pablo, que entró sin miedo en mi laberinto
y se quedó.
Prólogo
«Neo: le voy a mostrar a la gente lo que ustedes no quieren que vean. Les voy a enseñar un mundo sin ustedes…
Un mundo sin reglas ni controles, sin fronteras ni límites.
Un mundo donde todo es posible. Adónde vamos después es una elección que deben hacer ustedes.»
M ATRIX
¿DÓNDE ESTOY?
Si usted tuviera que elegir una palabra, una sola del vastísimo vocabulario compilado en los miles de diccionarios procedentes de las distintas culturas que pueblan este planeta... Una sola, una única palabra para definir el momento que vivimos, el estado de su ánimo, ¿cuál sería? Piense. ¿Existe? ¿Está inventada? ¿Alguien la ha formulado alguna vez? Vamos, elija una palabra. Voy a darle varias ideas:
- Crisis
- Cambio
- Degeneración
- Decadencia
- Agotamiento
- Revolución
- Despertar
- Incertidumbre
¿Le sirve alguna? ¿Se identifica con lo que piensa y siente o no es la que busca? Quizás la tiene en la punta de la lengua o en la punta del alma. Ah, ¿pero el alma existe? Bueno, esa es otra cuestión. No nos distraigamos. Íbamos a la búsqueda de la palabra.
- Lucha de clases
- No somos idiotas
- Abuso de poder
- La culpa es de los bancos
- Burbuja inmobiliaria
Vale, eso no sirve porque no buscamos expresiones. Ya estamos con las trampas. Quedamos en que se trataba de una palabra. Probemos de nuevo.
- Corrupción
- Injusticia
- Desigualdad
- Mentira
- Solidaridad
- Miedo
No sé… Tengo mis dudas… A mí no acaba de convencerme ninguna. ¿Y a usted? Yo intuyo que hay algo más y me siento impotente porque lo percibo aunque no sé explicarlo, pero estoy segura de que hay algo más. Dadme tiempo para encontrarla. ¿Cómo? ¿Que no dispongo de tiempo? ¡Uf! Estoy muy perdida… Sí, sí, lo que he dicho: perdida… Esperad… Un momento…
¡He encontrado la palabra! La palabra es ¡perdidos!
Sí. La humanidad está perdida.
En este mismo instante en que usted lee esto, en un lugar del mundo alguien está pensando lo siguiente: ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Enciendo la televisión y oigo palabras que no entiendo, imágenes que me perturban y angustian. Hay mucho ruido en todas partes. Quiero huir, pero ¿a dónde? Dicen en la prensa, en la calle, en los bares que el asunto está muy mal en todas partes. Que no hay trabajo para nadie, que cada día cierran miles de empresas, que no hay dinero... No comprendo nada. Anoche al acostarme tenía un trabajo, una casa y una familia. Un futuro. Esta mañana me he despertado, he abierto los ojos y a mi alrededor solo había vacío. Un vacío profundo que sin embargo lo llena todo. Hay un silencio atronador. Dentro de mi cabeza oigo gritos de desesperación, muchas voces que hablan a la vez, miles de «por qué» se superponen. ¿Por qué hice aquello? ¿Por qué no hice lo otro? Si el infierno existe, debe ser esto. Ahora las voces se ríen de mí. Son carcajadas fantasmales. ¡Callaos! ¡Vais a volverme loco! ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo? ¿Cómo me ha ocurrido esto?
No lo sé… Me siento perdido.
Y entonces, desde las profundidades de su mente, fluyó una voz clara y fuerte. Se alzó como una luz potente y poderosa, que le dijo:
—Tranquilo. Puedes estar perdido, pero no estás solo. No tengas miedo. Siéntate un rato a mi lado, que voy a contarte una historia.
Capítulo 1
PERDIDOS
«Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.»
Recogido en el libro Llamadme publicano (1950),
León Felipe (1884-1968), poeta español
Confundidos por mensajes contradictorios que cambian de matiz a la velocidad del rayo. Angustiados frente a un horizonte tenebroso al que no se le prevé el fin y deprimidos ante un no futuro. Desilusionados porque todas las instituciones en las que confiamos nos han dejado en la estacada. Nos han robado el dinero, el trabajo y el hogar. Hemos sido desahuciados de nuestros sueños, nuestros sacrificios y esfuerzos por vivir, trabajar, casarnos y formar una familia; en definitiva, crear un proyecto de vida (el que cada uno elija no tiene que ser el mismo para todos).
Desde hace décadas la naturaleza del ser humano está siendo trastocada, manipulada con el fin de cegarla mediante un hechizo que le convencería de que aquellas aguas turbias en las que habitaba eran un paraíso placentero.
Pero una fuerte sacudida nos ha llevado a la incertidumbre y el miedo. No creemos en nada. La duda nos oprime. El terror nos paraliza y no nos permite pensar en el estado de serenidad que dicha acción requiere. La desconfianza acecha nuestros pasos. La crisis global, como la llaman, ha destruido nuestro mundo. Un murmullo de protestas cruza la Tierra en un último intento de regresar al abismo en el que nos habíamos acomodado. Abismo, al fin y al cabo, pero al que habíamos logrado adaptarnos. Y cuando al fin lo conseguimos, todo cambia de nuevo por el ímpetu de un volcán que remueve ese gigante con pies de barro que habíamos creado.
La caja de Pandora se ha abierto de nuevo, dispersando todos los males hasta el rincón más recóndito del planeta. Hacía décadas que los amos del mundo lo tenían todo maquiavélicamente planeado para que así ocurriera y ahora la violencia de los acontecimientos cotidianos amenaza con destruir el último tesoro que guarda la caja: la esperanza. ¿Aún queda espacio en nuestra mente para ella? No para los que ya han alcanzado el punto del suicidio. Sin embargo, otros quieren seguir caminando, pero ¿hacia dónde? ¡¿Hacia dónde?!
Las tinieblas han secuestrado a la luz. Sin ella, nuestros ojos no ven, nuestra razón no actúa. La oscuridad amordaza nuestras motivaciones. El sistema ha colapsado.