Mike Shreve - Oraciones poderosas, resultados sobrenaturales: Cómo orar como Moisés, Elías, Ana, y otros héroes de la Biblia

Epílogo
ORACIONES QUE CAMBIARON EL MUNDO PARA SIEMPRE

A ESTAS ALTURAS YA usted debería poder sentir el viento bajo sus alas. A estas alturas ya debería haber recibido un bautismo de santa osadía, y el despertar de una confianza consagrada. Tenemos la seguridad de lo que Dios ha hecho en el pasado. Él puede y va a hacerlo de nuevo. Él solo necesita recipientes a través de los cuales poder obrar. Si Él respondió sobrenaturalmente por Moisés, Salomón, Elías y los otros que aparecen en este libro, usted también puede esperar que responda sobrenaturalmente por usted.

Yo siempre digo que la única cosa inmutable en este mundo es el Dios que dijo: “Yo Jehová no cambio” (Mal. 3:6). Todo lo demás está sujeto a cambios, sobre todo cuando el pueblo de Dios ora en la fe y el Todopoderoso responde.

No se rebaje usted mismo. Elías fue un hombre que enfrentó tentaciones y debilidades humanas como el resto de nosotros, pero él anduvo en lo sobrenatural. De hecho, Dios estaba tan agradecido con Elías, que cuando terminó su tiempo en este mundo se lo llevó sobrenaturalmente al cielo en un carro de fuego. ¿De qué manera llegó a convertirse en un forjador de la historia y en un transformador del mundo? La explicación bíblica es que él “oró” (Stg. 5:17).

Hubo otras personas en el pasado que oraron con tanto poder que cambiaron el mundo para siempre. Entre ellos están los siguientes.

Abel, el que acercó el cielo a la tierra

En el principio, después de la insurrección en el Edén, la oscuridad espiritual se estableció en el mundo como una niebla espesa e impenetrable, hasta que un hombre capturó la atención de Dios y atrajo nuevamente su favor hacia la tierra. Adán y Eva habían sido expulsados del Jardín del Edén. Sus hijos habían nacido bajo el dominio de Satanás, la maldición de la muerte, y el horror de la separación de Dios. A pesar de que la “presencia de Dios” estaba cerca (ver Gn. 4:16) y había momentos en los que incluso hablaba con ellos, la desesperanza y la desesperación debe haber rodeado a la familia original. Fue entonces cuando Abel, el hijo menor, tratando de ofrecer a Dios el verdadero culto, presentó un cordero sin defecto en sacrificio a Dios en un altar.

Por lo que sabemos, la suya era una oración sin palabras. Sin embargo, ese animal sacrificado y consumido por el fuego, fue una declaración profética que representó el deseo de Abel de presentar su vida como un sacrificio para Dios y de ser consumido con una devoción ardiente hacia Él. El Altísimo honró su fe y “Abel [... ] alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas” (Heb. 11:4).

¿Cuál fue este “testimonio”? No sabemos a ciencia cierta, pero posiblemente cayó fuego sobrenaturalmente del cielo y consumió el sacrificio de Abel, ya que esto ocurrió más adelante cuando Dios encontró otros sacrificios aceptables (ver Gn. 4:4-5, 1 R. 18:38, 2 Cr. 7:1 y Lv. 9:24). Lo que sea que haya ocurrido, tiene que haber originado gritos de terror entre los principados malignos que pensaban que habían erigido una barrera infranqueable de control satánico en este mundo caído. Pero Dios respondió a la oración de Abel, el muro espiritual fue derribado, y una corriente de bendición comenzó a fluir.

Como una brasa que apenas arde y que regresa a la vida, desde ese momento una esperanza renovada comenzó a brillar en este mundo. El testimonio de Abel aún resuena espiritualmente, y la llama aún se agita en los corazones de aquellos que oran. Sí, aunque está “muerto, aún habla” , instándonos a buscar a Dios y a esperar una respuesta sobrenatural que pueda cambiar lo aparentemente inmutable (Heb. 11:4). Las cosas pueden parecer imposibles ahora para usted, pero, ¿no cree que parecían más imposible en ese aquel entonces? A pesar de ello, una persona que oró marcó la diferencia.

Noé, y la manera en que eliminó una maldición

La historia de la vida de este gran patriarca es sin duda una de las más inspiradoras que se encuentran en la Biblia. Después de que el diluvio terminó, la familia de Noé y todos los animales salieron del arca.

“Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre” .

—GÉNESIS 8:20–21

Esta fue otra oración sin palabras que tuvo una profunda repercusión global. Parece que hasta ese momento era casi imposible plantar cualquier tipo de cultivo sustancial. Atrapado en una maldición sofocante, el suelo producía principalmente “espinos y cardos” (Gn. 3:18). Pero una vez más, un solo individuo tocó el corazón de Dios con su adoración, y esta vez una maldición debilitante fue eliminada de la naturaleza.

Antes del diluvio solo había un vapor que se elevaba desde la tierra (Gn. 2:5-6). Pero a partir de ese momento la lluvia cayó para regar todo desde el cielo. Después de haber visto la acción reverente de Noé consagrando el nuevo mundo, y de haber “percibido” el “olor grato” de su alabanza apasionada, el Dios altísimo prometió: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Gn. 8:22).

¿Fue el diluvio causado por alguna catástrofe que resultó en la inclinación de nuestro eje en veintitrés grados, creando este patrón estacional? Solo Dios lo sabe. Lo único que podemos decir con certeza es que el Creador eligió en ese momento comunicar dos cosas de vital importancia: (1) Jamás habrá otro diluvio y (2) el ciclo de cosecha de la naturaleza sería recurrente y predecible. Todo porque un hombre oró.

María, la madre de Jesús, y su apego a la voluntad de Dios

El acontecimiento más monumental que jamás ha ocurrido es la encarnación del Hijo de Dios. Cada etapa importante de su viaje en el tiempo fue activada por la intercesión. Su primera venida ocurrió debido a que muchos miles de judíos habían orado durante siglos para que el Mesías viniera. Ellos deseaban ver a Aquel que cumpliría las antiguas profecías:

• La “semilla” de la mujer destinada a “herir” la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15).

• La “simiente de Abraham” destinada a bendecir a todas las naciones y familias de la tierra (Gn. 12:3; 22:18).

• La “descendencia de David” que haría que su trono perduraría para siempre (Sal. 89:29).

Cuando el ángel Gabriel anunció que el tiempo indicado había llegado, una humilde chica judía confesó devotamente: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lc. 1:38).

Esta fue una respuesta piadosa, no solo hacia Gabriel sino hacia Dios mismo. La voluntad del Todopoderoso fue entonces llevada a cabo, y nueve meses más tarde Dios se hizo carne, nacido de una virgen en un pesebre en Belén. La vida de Jesús resultaría ser el eje sobre el que giraría el futuro del mundo. Él fue el Santo que descendió hasta nuestro nivel con el propósito de elevarnos a nosotros a su nivel. Ese fue su plan desde el principio y, sin embargo, ¡todo se desarrolló alrededor de la respuesta obediente y piadosa de una chica judía común y corriente!

Los discípulos de Jesús y su intercesión por la salvación

Aproximadamente un tercio de siglo después, en ocasión de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, los discípulos anunciaron con júbilo la llegada del Rey de reyes a la ciudad de Dios, exclamando:

“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”.

—MATEO 21:9, itálicas añadidas

¡Gritos de alabanza estallaron entre los entusiastas adoradores ese día! ¡Y qué maravilloso momento para que una palabra de adoración única apareciera en la Biblia!