A Vicu, porque si ella está, no necesito nada
El final de la guerra de Malvinas fue especialmente doloroso para la Argentina. Después de ese amargo 10 de junio de 1982, el silencio cayó pesadamente sobre el tema. No se habló de la guerra perdida, ni de los caídos, que quedaron allí, en sepulturas improvisadas, sin ceremonias ni honores y, sobre todo, sin nombre.
En diciembre de 1982, las autoridades británicas le encomendaron al capitán Geoffrey Cardozo una tarea penosa: exhumar e identificar los restos de los soldados argentinos caídos y elaborar un informe. Varios años más tarde, el veterano argentino Julio Aro decidió que había que hacer algo por las 121 familias que tenían a sus muertos enterrados bajo la frase: “Soldado argentino solo conocido por Dios”. El azar quiso que conociera a Cardozo en Londres y, a partir de ese encuentro, la historia cambió.
Malvinas. Identidad de héroes narra con pulso vibrante la iniciativa que se conoció como Plan Programa Humanitario Malvinas, ofrece fragmentos del célebre Informe Cardozo y rinde homenaje a todos los protagonistas de esta historia: los que removieron cielo y tierra, de un lado y otro del Atlántico, para reparar esas omisiones y los combatientes, que gracias a un plan colectivo, superador de cualquier grieta, recuperaron su tan postergada identidad.
DANIEL SANTA CRUZ
Es periodista, escribe en La Nación y trabaja desde hace años en radio y televisión. Cubrió para el diario y el canal LN+ toda la epopeya de la identificación de los cuerpos de los soldados argentinos sepultados en el cementerio de Darwin. En 2018 realizó el documental Malvinas: héroes con nombre para LN+. Viajó a las islas en reiteradas oportunidades, siempre por interés profesional. En 2012 publicó la novela Kelperland, una ficción que detalla las consecuencias de la guerra de Malvinas.
Santa Cruz, Daniel
Malvinas. Identidad de héroes / Daniel Santa Cruz. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ediciones B, 2022.
(No ficción)
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-780-301-3
1. Investigación Periodística. I. Título.
CDD 070.44
Imagen de cubierta: Detalle del Mural escultórico Héroes de Malvinas en la Plaza Islas Malvinas de la ciudad de Ushuaia
Diseño de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial
Edición en formato digital: abril de 2022
© 2022, Daniel Santa Cruz
© 2022, Penguin Random House Grupo Editorial, S. A.
Humberto I 555, Buenos Aires
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I
El Plan Proyecto Humanitario Malvinas
Cuando la guerra de Malvinas culminó, comenzó un proceso doloroso para toda la Argentina que llevó a gran parte de la sociedad a dejar atrás los recuerdos de la contienda, tan íntimamente relacionados con la dictadura militar, que vivía sus últimos días.
La mayoría exigía como prioridad investigar los crímenes de lesa humanidad cometidos por las juntas militares: “juicio y castigo”, “memoria, verdad y justicia” eran las proclamas de gran parte de la sociedad argentina. Esa primacía, de un modo u otro, le dio la espalda a un recuerdo reciente, doloroso, cuya inercia patriótica llevó a millones de argentinos a embanderarse detrás de la gesta bélica que dejó un saldo de 650 combatientes argentinos y 255 soldados ingleses muertos.
Toda la sociedad recuerda esa Plaza de Mayo del 2 de abril de 1982, horas después de que se diera a conocer que las tropas argentinas habían tomado las Malvinas para recuperar su soberanía. Una plaza repleta de argentinos dispuestos a aplaudir al dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, quien anunciaba: “Hemos recuperado salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las Islas Australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional” y que, ante la hipótesis de un conflicto bélico, afirmaba: “Si quieren venir, que vengan, nosotros les presentaremos batalla”. Así presentaba el general Galtieri, que presidía la Junta Militar de gobierno, los próximos 74 días de guerra que nuestro país comenzaba a transitar, la primera contra otra nación desde la guerra de la Triple Alianza, que ocurrió entre 1864 y 1870.
La euforia nacionalista se hizo carne de modo extremo en gran parte de la sociedad, que festejaba las noticias tendenciosas emitidas por el canal oficial, cargadas de patriotismo simbólico y mentiras, como si fuesen goles de nuestra selección en un mundial de fútbol.
La sociedad hacía notar su compromiso con la gesta patriótica a través de colectas solidarias. Muchas personas donaban sus joyas de buena fe para reunir fondos patrióticos convocados por maratones televisivas. Mientras tanto, en las islas, nuestros soldados se debatían con muestras de heroísmo en un combate desigual, injusto, que dejó un saldo irreparable de muertes y dolor que aún hoy nos enluta.
Culminada la guerra, los argentinos pasaron de la euforia a la depresión, a la bronca. Eran tantas las demandas —democracia, libertad, justica, derechos humanos, participación— que Malvinas retrocedió en el interés colectivo y comenzó a rezagarse en la agenda de prioridades.
Quizás algunos se sintieron cómplices por acompañar ese fervor nacionalista, que no tuvieron, por supuesto, con la represión ilegal. Algo se rompió; hasta los chicos, soldados, “colimbas” que volvían al continente necesitaron años para ver reconocidos sus derechos como veteranos de guerra.
La “desmalvinización” existió, no porque el gobierno de turno lo decidiera, sino porque la sociedad tardó años en entender y hacer propio y visible ese reclamo.
De los 650 argentinos muertos, 246 quedaron en las islas. Muchos de ellos fueron sepultados en fosas comunes, tumbas de guerra, en algún cementerio local o simplemente quedaron esparcidos en el suelo helado de las islas cubiertos con piedras, tapados con mantas o directamente sobre la tierra, en el mismo lugar donde cayeron.
Luego del retiro de las tropas argentinas, comenzó una etapa de estancamiento en las relaciones bilaterales entre el Reino Unido y nuestro país, una relación que, cuando se recompuso, siempre dejó fuera del diálogo el tema de la soberanía en las islas.
Se sabe que en dos ocasiones, apenas culminada la guerra, el gobierno inglés pidió a las autoridades argentinas que enviaran una misión para “repatriar” los cuerpos de los soldados, ofreciendo toda la colaboración y la medidas de seguridad para hacerlo. La Junta Militar no respondió el primer pedido porque no aceptaba el término “repatriar”; después de todo, los soldados caídos descansaban en su patria.