DANIEL ARCUCCI nació en Puan, provincia de Buenos Aires, en septiembre de 1963. Comenzó su carrera en el diario Tiempo Argentino, en 1983. A finales de ese año, se incorporó al staff de la revista El Gráfico. En la Navidad de 1985 le realizó su primera entrevista a Diego Armando Maradona y, desde entonces, creció entre ambos una sólida relación personal y profesional. Al cumplirse treinta años de aquella primera nota, entrevistador y entrevistado volvieron a pasar la Navidad juntos, en la misma casa de Villa Devoto. Arcucci fue cronista y reportero de Maradona en diferentes lugares del mundo, desde Buenos Aires hasta China, desde Nápoles hasta Dubai, donde compartió un mes para terminar de darle forma a este libro. Hoy, después de desempeñarse como secretario de redacción en el diario La Nación, trabaja en radio (FM Metro), televisión (DirecTV) y colabora con diversos medios nacionales e internacionales. Tenía 22 años cuando fue enviado especial de El Gráfico a México 86, su primer Mundial, y cubrió todos los siguientes, hasta Brasil 2014. Fue realizador de la autobiografía de Maradona, Yo soy el Diego (2000), y autor de Conocer al Diego, relatos de la fascinación maradoniana (2001).
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A la memoria de mis queridos viejos, don Diego y doña Tota,
que desde el cielo me están dando una gran mano.
A Rocío, mi mujer, que me acompaña siempre.
A José Valiente y Mónica.
A la Abuela Lucy.
A todas mis hermanas: Ana, Kity, Lily, Mary y Caly.
A Benjamín.
A mis hijos.
A mi sobrino Cacho.
A mi sobrino Davu.
A Belén.
Al Papa Francisco.
A todos los que luchan por la paz en el mundo.
A Cristina.
A La Cámpora.
A Moreno.
Volveremos, volveremos.
A Fidel.
A Raúl.
A Maduro.
A Ortega.
Al ministro Malmierca.
A Javier Sotomayor y todo el pueblo cubano.
A los pueblos originarios.
A la memoria de Chávez.
A la memoria del Che.
Al sheik Mohamed bin Rashid Al Maktum.
Al principito Hamdam bin Mohamed Al Maktum.
A la princesa Haya bint Al Hussein.
Al príncipe Alí bin Al Hussein.
Y a todos los sheiks que me brindaron su apoyo.
A los muchachos que trabajan para mí, acá en Dubai:
Nasser, Mohamed, Marawan, Gihad y Abu Baker.
A Al Rumaithi y su familia, de Abu Dabi.
A Matías Morla y Víctor Stinfale, que me sacaron del pozo.
A todos los utileros de la Selección argentina.
Al Negro Enrique.
Al Flaco Menotti.
A Fernando Signorini.
Al Gringo Heinze.
A Palermo.
Al Flaco Schiavi.
Al Pocho Lavezzi.
A la gente de Argentinos.
A la gente de Boca.
A todos los napolitanos y a mi amigo, el Tano Stefano.
A Víctor Hugo y su familia.
A la familia Casillo.
A Valerio Antonini.
A Dubai, que es mi casa.
A la paz y el respeto que hay en los Emiratos Árabes Unidos.
A todos los maradonianos.
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Faltaban tres meses para el Mundial cuando empecé a entrenar con el profesor Dal Monte. Todos los lunes viajaba a Roma, a su clínica. Hice un trabajo específico, le di prioridad a la Selección por encima de cualquier cosa. Por eso llegué diez puntos a México, diez puntos… ¡Volaba!
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En Barranquilla, jugamos el último amistoso. Empatamos. Pero ganamos un partido más importante. Los jugadores impusimos la idea de que teníamos que volver a la concentración. Tuvimos una reunión donde nació el equipo campeón.
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En el América, Bilardo no nos dejaba entrenar. Un día, fui a la utilería y pedí una pelota. No me la querían dar porque le tenían miedo. Me la llevé y armé un picado. En esas mismas canchas de entrenamiento después dimos la vuelta olímpica. Nosotros solos.
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Cuando El Gráfico quiso hacer la famosa foto de los sombreros mexicanos para la tapa de la revista, yo ahí ya me sentía capitán capitán y Passarella estaba muerto… Por eso la quise hacer igual, como capitán. Yo elegí el sombrero mostaza, porque tenía los colores de Boca. Él no se quería reír mucho porque decía que se le veían los dientes torcidos.
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Passarella se entrenó poquito… Después empezó con eso del mal de Moctezuma y qué sé yo. Y justo antes del debut, contra Corea, le dio un tironcito. ¡Andááá! Menos mal que estaba el Tata Brown. Nadie confiaba en él, pero yo sí.
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Después de la foto, Passarella se fue. No quería charlar porque decía que teníamos entrenamiento. Je. Teníamos tiempo, pero no quería quedarse.
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Mirá lo que es la formación completa del equipo. Hasta ropa distinta teníamos todos. Había cada nene en ese plantel: no había muchos fuoriclasse, pero todos hablaban, todos hablaban… Hacíamos reuniones por cualquier cosa.
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Mi viejo, lo más grande que hay. Fue el único de mi familia que viajó, porque yo quería enfocarme sólo en jugar. Y fue también el único que dijo, antes del Mundial, que el gran rival iba a ser Alemania. ¡Sabés cómo me acordé de eso antes de la final!
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