Fabio Ceresa
con la colaboración de Roberto Ghetti
LECCIONES
DE AIKIDO
EDITORIAL DE VECCHI
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-088-3
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Este manual presenta un arte marcial fascinante, un arte que lleva en sí los valores y la riqueza de un mundo antiguo y de una cultura refinada, y que al mismo tiempo persigue valores y objetivos modernos profundamente éticos y morales: el aikido. Se trata de un arte marcial japonés; de este hecho derivan dos importantes consideraciones: la primera es que el practicante, simulando un combate, utiliza el aikido como un medio para expresarse y para relacionarse con la realidad que le rodea; en esencia se reconoce, conoce y vive en el combate con su adversario. La segunda, pero no menos importante consideración, es que siendo una disciplina japonesa, el aikido es el producto material y cultural de un tiempo, de una realidad y de un patrimonio cultural diferentes al nuestro.
La verdadera dificultad en el aprendizaje del aikido no está en la correcta ejecución de las técnicas o en la práctica en el dojo (lugar donde se estudia el Método), sino en la capacidad para comprender y aceptar un pensamiento y una cultura, una realidad, en definitiva, diferentes a las nuestras. El alumno, en efecto, debe abrir la mente y sondear conceptos desconocidos para él, abstractos, casi mágicos.
El hombre occidental, tan acostumbrado a creer en lo que ve y siente y a obtener resultados satisfactorios como resultado de su propia capacidad, es invitado en el dojo de aikido a escuchar aquello en lo que no cree, a creer en lo que no siente, a vivir la práctica no en función del resultado, sino a recorrer la senda en función de sí misma. En el aspecto mental es animado a cambiar, a modificarse, a abandonar sus habituales puntos de referencia, a partir sin excitación para un viaje que profundizará en la búsqueda del Ki (la Energía Vital) en el interior de sí mismo y de la realidad que la rodea.
En efecto, por la dificultad para aceptar este cambio las artes marciales japonesas que han establecido contacto con Occidente han sido modificadas y adaptadas a nuestra mentalidad, tanto que se han convertido en muchos caso en deporte. El objetivo principal de este último no es la búsqueda del espíritu y del gesto marcial en sí mismo, sino la competitividad exacerbada típica de nuestro mundo: la «victoria», en la cual el elemento dominante es la primacía de uno en detrimento de otro.
En el aikido, al contrario, se ha intentado mantener las características del arte marcial originario; mediante la elección de los maestros que al difundirlo han preferido mantener el espíritu arquetípico, dejándolo fuera del circuito de las disciplinas marciales más conocidas.
De esta manera, el aikido ha mantenido sus peculiaridades técnicas y filosóficas, excluyendo de su práctica la competición; el objetivo era y es la búsqueda de un crecimiento total y permanente y no un éxito momentáneo como puede ser la victoria en una competición. El objetivo del aikido es estratégico: en este arte marcial se busca el equilibrio correcto y la gestión de la energía dinámica que discurre entre los polos contrapuestos, en cuyo interior se distingue la realidad.
La palabra aikido en realidad significa el camino (Do = Camino) a través del cual se aprende a armonizar (Ai = Unión, Armonía) la energía (Ki = Energía) y también todos los aspectos de la realidad en la que existimos.
La raíz filosófica y espiritual de la cual procede gran parte de la cultura oriental se diferencia de manera profunda de la occidental. En esta última (nacida de la mezcla de tres elementos fundamentales —la espiritualidad judaica, la filosofía helenística y el pragmatismo latino— que confluyen en el cristianismo), la realidad se percibe basada en dos líneas diferentes y contrapuestas: bien/mal, cuerpo/mente, espíritu/carne, alto/bajo, día/noche, bonito/feo, lleno/vacío, etc. Tomando conciencia de esto, la cultura occidental da un sentido positivo a uno de los dos términos de la pareja, atribuyendo, por el contrario, sentido negativo al otro.
De esta manera, Occidente persigue una forma utópica en la que sólo existe el bien, que puede ser el placer pero no el dolor, cultiva la ignorancia respecto a la potencia benéfica de la luz, busca lo bello rechazando y condenando lo feo, cree que existe sólo lo lleno desconociendo el vacío. En definitiva, lo óptimo se caracteriza por la conquista de una de las dimensiones específicas de la realidad, en la esperanza de la completa desaparición de la otra.
Lo absurdo de este pensamiento se halla evidentemente en obviar el hecho de que uno de los aspectos de la realidad es identificado por la existencia de su contrario. ¿Cómo definir la luz en ausencia de la oscuridad, lo lleno sin lo vacío, el bien sin el mal?
De ello nace el tiempo mismo:
— la frustración surge del encuentro con una realidad que aúna inseparablemente los dos polos opuestos;
— una fuerte esperanza en un mundo ultraterreno constituido exclusivamente por un paraíso con cosas bellas, buenas, luminosas, etc.
En la cultura de las artes marciales orientales, la realidad es bidimensional y la vida nace de la alternancia de los dos polos contrapuestos, entre uno y otro la energía fluye gracias a su diferente naturaleza (como el agua que para avanzar necesita cierto desnivel, o la energía eléctrica que pasa del polo negativo al positivo).
El momento óptimo no está en la victoria de una fuerza sobre otra, sino en la conquista de un equilibrio dinámico que respete la existencia de ambas.
En esta línea de pensamiento los dos aspectos bidimensionales de la realidad tienen idéntico valor y derecho a existir; más aún, no son más que dos aspectos de una realidad inseparable, unívoca; son los sistemas y los modos de percibirla los que son distintos y múltiples.
En el aikido este modo de percibir la realidad como un todo es connatural al arte mismo; en la ejecución de las técnicas los dos practicantes representan las dos realidades contrapuestas: uno ataca y el otro es atacado. Además, la energía, que en este caso es intensa como agresividad, nace de uno de los dos individuos para ser descargada sobre el otro.
Con frecuencia la respuesta instintiva a esta acción es responder con más agresividad, sumando violencia a la violencia: este talante no es constructivo. Sin embargo, parar la agresión y dañar al agresor, sin tener en cuenta sus motivaciones, lleva a un resultado inmediato pero parcial, es una respuesta animal (ataque o huida), que no nos hace mejorar porque es una respuesta de cierre, que no permite un intercambio real de energía; se caracteriza, básicamente, por la incomunicabilidad.
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