Jp. A. Calosse
Pablo
Picasso
1881 - 1914
Portada y maqueta: Julien Depaulis
Cover: Stéphanie Angoh
© Confidential Concepts, worldwide, USA
© Parkstone Press International, New York, USA
Image-Bar www.image-bar.com
ISBN: 978-1-64461-754-0
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Contenido
Lista de ilustraciones
De la juventud al Cubismo
Desde su infancia, Picasso llevó, según su propia expresión, una “vida de pintor” y durante ochenta años, se expresó dentro del campo de las artes plásticas. Por la esencia de su propio genio, se distingue de lo que habitualmente entendemos como artista-pintor. Tal vez sería más exacto considerarlo como artista-poeta, puesto que el lirismo y el don de transformar metafóricamente la realidad son tan propios de su visión plástica como del mundo de imágenes del poeta.
Según un testimonio de Pierre Daix, el propio Picasso “siempre se consideró como un poeta que se expresaba con mayor facilidad en los dibujos, pinturas y esculturas”. Desde el principio de su carrera, Picasso siempre fue “pintor entre los poetas, poeta entre los pintores”. Picasso siente una imperiosa necesidad de poesía, mientras que él mismo tiene un carisma atractivo para los poetas. Apollinaire se sorprenderá, en su primer encuentro con Picasso, de la forma sutil y juiciosa del joven español para comprender las cualidades de las poesías recitadas, más allá de la barrera léxica. Podemos decir, sin miedo a exagerar, que los contactos de Picasso con los poetas –Jacob, Apollinaire, Salmon, Cocteau, Reverdy, Eluard- marcaron cada uno de los sucesivos grandes períodos de su arte, pero Apollinaire también influenció considerablemente, como importante factor innovador, la poesía francesa del siglo XX . Picasso descubre junto a los poetas que las formas de expresión visual y verbal son idénticas. Traslada a su práctica de pintor elementos de la técnica poética: “polisemia” de formas, metáfora plástica y metáfora cromática, rimas y otros tropos que le permitirán convertir en visual el mundo del pensamiento. Picasso es español y, dicen, empezó a dibujar antes de aprender a hablar. Desde su tierna infancia siente un interés inconsciente por las herramientas del pintor. Ajeno a los juegos de sus compañeros, esbozaba en la arena sus primeros cuadros. Esta manifestación precoz de la vocación presagiaba un don extraordinario. “No somos simples ejecutores; vivimos nuestro trabajo”. Estas palabras de Picasso muestran que su obra depende estrictamente de su vida: y al mismo tiempo, cuando habla de su trabajo, lo denomina “diario”.
Kahnweiler, que pudo observar a Picasso durante sesenta y cinco años, escribía: “Es verdad que califiqué su obra como “fanáticamente autobiográfica”. Es decir que no dependía más que de sí mismo, de su propio Erlebnis. Siempre era libre, sin deber nunca nada a nadie más que a sí mismo”.
En realidad, todo nos lleva a constatar que si había algo de lo que Picasso dependiera en su arte, era únicamente de la necesidad constante de expresar plenamente su estado de ánimo. Podemos comparar, como lo hace Sabartés, la actividad de Picasso con una actividad terapéutica, o bien a ejemplo de Kahnweiler, ver en él un artista de orientación romántica. A este respecto habría que señalar que cuando Picasso miraba, como testigo, su propia creación, no le disgustaba la idea de que sus obras pudieran servir como “documentos humanos” para una futura ciencia que tuviera por objeto al hombre. Ahora bien, es usual estudiar la obra de Picasso de una manera casi científica: los especialistas establecen períodos, buscan explicar a través de contactos con otros artistas y ver allí el reflejo de los acontecimientos de su biografía. Si reconocemos que la obra de Picasso tiene el valor universal de toda experiencia humana, es porque su arte refleja de forma excepcionalmente exhaustiva y fiel la vida interior de la personalidad en su evolución. En este libro, se reproducen las obras de Picasso de los primeros períodos de su actividad que se clasifican, según principios estilísticos, como período Steinlen (o Lautrec), período de la vidriera, período azul, período de los saltimbanquis, época rosa, períodos clásicos, negro, protocubista, cubista... Si se considera el tiempo que abarcan todos estos períodos (1900-1914) desde el punto de vista de la “ciencia del hombre”, es exactamente el que tarda Picasso, entre los diecinueve y los treinta y tres años, en formarse como personalidad y lograr su completa plenitud.
En primer lugar, hay que mencionar Málaga, ya que allí nace Pablo Ruiz el 25 de octubre de 1881, el futuro Picasso, y es allí donde pasa los diez primeros años de su vida. Málaga es la cuna de su espíritu, el país de su infancia donde hay que buscar los orígenes de varios temas de su arte maduro. En el Museo municipal de Málaga, descubre a Hércules, su primera estatua antigua, en la Plaza de toros descubre su primera tauromaquia y en casa, arrulladoras palomas que sirven de modelo para su padre. Picasso dibuja todo aquello, y con ocho años coge la paleta y los pinceles para representar una corrida. En cuanto a la escuela, Picasso le coge manía desde el primer día. Los Ruiz-Picasso tienen que mudarse a La Coruña, donde el padre de Pablo es nombrado profesor de dibujo en el Instituto de Bachillerato de la ciudad. En 1891, cuando la familia de Picasso se instala en La Coruña, el joven Pablo empieza estudios en La Escuela Provincial de Bellas Artes. Sus progresos son sorprendentes: aún no tiene trece años cuando ya ha terminado el programa académico de dibujo, con modelo de yeso y modelo vivo. La gran precisión y el cuidado del dibujo no sorprenden tanto como la vivacidad del claroscuro que el joven artista sabe introducir en esta materia seca y transformará todos estos torsos, manos y pies de escayola en imágenes de carne viviente llenas de poesía misteriosa y de perfección.
1. El abrazo 1900, óleo sobre cartón, 52 x 56 cm, Museo de Bellas Artes Pushkin, Moscú.
2. El molino de la Galette, 1900, óleo sobre lienzo, 90,2 x 117 cm, Museo Salomon R.Guggenheim, Nueva York.
3. Autorretrato, 1901, óleo sobre lienzo, 73,5 x 60,5 cm, colección particular.
4. Dos saltimbanquis, 1901, óleo sobre lienzo, 73 x 60 cm, Museo de Bellas Artes Pushkin, Moscú.
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