ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ (Cuenca, España, 1942) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como La negación de la substancia de Hume, Presencia de Schopenhauer, La filosofía del estado de vigilia, Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes, Amanecer de un nuevo escepticismo, Antah karana, Comentarios al Sat Darshana, o su magno compendio del Yoga Vâsishtha que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.
Ha publicado también Historia del Arte Español (60 Títulos), Historia Universal del Arte y la Cultura (52 Títulos).
Café de Montmartre. Colección particular. París
Durante su primera estancia en París en 1900, descubrió las obras de Ingres, Courbet y Delacroix, y también las de los impresionistas Degas, Van Gogh, Gauguin y Toulouse-Lautrec, que le entusiasmaron. Allí tuvo ocasión de pintar varios lienzos que atestiguan la facilidad con que el malagueño asimilaba las nuevas influencias. Este «Café de Montmartre» nos da una prueba del influjo de Manet y Toulouse-Lautrec al representar su impresión visual con pocas líneas enérgicas y vivas manchas de color.
Niña con paloma. Colección particular. Londres
En 1901, Picasso regresa nuevamente a París. Deja de pintar las escenas de café y de interiores de ambiente parisino que había realizado el año anterior siguiendo la línea impresionista. Esta «Niña con paloma», realizada en 1901, es otra de sus primeras pinturas, pero ya en ella se aprecia claramente su personal estilo. Aquí las formas están representadas mediante simples contornos, y los colores son armoniosos, combinándose en una serena gama de tres matices, en la que dominan los tonos verdes. Resulta curioso observar que desde ahora, al firmar sus cuadros, pondrá solo Picasso, omitiendo el apellido paterno en favor del de su madre.
La Vida. Museo de Cleveland
Pronto nos descubre Picasso su faceta sentimental, cargada de pesimismo, en una serie de obras que tienen un denominador común. Con un dibujo fino, pero cargado de emotividad, nos presenta gentes de cuerpos escuálidos, mendigos, ciegos, músicos callejeros: dotados todos ellos, sin embargo, de un aire distinguido y una expresión inteligente, aunque melancólica. Casi todas sus obras realizadas entre 1901 y 1904 ofrecen como tonalidad dominante un color azul frío, que contribuye a dar esa sensación de pesimismo social y de una casi irremediable desesperación que emana de los temas tratados. Es la llamada «época azul», un primer periodo completamente autónomo y original de la obra de Picasso.
La mejor obra que produjo el pintor en este período es «La vida» (1903), en la que esa sensación de miseria resulta muy acentuada por la austeridad del dibujo y la reducida paleta limitada a los colores fríos.
La comida frugal. Grabado al aguafuerte.
Por estos mismos años hay que situar uno de sus mejores grabados al aguafuerte, «La comida frugal», ejecutado en 1904 y cuyo tema es similar al de las composiciones de la época azul. Las técnicas gráficas han tenido gran importancia para Picasso. Pero no se trata de estudios preliminares para obras ejecutadas posteriormente con otras técnicas; sus dibujos, sus grabados son, por el contrario, enteramente independientes de sus obras pictóricas. Picasso concede al dibujo y al grabado en sus diferentes técnicas la misma importancia que a la pintura. Ha practicado, además del dibujo y del grabado al aguafuerte, la litografía y el óleo.
Familia de saltimbanquis. Galería Nacional de Washington
En la primavera de 1904, Picasso abandonó Barcelona para establecerse definitivamente en París. En Montmartre arregló una destartalada edificación, y allí, en el «Bateau Lavoir» de la rué Ravignan, residió hasta 1909. Poco después, el pesimismo inspirador de las obras anteriores va cediendo en intensidad; el dibujo se torna más blando y el modelado se hace más sencillo. Usa ahora una nueva tonalidad en sus pinturas. Es la «época rosa» (1905-1905). Las figuras dejan ahora de moverse en un espacio vacío e inhabitable, como en el período precedente. El tránsito de una a otra etapa viene marcado por esta «Familia de saltimbanquis» (1905), cuyo tema —la vida de los personajes del circo— será el dominante en las obras de este periodo. Sus pinturas se apartan del pesimismo social para sugerir una lírica tristeza, esa tristeza de los que viven bajo la lona con la finalidad de que las demás personas se alegren y olviden su propia tristeza.
Retrato de Gertrude Stein. Metropolitan Museum. Nueva York
En 1905, Picasso conoció a Guillaume Apollinaire, que se convertiría en uno de sus amigos más íntimos, a la vez que en uno de los principales defensores de la nueva forma pictórica que está germinando. También por estos años conoce el malagueño a Braque y a Derain. A la muerte de Cezanne se celebra en París una exposición antológica de sus obras y otra de los «fauves» capitaneados por Matisse. Si estos le animan a volver la espalda al naturalismo impresionista, el constructivismo de Cezanne, con su simplificación de las formas, le indica el camino hacia los volúmenes geométricos. Hay además un nuevo factor: la escultura negra africana, que ahora se pone de moda en París, le descubre un arte muy antiguo formado sobre esas mismas premisas y, a pesar de su esquematismo, dotada de intensa expresividad. Picasso realiza ahora numerosas cabezas inspiradas en las máscaras africanas de la Costa del Marfil. Podría incluso hablarse de una «época negra».
Picasso ya está completamente fuera del periodo rosa y se encamina decididamente hacia nuevas experiencias plásticas. En 1906 realiza el «Retrato de Gertrude Stein» como un gesto de agradecimiento hacia una de las primeras personas que le ayudaron en sus primeros momentos parisinos comprándole cuadros. Repetidas veces la señora Stein posó para el artista, pero este no quedó satisfecho del rostro de la escritora americana y decidió interrumpir su trabajo. Pasó unas vacaciones en España y su estilo comenzó a cambiar. Del meticuloso tratamiento de los detalles pasa ahora a una concepción sintética y más amplia de la forma. De regreso a París, y sin necesidad de tener delante al modelo, Picasso pintó el rostro, cuya dureza le hace semejante a una máscara y contrasta rigurosamente con el resto del retrato.