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Juan Picasso González - El expediente Picasso

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Juan Picasso González El expediente Picasso

El expediente Picasso: resumen, descripción y anotación

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Expediente Picasso es el nombre con el que se conoce al informe redactado por el general de división Juan Picasso, destinado en el Consejo Supremo de Guerra y Marina, en relación a los hechos acontecidos en la Comandancia General de Melilla en los meses de julio y agosto de 1921: el llamado Desastre de Annual y el abandono de las posiciones. El Ejército español asistió a la muerte de aproximadamente 10 000 de sus hombres (Las cifras oscilan entre los diferentes autores, moviéndose, salvo casos extremos, entre 8000 y 12 000 muertos). Tras el derrumbamiento militar, el Alto Comisario Dámaso Berenguer, trasladado a esta plaza, solicitó al ministro de la Guerra que un oficial general, nombrado por aquel, investigase los hechos y depurase las responsabilidades que hubiera lugar. Mediante la Real Orden de 4 de agosto de 1921 el vizconde de Eza, ministro de la Guerra, nombró al general Juan Picasso para que investigara en la propia plaza de Melilla los hechos ocurridos. Sin embargo, el desastre se reveló de tal envergadura que el gobierno de Allendesalazar se vio obligado a dimitir. En agosto de 1921, el rey Alfonso XIII encarga formar Gobierno a Antonio Maura, que nombró a Juan de la Cierva como ministro de la Guerra. Picasso ya había comenzado sus investigaciones en Melilla, y el 15 de agosto envió al general Berenguer un escrito solicitando los planes de operaciones que habían guiado la actuación del general Silvestre y sus tropas. El general Berenguer, preocupado de que la investigación pudiese mostrar las responsabilidades del Alto Mando (concretamente, las suyas propias), trasladó el escrito al ministro de la Guerra el 20 de agosto, solicitando instrucciones al respecto y manifestando así mismo que no se consideraba autorizado a proporcionar tal información por ser materia reservada. Presionado el ministro, se dictó una nueva Real Orden el 24 de agosto, aclarando al general Picasso que los acuerdos, planes o disposiciones del Alto Comisario quedaban fuera de sus investigaciones, y que debía limitarse a los hechos realizados por los jefes, oficiales y tropa para deducir responsabilidades en los casos en los que no se hubieran cumplido las obligaciones militares. El 31 de agosto el general manifestó en carta al ministro su desacuerdo con la Real Orden, manifestando que se debía investigar sin exceptuar a nadie, incluidas las más altas instancias del mando, ya que no se podían concretar las responsabilidades a sucesos incidentales, consecuencia natural y obligada de los errores y desaciertos del mando. Ofrecía asimismo la posibilidad de que se le relevase de la comisión encargada para continuar su trabajo como representante militar español ante la Sociedad de Naciones. Picasso decide no dimitir y se traslada a Melilla. Toma declaración a setenta y nueve personas, sólo en relación con Annual. Uno a uno, escribe «Muerto», «Desaparecido», «Presente» o «Plaza» junto a los nombres de los soldados y oficiales que se vieron envueltos en el Desastre. El resultado, tras nueve meses de intenso trabajo, sería un extenso y detallado expediente, que iba mucho más allá del típico informe judicial, y que supuso un ejercicio de memoria verdaderamente extraordinario, para cuya realización se emplearon fuentes orales, documentales y de otro tipo, con la debida prevención y una cuidada metodología; lo que, unido al objetivo de rescatar la memoria de aquellos fatídicos días y salvarla para la posteridad, hace que el trabajo de Picasso, pese a partir con una voluntad judicial, pueda ser considerado sin duda también como un trabajo histórico, mucho más contrastado y riguroso que la inmensa mayoría de la historia que se hacía en la época. El 18 de abril de 1922, el General regresa a Madrid con un abultado expediente de 2433 folios que entregó al Congreso. Este expediente finalizaba con un informe personal de General, donde expresaba sus conclusiones sobre las responsabilidades de la actuación española en Marruecos durante julio de mil novecientos veintiuno, que es lo que se incluye en este volumen. El resultado, tras nueve meses de intenso trabajo, sería un extenso y detallado expediente, que iba mucho más allá del típico informe judicial, y que supuso un ejercicio de memoria verdaderamente extraordinario, para cuya realización se emplearon fuentes orales, documentales y de otro tipo, con la debida prevención y una cuidada metodología; lo que, unido al objetivo de rescatar la memoria de aquellos fatídicos días y salvarla para la posteridad, hace que el trabajo de Picasso, pese a partir con una voluntad judicial, pueda ser considerado sin duda también como un trabajo histórico, mucho más contrastado y riguroso que la inmensa mayoría de la historia que se hacía en la época. El 18 de abril de 1922, el General regresa a Madrid con un abultado expediente de 2433 folios que entregó al Congreso. Este expediente finalizaba con un informe personal de General, donde expresaba sus conclusiones sobre las responsabilidades de la actuación española en Marruecos durante julio de mil novecientos veintiuno, que es lo que se incluye en este volumen. Mientras el general Picasso instruía el expediente fue creciendo la idea entre ciertos sectores del país de que la causa contra los responsables del «desastre de Annual» no llevaría a ninguna parte. Sin embargo, sus consecuencias fueron de una trascendencia imprevisible en esos momentos.

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XIX

CONCLUSION

Surge la idea de abrir esta informa­ción. En conferencia de 1º de Agosto -folio 155-, el Ministro de la Guerra, con relación a deliberaciones del Consejo de Señores Ministros, manifiesta que se ha coincidido por todos en apreciar la necesidad de restablecer el sólido y necesario espíritu militar, y por ello pregunta al Alto Comisario si había ordenado instruir las informaciones pertinentes para depurar muchos de los hechos acaecidos, y cuya sanción condujera a levantar su ánimo y aliento; manifestando en su contestación esta Autoridad que, en orden a responsabilidades, se había limitado hasta entonces a someter a interrogatorio a los grupos de fugitivos que se presentaban y a algún oficial, porque también, a su juicio, podían existir “deficiencias que merezcan sanción y que debe ser aplicada como el mejor medio de mantener el espíritu del Ejército y el derecho de la Justicia”, manifestando, que nada había hecho en este sentido, “porque dada la magnitud de lo ocurrido” pensaba proponer al Ministerio la instrucción de una información especial, de la que pudieran derivarse los cargos consiguientes, tomando principio en este presupuesto la resolución de mandar abrir este expediente.

Complexi­dad de la materia de este expe­diente. Seguido el mismo por los prolijos trámites de su instrucción, se ha llegado laboriosamente al término de este dilatado resumen, todo lo extenso que exigía la magnitud de los acontecimientos que constituyen su asunto y sus lamentables consecuencias, y como imponía, de consuno, el precepto de la Real orden de proceder mandando esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio- en número de 130-, y, cual era consectario, elucidar el comportamiento y la función cumplida por las columnas móviles, sostén y garantía de la existencia de dichos puntos fortificados; habiéndose procurado fijar los hechos con la mayor (con la mayor) fidelidad posible en cuanto al Juzgado ha sido dable investigar; pues dado que al sentar sus conclusiones no sean, en casos, todo lo concretas que fuera de desear, tocante a personas responsables, obedece a que, como ya hubo de hacer constar en otro lugar, si bien los testigos han sido pródigos en ocasiones en sus manifestaciones, lo han sido siempre en su interés particular o bajo un concepto abstracto, mas parcos y reservados en demasía en determinar cargos personales, ni aun en interés mismo del prestigio del Ejército, obligando esto a las veces a proceder por deducción o mera inducción.

Causas ocasiona­les de los sucesos que se analizan. Es indudable, a tenor de la exposición general de antecedentes, como del contenido de las declaraciones se desprende, que han existido causas primordiales que han preparado de tiempo el desastre lamentado, por quebrantar principios invariables de orden y técnica militares, como en apartarse de las reglas más comunes de elemental previsión, asentando en falso la desmedida expansión del territorio, en que reside la razón determinante, inmediata, circunscripta a los hechos, de la catástrofe; pues que, en otros órdenes mediatos el Juzgado se abstiene de hacer apreciación que le está vedada. Mas, también es fuerza convenir en que ha habido otras concausas, circunstanciales, inherentes al nervio y a la conducta del ejército de ocupación, relajado por la misma distensión del desproporcionado esfuerzo a que se le sometiera, por defecto de su empleo, como por motivos que atañen a su preparación, continente, espíritu y moral.

Gradua­ción de la responsa­bilidad. Y así es que si la responsabilidad debe también estar en razón directa de la autoridad, en uno u otro sentido que se examine la cuestión, habrá de imputarse aquélla al mando, en primer término, que con inconsciencia, con incapacidad, con aturdimiento o temeridad, ha provocado el derrumbamiento de la artificiosa constitución del territorio; sin que en sus naturales e irremediables derivaciones no sean de exigir también aquéllas, en su medida y grado, a cuantos, con olvido del honor militar y del prestigio de las armas, no han sabido responder al cumplimiento de sus indeclinables deberes en el general fracaso de la moral; absteniéndose, eludiendo o excusando su participación personal, suscribiendo capitulaciones incomprensibles, evadiéndose del territorio, desamparando posiciones o abandonándose a desatentada fuga presa de pánico insuperable.

Síntesis de motivos determi­nantes de la catás­trofe. Claro es que recapitulando todo lo dicho pueden concretarse las causas generadoras de la catástrofe, de clara inteligencia de cuantos han disertado y depuesto sobre la materia, y que aun a conciencia de su repetición parece natural resumir en este punto, a modo de epílogo, cifradas tales causas en la desmesurada extensión de las diversas líneas militares tendidas en el territorio, ya de contacto con la zona insometida o frente ofensivo, de conexión con la base natural, o ya de defensa interior, en desproporción manifiesta con la fuerza oficial del estado de la Comandancia correspondiente al 22 de Julio, computada en 19.923 hombres “disponibles” -folio 379-, acusando una densidad absurda en cualquiera de sus puntos; la existencia de las cabilas armadas dejadas a retaguardia; pretender en tales condiciones adelantar temerariamente en el territorio insumiso y foco de la rebeldía sin medios adecuados ni preparación política, fiando en el azar y contando con la “estrella”, en demanda de la bahía de Alhucemas, afrontando el fuerte valladar de la estribación de Cabo Kilates, con error manifiesto de apreciación en cuanto al alcance militar de la empresa, y de cuyo dudoso éxito pudo ser aviso y advertencia el desgraciado fracaso de Abarrán; fiar la seguridad del territorio de retaguardia al cúmulo de posiciones dispersas, deficientemente organizadas, mal abastecidas y guarnecidas, con disgregación de las fuerzas y constituyendo en sí mismas grave cuidado y compromiso; la falta de líneas escalonadas de apoyo para el caso de un obligado repliegue, eventualidad descartada de los cálculos del mando; y una vez provocados los sucesos, la acumulación apremiada en el frente amenazado de todas las fuerzas disponibles de la región, con desguarnecimiento de la retaguardia y de la plaza, haciendo irreparable, por el fatal concierto de todas dichas circunstancias, las consecuencias del descalabro y de la desastrosa retirada, sobrevenida impensadamente para el Mando, pero ante el temor, si no en la previsión, de los que serenamente consideraban la situación del territorio.

Propagan­da sedi­ciosa en las cabi­las e im­pulso de éstas a la rebeldía. Es indudable, por lo demás, que el levantamiento de las cabilas se corrió al interior del territorio en rauda propagación, trabajada en dicho sentido, según la más concertada presunción, la población indígena, siempre hostil y refractaria en su indómito natural a toda idea de dominación. La propaganda sediciosa, de una parte, como la caída del frente, de otra, cediendo a la embestida impetuosa de la harca y determinando el desorden de la retirada sin contar con apoyo ni fuerzas escalonadas para contenerla y hacerla reaccionar, circunstancias harto conocidas para que escaparan al aviso del enemigo, así como el espectáculo de las desmoralizadas tropas dispersas y fugitivas, hubo de aguijar el instinto de independencia y de pillaje y determinar la hostilidad de los naturales y extender rápidamente casi hasta el límite extremo del territorio el movimiento insurreccional que se observaba desde el día 22 de Julio, que cae Anual ; el 24 en que se asedia Nador, de un lado, y Sámmar en la otra avenida de la plaza, alcanzando hasta Yazanen y apareciendo todo el país levantado, cortada la vida de las posiciones y aislados los contados puntos en que se mantiene la resistencia, desesperando de auxilio exterior y cayendo sucesivamente los puestos todos del inconsistente sistema defensivo de la región.

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