Jp. A. Calosse
Pedro Pablo
Rubens
Traducción: Alberto Suarez-Rojas
© Confidential Concepts, worldwide, USA
© Parkstone Press International, New York, USA
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ISBN: 978-1-64461-745-8
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Contenido
Listado de ilustraciones
Rubens en la Historia
El nombre de Rubens es conocido en el mundo entero y la importancia de la obra de este ilustre pintor flamenco del siglo XVII en la evolución de la cultura europea es universalmente reconocida. Las obras de este artista revelan una espontaneidad y un vigor tales en su acercamiento a la vida y en la afirmación de los más elevados valores, que hoy en día sus cuadros son percibidos como verdaderos fenómenos estéticos. Sin embargo, en el siglo XVII el nombre de Rubens no gozaba de la celebridad que alcanzaría más tarde, aunque parece extraño, pues algunos de sus contemporáneos lo celebraron como “el Apeles de nuestro tiempo”. Así desde las primeras décadas que siguieron a la muerte del maestro en 1640, la gloria europea que había conocido durante su vida se fue apagando poco a poco. Esto es quizá una consecuencia de las transformaciones que se operaron en la situación política de la Europa de la segunda mitad del siglo XVII . La primera mitad del siglo había visto la formación de naciones y de monarquías absolutas. Lo que Rubens aportaba de nuevo no podía dejar indiferentes a las diversas capas sociales de numerosos países europeos que aspiraban a la afirmación de su conciencia y unidad nacionales. El pintor defendía los valores sensuales del mundo material, exaltaba al hombre, otorgándole dimensiones cosmogónicas, celebraba el heroísmo patético y la poderosa tensión de las fuerzas físicas y morales del ser humano, cantaba el impulso engendrado por una lucha social que había alcanzado su paroxismo. Todo ello impulsaba al combate y servía a la vez como estandarte e ideal. Pero durante la segunda mitad del siglo, la situación había cambiado en Europa occidental: el absolutismo triunfaba en Alemania después de la guerra de los Treinta Años, en Francia después de La Fronda, y en Inglaterra con la Restauración. El proceso de escisión de las sociedades nacionales entre partidos conservadores y progresistas se aceleró induciendo un “cuestionamiento de los valores” entre los miembros conservadores de las clases privilegiadas. Esto provocó el nacimiento de una actitud ambigüa y hasta contradictoria con respecto a Rubens, actitud que se extendió en aquella misma Europa que, apenas ayer, resonaba con el canto a las glorias del maestro. Es por ello que, durante la segunda mitad del siglo XVII , perdemos la pista de numerosas obras del pintor que habían cambiado de propietario; es por eso también que su nombre es raramente citado en los inventarios y en los catálogos de la época. Será necesario esperar hasta el siglo XVIII para ver renacer el interés por la obra de Rubens.
Durante los tres siglos que transcurrieron desde su desaparición, la herencia del maestro, que nunca perdió su valor estético, fue apreciada e interpretada de muy diversas maneras. La doctrina estética dominante en cada etapa histórica, incapaz de sustraerse a su influencia, se esforzó por orientar su interpretación según las teorías y conveniencias del momento. Así se llegó a distinguir en su obra, como rasgos significativos, aquellos que se deseaba ver o bien aquellos que se temía descubrir. Sin embargo, la actividad y la obra de Rubens estuvieron tan estrecha e íntimamente fundidas con las realidades de su tiempo, que durante su vida no pudo tomarse la distancia indispensable para obtener una apreciación global del papel y de la importancia del artista. De hecho, ninguna obra dedicada a Rubens apareció en el curso de su vida. Sólo entusiastas propósitos y algunas loas versificadas de sus contemporáneos confirman su fama.
1. La adoración de los pastores (La Natividad), 1608, óleo sobre tela, 63,5 x 47 cm, Museo del Hermitage, San Petersburgo.
2. Autorretrato, 1640, Kunsthistorisches Museum, Viena.
3. Cabeza de anciano, hacia 1609, óleo sobre tela, 63,5 x 50,2 cm, Museo del Hermitage, San Petersburgo.
4. La Coronación de la Vírgen, hacia 1609-1611, óleo sobre tela, 106 x 78 cm, Museo del Hermitage, San Petersburgo.
5. La Vírgen y el niño en una guirnalda de flores, Alte Pinakothek, Munich.
6. La caridad romana, hacia 1612, óleo sobre tela, 140,5 x 180,3 cm, Museo del Hermitage, San Petersburgo.
7. El Cristo coronado de espinas (Ecce homo), anterior a 1612, óleo sobre madera, 125,7 x 96,5 cm, Museo del Hermitage, San Petersburgo.
8. Júpiter y Calisto, 1613, óleo sobre madera, 126,5 x 187 cm, Gemäldegalerie Alte Meister, Kassel.
El juicio de Vincenzo Giustiniani, mecenas del Caravaggio, emitido en una carta escrita todavía en vida de Rubens, puede ser considerado como la primera tantativa por determinar el carácter de la creación del maestro. Disertando sobre la evolución de la pintura contemporánea, el autor trazaba un paralelo entre Caravaggio y Guido Reni, mientras que los oponía a Rubens, asociándolo a los “naturalistas” como Ribera, Terbrugghen y Honthorst. Las obras consagradas a Rubens harán su aparición sólo durante el período en el cual la actitud de panegírico con respecto al gran flamenco es puesta en cuestión, al tiempo que comienza a afirmarse la estética del “gran estilo”.
Uno de los máximos representantes de esta tendencia fue Giovanni Pietro Bellori, director de la Academia romana de San Lucas. Sus teorías de inspiración clasicista, ejercieron una influencia sobre la formación del gusto artístico en toda la Europa de la segunda mitad del siglo XVII . Según su doctrina, el arte está llamado, ante todo, a encarnar “la idea de lo Bello”; todo lo individual, particular, fortuito y efímero debía ser elevado a nivel de un valor universal, eterno e inmutable.
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