Desde que comenzó el confinamiento por la COVID-19 en España, el 14 de marzo del 2020, cada fin de semana escribí un artículo sobre la crisis del coronavirus SARS-CoV-2, aderezado con anécdotas futbolísticas para hacerlo más apetitoso a los aficionados al fútbol. Estos artículos satisfacían una necesidad, tanto del escritor como del lector, de saber qué estaba pasando y qué iba a pasar. La mayoría de los contenidos sobre la COVID-19 están basados en artículos científicos que he leído y filtrado echando mano de mis veinticinco años de experiencia como investigador biomédico.
En la semana siete hice un amago de retirada, pero me echaron spray milagroso en la banda y volví al campo. En la semana doce, me tiré al suelo exagerando las molestias para salir de un partido que nos ha dejado exhaustos. Aquí queda un relato histórico, científico, y futbolístico, de tres meses de confinamiento que nunca nadie se había imaginado.
Estos doce Raticos de Coronavirus han sido una tabla de flotación durante el tsunami de la COVID-19. Me motivaron a leer publicaciones científicas de un tema nuevo y apasionante, me obligaron a practicar el placer de escribir, me hicieron sonreír al encontrar analogías y anécdotas en el mundo del fútbol, y me han mantenido en contacto con gente muy querida, que los leían y comentaban.
Prólogo
Hace algunas décadas estaba en Madison, EE.UU., trabajando en mi tesis doctoral. El tema que tenía entre manos me fascinaba y le dedicaba una cantidad ingente de horas tanto entre semana como los fines de semana. Pero había otra preocupación que era casi igual de importante: encontrar pareja. Así que la fiesta del viernes por la noche era infaltable. Uno se servía una cerveza, se acercaba a alguna chica particularmente atractiva e iniciaba una conversación. La cosa iba bien hasta que llegaba la pregunta fatídica
—Y ¿en qué estás trabajando?
—Estoy estudiando la producción secundaria de las bacterias heterotróficas en el plancton del Lago Mendota.
La chica entendía lo del Lago Mendota, porque era el lago más grande de la ciudad, donde todos íbamos a nadar en verano y a patinar sobre hielo en invierno. Pero del resto no asimilaba ni una sola palabra. Podía ver mi error, mi craso error, en la cara de la chica. Y llegaba la respuesta irremediable:
—¡Oh! Interesante.
Fin de la conversación.
Tardé algunos meses en encontrar la forma de cambiar este final funesto. Pero una vez encontrado, el recurso fue todo un éxito:
—Estoy estudiando el comportamiento sexual de las bacterias en el Lago Mendota—respondía.
La cara de la chica era en principio de perplejidad y luego llegaba la respuesta esperada
—¡Oh! ¿En serio?
Y a partir de ahí la conversación se ponía mucho más interesante.
Este es precisamente el problema al que nos enfrentamos los científicos cuando intentamos transmitir a nuestros familiares, amigos y al público en general la fascinación, el entusiasmo por lo que hacemos, la belleza de lo que estudiamos. Normalmente somos incapaces de presentar nuestro tema de una forma que resulte, en primer lugar atractiva y, en segundo lugar, asimilable para nuestro interlocutor. Por eso este libro es una contribución singular a la divulgación. Utilizar un tema con el que muchos estamos familiarizados, el fútbol, para explicar de forma clara y precisa un tema extraordinariamente complejo como es una epidemia, más aún, si es una epidemia de un virus nuevo del que no sabemos casi nada, es un mirlo blanco.
El lector aprenderá muchas cosas útiles como por qué hay que lavarse las manos, cuál es la diferencia entre los distintos test para detectar el virus, las características de distintas mascarillas y otras muchas cosas. Pero siempre acompañado por imágenes del fútbol. Las diferencias entre delanteros muy efectivos y poco efectivos sirven para comparar la infectividad de distintos virus. Las temibles tandas de penaltis ayudan a comparar los diferentes test para detectar el virus. Los fantásticos fichajes de Monchi en el Sevilla ayudan a entender los falsos negativos que tienen muchas pruebas. Casi cualquier aspecto de fútbol tiene su equivalente en el coronavirus.
El tema está tratado con una cierta ironía que hace más llevadera la tragedia que estamos viviendo. Se trata de un estilo completamente alejado de las afirmaciones extremas de gobernantes y de oposición, de políticos enzarzados en sus peleas, de científicos mediáticos hinchándose con su propio ego, de famosos opinando sin tener la más remota idea de cómo funcionan las epidemias, de insensatos que recomiendan sanaciones absurdas. Todo está contado con la sencillez y la humildad del investigador que es consciente de que sabemos mucho menos de lo que imaginamos, que la prudencia es imprescindible, pero que paso a paso, con experimentos bien realizados, avanzamos con seguridad hacia la resolución del problema. La ironía y el rigor se combinan con un respeto por el sufrimiento de los seres humanos afectados, que aparece en algunos pasajes emotivos. Un equilibro muy difícil de conseguir. El texto transmite una actitud de confianza en la investigación, de respeto por los seres humanos y por la biología y de prudencia. Una actitud siempre sabia, pero especialmente imprescindible en tiempos de pandemia.
Carlos Pedrós-Alió
Profesor de investigación del CSIC en el Centro Nacional de Biotecnología, divulgador científico y escritor.
Premio de investigación científica Ciudad de Barcelona, miembro de la American Academy of Microbiolgy, vocal del International Committee for Marine Microbes (ICoMM), representante de España en el European Polar Board y miembro del comité español del Scientific Committee for Antarctic Research (SCAR).
Prólogo II
Estoy acostumbrado a compartir vestuario con jugadores de fútbol cuyos nombres se oyen en todos los ambientes de aficionados a este deporte. Pero es la primera vez que comparto la experiencia de contribuir en un libro escrito e introducido por dos grandes científicos.
Cuando me invitaron a escribir este prólogo como representante del fútbol, experimenté la misma tensión que siento cuando estamos disputando una final: se ha terminado el tiempo de juego y hay empate. Vamos a la prórroga y persiste el empate, por lo que ya no queda más remedio que jugarnos la victoria en los penaltis. Entonces llega el momento en que el entrenador decide los cinco nombres de los lanzadores, entre ellos el mío, y me asigna el último lugar. De inmediato empieza ese cosquilleo. Estoy nervioso, pero debo controlarme para que así el balón salga de mi bota alcanzando el fondo de la red. Será el grito de ¡goool! del público el que me devuelva a la realidad por la victoria lograda.
He aprendido grandes lecciones de mis entrenadores. Soy holandés, la tierra natal del gran maestro Johan Cruyff. Su lema de “Salid, jugad y disfrutad” lo llevamos grabado a fuego en nuestra piel y forma parte de nuestro ADN. Cuando Pep Guardiola nos decía: «La pelota ha de rodar pegada a la punta de la bota. No se debe perder. Corred-bailad y no permitáis que el contrario se haga con ella», era muy fácil hacerlo.
Pero correr, regatear, tirar y acertar exige entreno y una gran dedicación fuera y dentro del campo para ser un profesional, como lo son los científicos que están estudiando, descubriendo y desarrollando el tratamiento adecuado para marcarle el gol de la victoria a este terrible virus que ha afectado a tantísimas personas.
Este libro explica de manera fácil la enfermedad, cómo protegerse del “virus con corona”, y seguro que los lectores hallarán las respuestas a las preguntas que puedan tener. El autor, siguiendo lo que decía Johan Cruyff, “ha estudiado, escrito y disfrutado” escribiendo esta obra.