Con 73 años me agarro al fútbol como medicina mental, estudiando su evolución permanente como superación personal. Y analizo planteamientos como el de Miguel Delibes: «Creo que el fútbol era hace setenta años más espontáneo y menos táctico, con la consecuencia de que se metían muchos más goles». Decía Juan Cruz que «En el fútbol la melancolía dura hasta el partido siguiente».
«¿Un nuevo corazón para el fútbol?», escudriño en este ensayo de fútbol que «El futbol no se concebía como un juego de equipo sino de individuos, de ahí que cada uno pretendiera realizar su “proeza” individual, culminándola en gol». Insiste Vicente del Bosque: «Lo que vale es jugar al fútbol» (…) «En el futuro no veo la muerte del toque ni que sólo se vaya a un tipo de futbolista fuerte». Interesante lo que nos dijo Guardiola: «Me educaron para descifrar el juego. A la mayoría de jugadores nadie les ha dicho nada. A muchos entrenadores no les interesa nada de lo que estamos hablando. Desde jóvenes, a los jugadores les dicen que hay que luchar, que hay que ganar y esas cosas, y llegan a primera división sin conocer el juego».
Mis manifiestos del fútbol encontraron posos de felicidad, de amargura, de entusiasmo, de alabanza. Y Gary Hammel me ilustró: «Los expertos en tácticas militares intentan descubrir las raíces profundas de la ventaja competitiva…» Pero William Shakespeare concretó la esencia: «Qué me importan a mí los músculos, la estatura, el cuerpo y el tamaño de un hombre? Denme su espíritu…»
Martín Caparrós nos habló del fútbol pandémico: «El coronavirus desafía la antropología y sociología del fútbol. No solo por ser un deporte de contacto, sino porque los hinchas están acostumbrados a gritarse los goles a la cara, a salpicarse de saliva».
En el fútbol, por supuesto, se manifiesta con generosidad el placer de disfrutar con los errores ajenos. Los alemanes utilizan un término, «Schadenfreude», para recoger esa mala práctica de regodearse del mal ajeno. En España, quizás, se resuelve con el «choteo» al contrario.
Y estoy muy de acuerdo con Carlos Cueva cuando afirmó: «El efecto más claro de la ausencia de público en los estadios es el árbitro… Sin público, el árbitro se vuelve neutral». El colmo ha sido llegar a conclusiones como que «El penalti pitado a Militao fue “inconstitucional”». Afortunadamente, podemos esgrimir una apabullante evidencia: «El Reglamento siempre ha estado en el origen de los grandes cambios en el fútbol».
¿Un nuevo corazón para el fútbol?
Manuel Rodríguez García
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¿Un nuevo corazón para el fútbol?
© 2022, Manuel Rodríguez García. MAROGAR
© 2022, Ushuaia Ediciones
EDIPRO, S.C.P.
Carretera de Rocafort 113
43427 Conesa
info@ushuaiaediciones.es
ISBN edición ebook: 978-84-16496-92-1
ISBN edición papel: 978-84-16496-91-4
Primera edición: enero de 2022
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: © Natasa Adzic / Shutterstock.com
Todos los derechos reservados.
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Índice
Nació Bruno en 2021, mi quinto nieto.
A él le dedico este nuevo ensayo, el decimocuarto.
Bruno significa «Acorazado».
Y que se dedicará a la informática o la tecnología.
Escalando puestos de responsabilidad.
Yo me conformo con que tenga buen corazón.
Como mi libro.
PREÁMBULO
¿Qué vamos a hacer el día después?
Porque la Liga pasada 2019/20, la del «coronavirus» y todas sus consecuencias, marcaron una nueva senda en la gestión global de los clubes de fútbol. Y el descenso galopante en lo económico (salarios, contratos, traspasos, etc.) hará recapacitar a todos si dicha solución práctica irá en detrimento de las prestaciones globales del fútbol, en su conjunto, para un futuro que se nos antoja más inseguro por la volatilidad de sus factores principales.
La «industria del fútbol» sufrió un terremoto espectacular, hubo movimientos sísmicos y volcanes fogosos que destruyeron muchas estanterías de ingresos, tanto los inherentes al público que asistía al espectáculo en los estadios como los derivados de las retransmisiones televisivas, sin duda menos espectaculares. Necesariamente, los gastos fijos que generan los protagonistas de este maravilloso circo del sol quedarán condicionados para el futuro más inmediato. El suflé de este maridaje era grandioso, espectacular, casi «hollywoodiano», pero se demostró que también estaba inflado, hasta el oropel se destiñó. Todo ha quedado a la ambigüedad de una realidad siempre dependiente de la enfermedad y de manera asimétrica según qué países o continentes.
Hasta los Juegos Olímpicos del verano 2020 fueron suspendidos «sine die» ante la imparable devastación de infecciones producida por el «Covid19». Los países han perdido ciudadanos y mucho producto interior bruto por la necesidad de suspender actividades económicas vitales, que deberán recuperar con inversiones monstruosas a un plazo amplio y mucho esfuerzo de personas que gran parte de ellas perdieron inicialmente sus puestos de trabajo y, otras, quedarán arruinadas en el camino. Parecía que la temporada 2020/21 sería la de «normalización» pero tan solo llegó el «Europeo2020» desde 11 de junio a 11 de julio, con asistencia limitada de público en algunos escenarios.
¿Esta «ruptura» apocalíptica servirá para igualar las diferencias existentes en el fútbol entre los diversos continentes? Por lo que será inevitable profundizar en el corazón de todas las «cosas» del fútbol, a pesar de que «Entre todas las cosas que existen en la vida que te pueden proporcionar emociones, la literatura, el cine, el sexo, los amigos… el fútbol es muy poderoso». (Luis Alegre). Pero tendremos que partir de una idea aglutinadora como la de Stephen Covey de que «Primero lo primero». ¿Y qué es lo primero? Me gustaría apoyarme en el razonamiento de Enrique Carreteo en su libro «La religión esférica»: «Percatémonos de que el fútbol es además un juego, y el juego, como han puesto de manifiesto los trabajos de Johan Huizinga y Roger Caillois, es el fundamento mismo de la cultura. El componente lúdico del fútbol desempeñará un papel esencial en la explosión del imaginario por su propia naturaleza, el juego ya implica desentenderse de la seriedad reinante en un mundo dominado por la racionalidad del trabajo».
¿El fútbol perdió su norte? En sus «Secretos de fútbol» plasmaba Moisés Ruiz una serie de pensamientos basados en la pasión, la metáfora, la humildad para el éxito, quizás también el pragmatismo además de la innovación, el encanto, la confianza, la vocación, que invita a bucear en todos esos secretos poco evidentes. ¿Tendremos que volvernos niños, limpiarnos de los malos sentimientos anteriores en torno a un fútbol excesivamente mercantilizado, renovar nuestros corazones en torno a un fútbol más transparente y dichoso sin tanta manipulación mediática; y zambullirnos con valentía en una nueva burbuja plenamente desinfectada…?
¿Necesita el fútbol una nueva brújula o un nuevo corazón? Pero… ¿cuál sería el nuevo corazón del fútbol?
INTRODUCCIÓN
Dejaba plasmado Enrique Carretero, en «La Religión esférica», que «Vázquez Montalbán reconocía que prestar atención al fútbol, asumirlo como objeto de reflexión intelectual, era una manera muy fiable de tomar el pulso al latir auténtico de una sociedad, incluso de una cultura». Y como decía Stephen Covey «Primero lo primero», algo parecido a lo que tantas veces hemos repetido de Vujadin Boskov: «Fútbol es fútbol».