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© Salvador Dalí, Gala-Salvador Dalí Foundation/ Artists Rights Society (ARS), New York, USA
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Introducción
Los años del rey
Niñez y adolescencia en Figueras y Cadaqués
Los recuerdos de Dalí parecen comenzar –o eso nos informa el pintor en su autobiografía– dos meses antes de su nacimiento el 11 de mayo de 1904. Recordando este período, describe el «paraíso intrauterino» definido por «colores del Infierno, que son rojo, anaranjado, amarillo y azulado, el color de las llamas, del fuego; sobre todo era cálido, quieto, suave, simétrico, duplicado y pegajoso».
La vida de Dalí se ve ensombrecida por la muerte de su hermano. El primero de agosto de 1903, el primogénito de la familia, con apenas dos años, murió de gastroenteritis. El mismo Dalí declaró que su hermano ya había alcanzado la edad de siete años y que había enfermado de meningitis.
Como preparación para una exhibición sobre los años formativos de Dalí, en Londres en 1994, Ian Gibson examinó los certificados de nacimiento y de defunción del hermano muerto, y determinó que la declaración del pintor era incorrecta.
Gibson también señaló que la acusación de Dalí, de que sus padres le habían puesto el nombre de su hermano muerto, era verdadera sólo en parte. Además de recibir el primer nombre de su padre, ambos tenían dos segundos nombres: al primero lo bautizaron Salvador Galo Anselmo y al segundo Salvador Felipe Jacinto. No obstante, el niño Salvador se ve a sí mismo ni más ni menos que como un sustituto de su hermano muerto:
«Durante toda mi niñez y juventud viví con la idea de que era parte de mi hermano muerto. Es decir, en mi cuerpo y mi alma llevaba el cadáver adherido de este hermano muerto porque mis padres hablaban constantemente del otro Salvador».
Por miedo a que el segundo hijo pudiera también enfermarse y morir, Salvador era especialmente consentido y malcriado. Estaba rodeado en un capullo de atención femenina, no sólo tejido por su madre Felipa Doménech Ferrés, sino también más tarde por su abuela María Ana Ferrés y su tía Catalina, quienes se mudaron a la casa familiar de Dalí en 1910.
Salvador disfrutaba de la compañía de las mujeres, en especial de las mayores, su abuela y Lucía. Tenía muy poco contacto con niños de su edad. Jugaba solo, se disfrazaba de rey y se miraba en el espejo: «Con mi corona, desnudo, y con sólo una capa sobre los hombros. Entonces me empujaba los genitales hacia atrás, entre los muslos, para verme lo más parecido posible a una niña. Ya entonces admiraba tres cosas: la debilidad, la edad y el lujo». La madre de Dalí lo amaba sin reservas; lo adoraba. Con su padre, Dalí gozaba de una relación diferente. Salvador Dalí y Cusi era notario en la ciudad comercial catalana de Figueras, cerca de la frontera franco-española. Sus antepasados eran granjeros que se habían establecido en Figueras a mediados del siglo XVI.
El mismo Dalí afirmaba que sus antepasados eran musulmanes convertidos al cristianismo. El apellido, poco común en España, proviene de la palabra «adalil», que a su vez tiene sus raíces en el arábigo y significa «líder». El abuelo de Dalí, Galo Dalí Viñas, se suicidó a los treinta y seis años, después de perder todo el dinero especulando en la bolsa de cambio. El padre de Dalí creció en la casa de su hermana y su esposo, un nacionalista y ateo catalán. La influencia de éste sobre su joven cuñado era notoria: en lo vocacional, el padre de Dalí siguió sus pasos, optando por estudiar derecho, y maduró como un librepensador anticatólico.
A raíz de esto, decidió no enviar a su hijo Salvador a una escuela católica, lo que hubiera correspondido a su posición social, sino a una escuela estatal. Al no alcanzar el nivel requerido en el primer año, su padre permitió que lo transfirieran a una escuela católica privada de la orden francesa La Salle. Allí, entre otras cosas, el pequeño de ocho años aprendió francés, que más tarde se convertiría en su segunda lengua, y recibió sus primeras lecciones de pintura y dibujo. En 1927, en la revista L’Amic de les Arts, Dalí escribió acerca de los hermanos de la orden, y expresó que ellos le habían enseñado las leyes más importantes de la pintura:
«Pintábamos algunas formas geométricas sencillas con acuarelas, delineadas previamente con líneas negras de ángulos rectos. El maestro nos decía que una buena técnica de pintura en este caso, y en general, consiste en la capacidad de no pintar sobre las líneas. Este maestro de arte [...] no sabía nada acerca de la estética. Sin embargo, el sano sentido común de un simple maestro puede ser más útil para un estudiante entusiasta que la intuición divina de un Leonardo».
Hacia la misma época en que Salvador recibía sus primeras lecciones de los hermanos de la Orden de La Salle, estableció su primer taller en un baño abandonado en el ático de la casa familiar:
«Puse mi silla en la pileta de cemento, y a través de ella, horizontalmente, la tabla de madera que protege del agua la ropa de la lavadora, de modo que la pileta estuviese medio cubierta. ¡Ésta era mi mesa de trabajo! En los días de calor, a veces me quitaba la ropa. Luego sólo bastaba abrir el grifo, y el agua que llenaba la pileta me cubría el cuerpo hasta la cintura».
Aparentemente, Dalí realizó su primera pintura en esta pileta. Las obras de mayor antigüedad, sin embargo, datan de 1914. Son acuarelas de formato pequeño, estudios de paisajes de los alrededores de Figueras.
También existen pinturas al óleo hechas a los once años, en su mayoría copias de obras maestras que encontraba en la bien surtida colección de libros de arte de su padre, en particular los Libros de Arte de Gowan. Salvador dedicó muchas horas a estudiar las reproducciones, con una afición especial por los desnudos de Rubens e Ingres.
Autorretrato con cuello rafaelesco, c. 1921. Óleo sobre lienzo, 40,5 x 53 cm. Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueras.
Jean-François Millet (1814-1875), El ángelus, 1857-1859. Óleo sobre lienzo, 55,5 x 66 cm. Musée d’Orsay, París.
El ángelus, c. 1932. Óleo sobre tabla, 16 x 21,7 cm. Colección privada, Galerie Natalie Seroussi, París.