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Enrique Gómez Carrillo - De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón

Aquí puedes leer online Enrique Gómez Carrillo - De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2020, Editor: Biblioteca Luna, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Enrique Gómez Carrillo De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón
  • Libro:
    De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón
  • Autor:
  • Editor:
    Biblioteca Luna
  • Genre:
  • Año:
    2020
  • Índice:
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De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón: resumen, descripción y anotación

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De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón, obra del genial periodista Enrique Gómez Carrillo y prologado por Rubén Darío, supone una de las crónicas de viajes más interesantes de principios del siglo XX. La obra, publicada en el año 1906, hace un recorrido por diversos países hasta enlazar con Japón, territorio por el que Gómez Carrillo sintió una gran fascinación y al que ayudó a que su cultura e historia fuese más conocida en el mundo occidental. Sin duda, este viaje por tierras ignotas, narrado por la pluma de este periodista guatemalteco, hará las delicias de todo curioso lector.

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De Marsella a Tokio
sensaciones de Egipto, la India, China y Japón


Enrique Gómez Carrillo


BIBLIOTECA LUNA MADRID MMXX Biblioteca Luna wwwbibliotecalunacom Madrid - photo 1

BIBLIOTECA LUNA
MADRID
MMXX

© Biblioteca Luna

www.bibliotecaluna.com

Madrid 2020

Título: De Marsella a Tokio: sensaciones de Egipto, la India, China y Japón

Autor: Enrique Gómez Carrillo

Edición e ilustración: Biblioteca Luna

Maquetación: Ignacio Carracedo Justo

Colaboradores: Lucía Avial-Chicharro

ID. 1202007640

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la ley, que establece penas de prisión y o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

Índice

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De Marsella a Tokio sensaciones de Egipto la India China y Japón Enrique - photo 2

De Marsella a Tokio
sensaciones de Egipto, la India, China y Japón

Enrique Gómez Carrillo

Prólogo

He aquí que un buen día oigo en mi antesala una voz conocida; luego estrecho la mano del amigo sonriente y complicado que me dice: «Aquí le traigo a usted un álbum de amores torturados, una oración tibetana, una estampa de Utamaro». Es Gómez Carrillo que vuelve de Japón.

Para mí un hombre que vuelve de Japón es siempre interesante; y si, como en este caso, ese hombre es un poeta, el hecho me resulta encantador. Este poeta, me digo, viene del país de los dragones, de las cosas raras, de los paisajes milagrosos y de las gentes que parecen caídos de la luna. Doy las gracias a Gómez Carrillo por su regalo. Hojeo mi álbum de eróticas epilepsias; desenrollo la oración tibetana que está en caracteres rojos y que ha de serme útil recomendación para Buda; y admiro la estampa de Utamaro. Juntos hemos admirado, con el querido Enrique, a Utamaro y Hokusay y a todos los artistas nipones que nos revelaban los Goncourt; mas esta estampa tiene para mí un valor precioso, el ser traída desde el imperio del Medio, por el compañero que ha tenido la suerte de ver con sus ojos de artista el Yoshivara, los puentes de bambú y las lindas muñecas todas sedas y genuflexiones y sonrisas, que apenas he podido yo amar en los biombos, abanicos y lacas de los ichi-banes de occidente, y en las secciones exóticas de las exposiciones universales.

Yo sería de los que juzgan odiosa la influencia europea en la tierra de los vencedores de Rusia, si no estuviese convencido de que esa raza no cambia en su fondo, y de que, a pesar de la importación de las levitas, del socialismo, del parlamentarismo y del sombrero de copa, existe en el japonés la intangibilidad de su espíritu y de sus antiguas tradiciones. Así es que tuve un verdadero placer cuando leí lo que Gómez Carrillo me escribía al cabo de un mes de vida japonesa: «He tenido una deliciosa desilusión. En vez del país europeizado y americanizado de que hablan los publicistas serios, he encontrado el delicioso pueblo de los abanicos. Entre los Leroy Beaulieu y los Loti, los Loti tienen siempre razón. Es un país de muñecas y de sonrisas, el yamato. Fuera de Yokohama que es internacional, fuera de los métodos industriales y de los sistemas guerreros que son europeos, todo sigue siendo lo mismo que antes. Desde mi ventana veo pasar a Madame Crisantema envuelta en su Kimono claro. Detrás de ella va un samurái a quien no le falta para ser un personaje de Kiuiso, sino el sable tradicional. Porque el modernismo ha suprimido los sables. Es todo lo que ha suprimido. Lo demás — los paraguas de papel, los trajes de seda, las sandalias de madera y las reverencias y las elegancias y los mimos y las extravagancias — todo lo demás, persiste como en el más lejano antaño. Aquí enfrente están construyendo una casa. Su propietario es un antiguo cónsul en San Francisco. ¿Cree usted que es una vivienda a la americana? Nada de eso, es una cajita de madera con tabiques corredizos de papel, con ventanas de papel, con puertecillas de papel. Todo es frágil, todo es claro, todo es escrupuloso, todo es delicioso. Al principio, cuando uno llega bajo la lluvia, la sorpresa es lamentable. ¡No es lo que habíamos soñado! ¡No es lo que habíamos visto en los cromos! Pero luego los ojos se acostumbran, y ante la animación de los canales pululantes de mozos desnudos, ante los parques donde las parejas se pasean galantemente bajo los más bellos árboles del mundo, ante las callejuelas laberínticas pobladas de jardincillos liliputienses, un amor de lo japonés nace en nuestras almas. Es el Japón de Loti, querido Rubén, el de Loti y el de Kipling, el de Lafcadio Hearn y el de Parcival Lowel. Es un Japón de etagère. Uno se acostumbra a eso hasta el punto de desear hacerse japonés, para vivir a la japonesa. Yo aún no me he decidido a vivir en un cajón de esos, como nuestro buen migo el coronel Domecq García, que duerme en el suelo y come con palillos; pero ya me pongo un kimono, ya me quito los zapatos al entrar en los templos y ya digo tratando de ser gorjeante, sayonara kurumaya san. ¡ah, querido Rubén, cuánto les agradezco a nuestra maternal NACIÓN y a mi buen LIBERAL que me hayan proporcionado la oportunidad de vivir una vida de muñeco en un paisaje de biombo! Cuando pronuncie usted mi elogio fúnebre, no deje de decir que yo tuve un alma de artista oriental y que mi ideal hubiera sido pintar flores, pájaros y musmés en las lacas áureas del Yamato.

No en un elogio fúnebre (de tal no se hable nunca, travieso Carrillo) sino en las primeras páginas de este libro primero de su viaje al Extremo Oriente, es donde digo eso y otras cosas más que saco de entre las muchas que callo. Es usted impresionable e incansable. Es usted curioso y deseoso; y hemos quedado convenidos en que sin escribir versos, es usted un poeta. En Japón, en efecto, se siente usted un alma de laqueur o de artesano de satsumas, pero ¿acaso antes en Hungría no se había usted sentido un instinto de tocador de violín? ¿no me dijo usted una vez que había soñado con hacerse monje en Ávila? ¿no es usted madrileño cuando le viene en gana, argentino cuando quiere y parisiense de París a todas horas y de todas maneras?… Nuestro excelente amigo Ernest Lajeunesse ha dicho una vez de usted: «hombre de espada y hombre de corazón, hombre de espíritu y gentilhombre, todo en fantasía y en razón, todo en sonrisa y todo en nube, este caballero de los Niebelungen, humorista y soñador, desengañado y entusiasta, inquieto de ideal y de perfección, seguro en la amistad, que se dedicó a diplomático para ser caballero andante y vagabundo de Estado, pasea su ensueño y su eterna y voluptuosa nostalgia. En todas partes está en su casa, encantado y encantador, al corriente, enseguida, de los buenos lugares, de los sitios maravillosos, de las minas de alegría y de los viveros de ambrosia fresca, y, por todas partes —¡oh! discretamente — está fuera de su país. Es ese el secreto de su talento y de su escritura. Ve, juzga, de alto y alrededor. La música de sus palabras, para ser precisa, es lejana y de un ritmo reconocido por lo excelente y sobresaliente. Cuando Carrillo canta el alma encantadora de París, es en nombre y por razón de otra alma más vaga a la vez y más íntima, inmensa y secreta; cuando se inclinaba sobre almas y cerebros, era pensando en otros cerebros y otras almas; — él es distante ». Yo creo más o menos como Lajeunesse. Y digo más o menos, porque conozco desde sus comienzos los vuelos de su espíritu, y tengo, también desde hace largo tiempo la experiencia de sus caprichos, la admiración de su ingenio, y el gusto de sus prosas preciosas. «

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