REENCARNACIÓN
ANNIE BESANT
Nuestro concepto de la reencarnación, puede aclararse más y ponerse más en armonía con el orden natural, si la consideramos como un principio universal, y luego pasamos a observar el caso especial de la reencarnación del alma humana. Al estudiarla, este caso especial es generalmente arrancado de su sitio en el orden natural, y se le considera, con gran detrimento suyo, como un fragmento dislocado; pues toda la evolución consiste en una vida evolucionadora que pasa de una forma a otra a medida que se desenvuelve, almacenando en sí misma la experiencia adquirida en dichas formas. La reencarnación del alma humana no es la introducción de un nuevo principio en la evolución, sino la adaptación del principio universal para adquirir las condiciones necesarias para la individualización de la vida en constante desenvolvimiento. Mr. Lafcadio Heam: otra señal del camino por el cual ha viajado el individuo en el pasado. La principal dificultad que tienen muchos para admitir la doctrina de la reencarnación, es la falta de memoria respecto del pasado. Sin embargo, cada día confirman el hecho de haber olvidado mucho de la vida presente, y que los primeros días de la niñez están borrosos, y los de la infancia son un vacío completo. Deben saber también que los sucesos pasados que han huido por completo de su conciencia normal, se encuentran, sin embargo, escondidos en obscuras cavernas de la memoria, y pueden presentarse vívidamente en ciertas enfermedades, o bajo la influencia del magnetismo. Hay ejemplo de un moribundo que ha hablado una lengua que sólo había oído en su infancia, y que le había sido desconocida durante su larga vida; en el delirio, sucesos largo tiempo olvidados, se han presentado de un modo vívido a la conciencia. Nada se olvida realmente; pero mucho se halla oculto a la vista limitada de nuestra conciencia ordinaria, la cual es la forma más circunscripta de nuestra conciencia, por más que sea la única conciencia reconocida por la gran mayoría. Del mismo modo que el recuerdo de una parte de la vida presente se halla fuera de los límites de la conciencia ordinaria, y sólo se muestra de nuevo cuando el cerebro se encuentra en estado supersensitivo, y puede entonces responder a vibraciones que, por regla general, no es capaz de percibir, así también el recuerdo de las vidas pasadas se halla almacenado fuera del alcance de la conciencia física. Se halla todo él en el Pensador, que es el único que persiste vida tras vida; él tiene todo el libro de la memoria a su alcance, pues es el único «yo» que ha pasado por todas las experiencias que en ella se registran. Por otra parte, puede imprimir el recuerdo del pasado en su vehículo físico, así que lo haya purificado, de modo que pueda responder a sus fugaces y sutiles vibraciones, y entonces el hombre de carne puede compartir su conocimiento del pasado acumulado. La dificultad de la memoria no consiste en el olvido, pues el vehículo inferior o sea el cuerpo físico, no ha pasado nunca por las vidas anteriores de su dueño; consiste en la absorción del cuerpo actual en su medio ambiente presente, en su grosera insensibilidad para responder a las delicadas vibraciones, únicas por las cuales puede hablar el alma. Los que quieran recordar el pasado, no deben tener concentrado todo su interés en el presente, sino que deben purificar y refinar el cuerpo hasta que pueda recibir las impresiones de las esferas más sutiles. La memoria de las vidas pasadas, sin embargo, la posee un considerable número de gente que ha llegado a adquirir la sensibilidad necesaria del organismo físico, no siendo ya para ellas la reencarnación una mera teoría, sino un asunto de conocimiento personal. Así sabe cuánto más rica es la vida presente con el recuerdo de las pasadas, viendo que los amigos de este breve día son los mismos de hace mucho tiempo, con lo que los recuerdos antiguos fortalecen los lazos del pasajero presente. La vida gana en seguridad y en dignidad, cuando se la ve con una extensa perspectiva tras sí, y cuando los amores de antaño reaparecen en los amores de hoy. La muerte se reduce a su propia insignificancia, como un simple incidente de la vida; el cambio de un escenario por otro, como un viaje que separa los cuerpos, pero que no puede separar al amigo del amigo. Se ve que los lazos del presente no son más que eslabones de una cadena de oro que se extiende en el pasado, pudiendo afrontarse el porvenir con la alegre confianza que proporciona la idea de que estos lazos subsistirán, y que forman parte de aquella cadena no interrumpida. De vez en cuando vemos niños que han aportado recuerdos de su inmediato pasado, las más veces cuando han muerto en la niñez y vuelven a nacer casi inmediatamente. En Occidente son estos casos más raros que en Oriente, porque en Occidente las primeras palabras de tal niño serían acogidas con incredulidad, y pronto perdería la confianza en sus propios recuerdos. En Oriente, donde la creencia en la reencarnación es casi universal, los recuerdos del niño son escuchados, y cuando ha habido oportunidad, se han comprobado. Hay otra consideración respecto de la memoria, que merece estudiarse. La memoria de los sucesos pasados, permanece, como hemos dicho, únicamente en el Pensador; pero los resultados de esos sucesos, convertidos en facultades, se hallan al servicio del hombre encarnado. Si el total de estos sucesos pasados fuera lanzado dentro del cerebro físico, como una vasta masa de experiencias sin orden clasificado, sin arreglo, el hombre no podría guiarse por la manifestación del pasado, ni utilizado para su ayuda presente. Obligado a escoger entre dos tendencias de acción, tendría que elegir entre los desordenados hechos de su pasado, sucesos similares en carácter, ver cuáles fueron sus resultados, y después de un estudio largo y penoso, llegar a alguna conclusión, la cual, probablemente, estaría viciada por no haber tenido en cuenta algún factor importante, y que se recordó tiempo después de haber pasado el momento de la decisión. Todos los sucesos, triviales o importantes, de algunos cientos de vidas, formarían más bien una masa caótica de referencia que no sería posible manejar en un momento dado en que se requiriese una pronta decisión. El plan mucho más efectivo de la Naturaleza, deja al Pensador la memoria de los sucesos, provee un largo período de existencia desencarnada para el cuerpo mental, durante el cual todos los sucesos son reducidos a sipnosis y comparados, y sus resultados clasificados; y luego estos resultados se cambian en facultades, y estas facultades forman el cuerpo mental siguiente del Pensador. De esta suerte las facultades agrandadas y mejoradas, se hallan dispuestas para un uso inmediato, y existiendo en ellas los resultados del pasado, puede llegarse a una decisión inmediata de acuerdo con tales resultados. El golpe de vista claro y rápido y el pronto juicio, no son más que la expresión de la experiencia pasada, moldeada en una forma efectiva de uso; son, seguramente, instrumentos mucho más útiles que lo sería una masa de experiencias no asimiladas, de entre las cuales tendrían que elegirse y compararse las más salientes, y de las que tendrían que hacerse deducciones cada vez que se necesitase tomar una resolución. Desde estos puntos de vista, sin embargo, la mente vuelve a apoyarse en la necesidad fundamental de la reencarnación, para dar una explicación de la vida, y no ver en ella al hombre como mero juguete de la injusticia y la crueldad. Con la reencarnación, el hombre se ve asimismo un ser digno e inmortal, evolucionando hacia un fin divino y glorioso; sin ella es una arista que flota a merced de la corriente de circunstancias casuales, irresponsable de su carácter, de sus acciones y de su destino. Con ella puede mirar hacia adelante con esperanza libre de temores, por más bajo que se encuentre hoy en la escala de la evolución, porque se halla en la escala que conduce a la divinidad, y el llegar a su cúspide, es sólo cuestión de tiempo; sin ella, no tiene fundamento racional de seguridad acerca del progreso en el porvenir, ni siquiera respecto a la realidad de porvenir alguno; ¿por qué habría de esperar en un porvenir una criatura sin pasado? Puede ser una mera burbuja en el océano del tiempo. Lanzado al mundo desde el no ser, con cualidades buenas o malas que posee sin razón ni merecimiento, ¿por qué habría de luchar para mejorarlas? ¿No será su futuro, si es que tiene alguno, tan aislado, tan sin causa y tan faltó de relación como su presente? El mundo moderno, al desechar de sus creencias la reencarnación, ha privado a Dios de su justicia y al hombre de su seguridad; puede ser «afortunado» o «desgraciado», pero la fuerza y la dignidad que inspira la confianza en una ley inmutable, le son arrancadas, y se le deja abandonado fluctuando a merced del innavegable océano de la vida.