Notas
[1] Sobre el tema puede consultarse nuestra monografía aparecida en el vol. VIII de esta misma colección.
[2] Este otro empleado de la Compañía telegráfica había salido a las 8 de la mañana para localizar un corte que desde las 16 horas del día anterior se había producido en la línea Delhi-Meerut.
[3] Grado indígena correspondiente en realidad al de ayudante o ayudante en jefe.
[4] Algunos años mis tarde se descubrirá que el «fuerte Wheeler» poseía •rítanos, donde estos mismos civiles habrían podido encontrar un refugio más confortable. Pero en la ¿poca del drama se ignoraba, al parecer, su existencia.
[5] Nos haremos una idea de su influencia si recordamos que fue a causa de la presencia de sir Joseph a bordo de su barco por lo que Cook dio a las islas el nombre de Archipiélago de la Sociedad.
[6] Especie de trompeta (Nota del Traductor.)
[7] Thomas Ledward, que hace las veces de médico desde que Huggan murió en Tahití de lo que Laennec llamará pocos años después cirrosis hepática.
Varios Autores
LOS GRANDES ENIGMAS HISTORICOS DE ANTAÑO 11
La muerte de Juan de Escobedo
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La rebelión de los cipayos
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El Drama del «Bounty»
Con la colaboración de:
Pedro Bermejo
Claude Coubend
Vierte Guillemot
«El lunes de Pascua, 31 de marzo (de 1578), mientras Juan Mesa y yo vigilábamos por los contornos, llegaron a nuestros oídos los primeros rumores de haber sido asesinado Escobedo...» Estas palabras del paje Enríquez, uno de los que declararon en el interrogatorio posterior, pueden introducimos en la intriga que rodeó la muerte del secretario de don Juan de Austria, Juan de Escobedo.
Nuestro estudio recoge todos los fundamentos en que pueden apoyarse las hipótesis que se hacen sobre este intrigante asesinato.
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¿Por qué, en 1857, los cipayos se revolvieron en la India contra la autoridad británica? Aparentemente, en el origen de tal revuelta sólo hay un incidente: el rumor de que los cartuchos utilizados por los soldados indios estaban cubierto«de grasa de vaca o puerco, en contra de las reglas religiosas. Las tropas de Nana-Sahib verán en dio la señal para lanzarse a salvajes massacres. Dos años después será dominada la revuelta y restablecido el orden. Cierto que la guerra de los cipayos habrá sido penosa, pero, más que los combates, habrán más victimas en las filas inglesas el cólera y las insolaciones.
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¿Significa la revuelta del Bounty un hecho más acaecido en los mares del Sur a finales del siglo XVIII? Quizá. Pero el amotinamiento, espontáneo o no, contra un capitán intolerante y autoritario no es más que el primer episodio de la historia del Bounty. La hazaña fantástica de unos pocos marineros, abandonados con su comandante en una chalupa en medio del Océano, adquiere dimensiones inauditas. ¿Hubiera podido Bligh evitar el motín? Es probable; pero hay que decir a su favor que Bligh era un excepcional y valiente marinero. Será quien salve del naufragio y la destrucción a la chalupa perdida. Una vida regalada en Tahití y, luego, un proceso con eco en Inglaterra: tal será el epílogo para la mayoría de los amotinados, mientras que Bligh acabará sus días como vicealmirante de la Flota Azul.
La muerte de Juan de Escobedo
La vida y muerte de Juan de Escobedo constituye la pieza clave de uno de los más apasionantes y oscuros enigmas de nuestra historia. Apasionante, porque en este enigma uno de sus protagonistas esenciales es nada menos que Felipe II; oscuro porque, a pesar de referirse a hechos relativamente modernos, todo aparece confuso y entremezclado:* las razones de Estado y el amor, la ambición y las rivalidades profesionales, las lealtades y las traiciones...
Pero Juan de Escobedo es sólo una pieza de un rompecabezas de intrigas y misterios históricos. Podríamos decir que el enigma de Juan de Escobedo forma parte de un triángulo de personajes, protagonistas destacados de un drama histórico en el que, al hilo de sus acciones, veremos aparecer toda una galería de tipos de las más variadas condiciones, desde poderosos gobernantes y políticos hasta vulgares asesinos a sueldo.
Los tres lados de este triángulo de protagonistas principales son el rey Felipe II y sus dos secretarios de despacho, Antonio Pérez y Juan de Escobedo; y dentro de este triángulo una figura femenina en tomo a la que, en una cierta medida, al menos para el objetivo que ahora nos ocupa, giran aquéllos: Ana de Mendoza, Princesa de Eboli por su matrimonio.
Desde otro punto de vista, más trascendental, el enigma de Juan de Escobedo se relaciona con otro triángulo de fuerzas históricas, políticas, sociales y religiosas. Los ángulos de este nuevo triángulo, concretados en la pugna de un poder centralizado^ Castilla, núcleo central de la nacionalidad española y una región o reino, paradigma de la defensa de la personalidad propia de la periferia y de sus fueros, Aragón. Otro lado lo constituye la lucha religiosa, representada por la ortodoxia de Felipe II y la corriente reformadora en los aspectos religiosos y revolucionaria en los políticos y sociales, de los que Antonio Pérez es un reflejo, aunque entreverado de motivaciones personales de ambición y ansia de poder.
Finalmente, el tercer lado que cierra el triángulo es la pugna entre Felipe II y otros personajes destacados de la época, singularizados en su hermanastro Juan de Austria, en torno a la concepción de la misión imperial que la historia parecía haber depositado en la España subsiguiente al reinado de Carlos V de Alemania y I de España.
Por esta complejidad de personas y fuerzas históricas de todo tipo, las consideraciones de la muerte de Escobedo, último acto de un drama que quizá no pueda ser esclarecido completamente, nos llevan a analizar por separado aquellos protagonistas y aquellos sucesos históricos, en una labor de aproximación al nudo del enigma sobre el que intentamos arrojar alguna luz: la muerte de Escobedo en el callejón de Santa María, en Madrid, el año de 1578.
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Las controversias sobre Felipe II no se agotarán nunca porque su vida, además de un problema histórico que no siempre puede aclarar el estudio y la investigación, es un misterio humano y, como tal, impenetrable. Felipe II es la diana de la leyenda negra tejida en una trama de intereses económicos y políticos y, como reacción, lo es también de la leyenda rosa, tan falsa y contraproducente como la anterior para el verdadero conocimiento histórico.
La leyenda antiespañola se basa en el abultamiento y la exageración de los caracteres religiosos y políticos del pueblo español, el voluntario desconocimiento de la existencia de caracteres idénticos en todos los países de la misma época y marco geográfico y la omisión intencionada de los aspectos positivos que también reúnen todos los pueblos, incluido, naturalmente, el español. Y sobre esta leyenda negra se ha querido hacer jugar a Felipe II, uno de los más destacados protagonistas, presentándole como un gobernante sanguinario, capaz de mandar matar a su hijo y a su hermanastro; un hombre sensual, insatisfecho sexual, pese a sus cuatro matrimonios y a otros probables amoríos; un fanático religioso capaz de imponer su credo mediante la hoguera y el potro de tormentos, etcétera,
Junto a esta leyenda negra la leyenda rosa nos presenta un Felipe II, el Rey Prudente, afanoso, trabajador, caritativo, espada de la Iglesia, martillo contra el hereje y el infiel, etcétera. Posiblemente no fuera ni lo uno ni lo otro en exclusiva y la investigación histórica está situando a Felipe II en su justo papel. Hoy sabemos que el fundador del monasterio de El Escorial fue un gobernante responsable, con una trayectoria política coherente y una entrega total a sus deberes como tal gobernante. El acierto o error de su política ya es otra cuestión que no dependió solamente de él, por muy rey absoluto que fuera; dependió también de sus colaboradores, de la minoría dirigente de aquel tiempo, con protagonistas tan destacados y tan lejos del papel de simple comparsa como el duque de Alba, por poner sólo un ejemplo.