OTTO JOHANN ANTON SKORZENY (Viena, 12 de junio de 1908 - Madrid, 7 de julio de 1975).
Fue un ingeniero civil y coronel austríaco de las Waffen-SS, que estuvo al mando de la unidad Friedentahler, especialista en operaciones especiales durante la Segunda Guerra Mundial y la postguerra.
Experto en acciones de espionaje y sabotaje, fue apodado por los estadounidenses como «Caracortada» debido a las grandes cicatrices que surcaban sus mejillas. Se hizo famoso al atribuirse el rescate del dictador italiano Benito Mussolini, así como por llevar a cabo la Operación Greif (“Grifo”, en español), que le valió el título de «el hombre más peligroso de Europa» por los Aliados. Se cree que fue uno de los principales organizadores de ODESSA en España.
Título original: Geheimkommando Skorzeny
Otto Skorzeny, 1950
Traducción: Carlos Martínez-Barbeito
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Notas
[1] El Pacto Antikomintern o Tratado Antikomintern (oficialmente Acuerdo contra la Internacional Comunista ) fue firmado el 25 de noviembre de 1936 entre el Imperio del Japón y la Alemania nazi, siendo el documento relanzado y de nuevo firmado el 25 de noviembre de 1941, tras la invasión de la URSS por Alemania. En el documento, las naciones firmantes se comprometían a tomar medidas para salvaguardarse de la amenaza de la Internacional Comunista o Komintern, liderada por la Unión Soviética. (N. del editor Digital).
La figura de Otto Skorzeny se ha ganado un lugar de privilegio en la historia militar. Así como se han difundido sus fabulosas hazañas, también se lo ha calificado como “el hombre más peligroso de Europa”. Este oficial de las SS, que tuvo la audacia de arrebatar a Mussolini de las propias manos de los italianos, narra con un estilo claro y ameno sus extraordinarias aventuras. Los esfuerzos de los hombres que fraguaron el ingenioso y audaz plan para llevar a cabo la “MISIÓN MUSSOLINI”, nos parecen las fantasías de un novelista imaginativo. Si no tuviéramos la certeza de su realidad, nos resistiríamos a creer que ésta fuera una posibilidad practicable.
Esta operación no es más que un capítulo de los muchos que realizó Skorzeny. Durante su azarosa vida, intervino en cuanta misión peligrosa cabe imaginar, desde la organización de los comandos hasta el espionaje y el sabotaje detrás de las líneas enemigas.
Pero en ocasiones, como en ésta, la realidad es más fantástica que la imaginación. Pues probablemente no se haya escrito un libro de aventuras tan prodigiosas como las que aquí relata el Mayor Otto Skorzeny.
Otto Skorzeny
Misiones secretas
Áncora & Delfín - 55
ePub r1.0
Titivillus 08.01.2023
INTRODUCCIÓN
En diciembre de 1941, la fulminante ofensiva de los ejércitos alemanes se detiene bruscamente a pocos kilómetros de Moscú. La resistencia encarnizada de las tropas rusas, ayudadas por un invierno excepcionalmente riguroso, para en seco el ímpetu de las divisiones del Reich que intentan primero, rabiosamente, mantenerse en las posiciones conquistadas, y después, obligadas a soltar su presa, retroceden en desorden. En ciertos sectores, la retirada de la Wehrmacht degenera en desbandada —es la huida, el desastre alocado, caótico, semejante en todos sus puntos a la derrota de los restos del ejército francés en el 1940. Perdida en la masa confusa de los regimientos diezmados y desmoralizados, una unidad de la S. S., bajo el mando del teniente Otto Skorzeny, intenta llegar con sus pertrechos a la posición de repliegue que le ha sido asignada. El joven oficial contempla con espanto el espectáculo alucinante que ofrece este ejército derrotado. Por la primera vez se siente invadido por una duda terrible, lancinante: ¿Alemania es realmente invencible? ¿No se habrán sobrevalorado sus fuerzas? Skorzeny rechaza en vano estos pensamientos; ya no puede volver a encontrar el optimismo que, algunas semanas antes, le hubiera parecido tan natural.
Sin embargo, el Alto Mando alemán consigue muy pronto restablecer, más o menos bien, un frente continuo capaz de resistir la avalancha rusa. En cuanto a Skorzeny, que padece de violentos ataques renales, es enviado a Alemania y agregado, en calidad de ingeniero, a un depósito de los alrededores de Berlín. Los seis meses fríos y fastidiosos que pasa vigilando la reparación de vehículos militares no contribuyen mucho a mejorar su moral. Incluso los éxitos alcanzados en el transcurso del verano del año 1942 por el ejército alemán que avanza hacia el Caucaso, puesto que él no ha podido participar en estos combates, no le arrancan completamente de su melancólico desvarío.
Pero en enero de 1943 estalla, en un cielo ya cargado de amenazas, el trueno de la Conferencia de Casablanca. La decisión anglosajona de continuar la guerra hasta la rendición sin condiciones, transforma radicalmente el estado de espíritu de Skorzeny y de toda Alemania. Mientras que en Francia esta fórmula es acogida con una satisfacción platónica por unos y con una indiferencia escéptica por otros —los que temen una paz coja—, en Alemania provoca una reacción que en realidad los jefes aliados no habían previsto; un endurecimiento inmediato de la voluntad de resistencia, un cierto furor desesperado. La propaganda de Goebbels se encarga de recordar a todo el mundo el origen de esta expresión. En efecto, fue empleada por primera vez durante la Guerra de Secesión por un general nordista, que la aclaró con estas palabras: “si un cuervo tiene la idea peregrina de darse una pequeña vuelta por el país vencido, hará muy bien en llevarse provisiones”.
Para Skorzeny, como para todo “buen alemán”, desde este momento no hay más que una alternativa: o la victoria o la destrucción total, irremediable, de Alemania. En adelante los alemanes considerarán todo intento de llegar a un acuerdo con los aliados como una negativa a sobrevivir y, por lo tanto, como un suicidio. Para ellos la suerte está echada; les será preciso vencer… o morir.
Este estado de espíritu explica, en parte al menos, el “fenómeno” Skorzeny. Es además en este momento que empieza la carrera del hombre que la Prensa americana ha calificado como “el más peligroso de Europa”.
I
NACIMIENTO DE LOS COMANDOS
H ACÍA más de un año que tascaba el freno. Debilitado por los cólicos y la disentería que contraje en la primera campaña de Rusia, hube de inclinarme ante el dictamen de los médicos que me declararon inútil, al menos de momento, para el servicio en unidades de combate. Como ingeniero militar, tuve que enmohecer en un depósito, en los alrededores de Berlín. Enterado, en el otoño de 1942, de que las divisiones de las S. S. iban a ser transformadas en divisiones blindadas, pedí permiso para seguir los cursos de oficiales de carros. Conseguí, en efecto, ser destinado a la 3.a División blindada de las S. S. Sin embargo, bien pronto una nueva crisis de disentería me demostró que el estado de mi salud impedía aún cualquier fatiga excesiva. Después de unas semanas en el hospital fui devuelto a mi depósito berlinés. No por mucho tiempo, felizmente. A primeros de abril de 1943 fui llamado al cuartel general de las Waffen S. S. Allí me dijo un alto funcionario que estaban buscando un oficial que tuviera buena formación técnica para constituir una «unidad especial». A fin de darme una idea más precisa de las tareas que el Alto Mando pensaba confiar a esta unidad, mi interlocutor trazó en breves momentos un cuadro esquemático de los diferentes servicios agrupados bajo la denominación general de «Ausland Abwehr» (Servicios secretos del Ejército). De este modo penetré por primera vez en un terreno ultrasecreto, reservado a pocos iniciados, y del que no había oído hablar hasta entonces más que en términos extraordinariamente vagos. Para definir exactamente el papel que yo desempeñaría desde entonces, voy a explicar sumariamente la estructura del tal organismo.