Montserrat Becerril García y Anne-Marie Brenot
Diccionario negro de Cuba Palabras y testimonios del siglo XIX
Diccionario negro de Cuba
Palabras y testimonios del siglo XIX
MONTSERRAT BECERRIL GARCÍA Y ANNE-MARIE BRENOT
Iberoamericana - Vervuert · 2016
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Derechos reservados
© Iberoamericana, 2016
Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid
Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97
© Vervuert, 2016
Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main
Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43
www.iberoamericana-vervuert.es
ISBN 978-84-8489-943-3 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-478-1 (Vervuert)
ISBN 978-3-95487-858-1 (e-book)
Collages de la cubierta: las autoras
Diseño de la cubierta: Ruth Vevuert
Para Didier y para Jean
Prólogo
Creemos conveniente hacer una serie de aclaraciones sobre nuestro Diccionario negro de Cuba. Palabras y testimonios del siglo XIX para precisar las orientaciones escogidas. Este título polisémico debe comprenderse como un guiño al lector ya que resulta flexible, poroso, susceptible de cargarse con significados diferentes. Por lo tanto, el término negro no debe tomarse al pie de la letra puesto que supone una estratificación de niveles de lectura. En este sentido, pensamos que el formato de orden alfabético abre felizmente un espacio de libertad, favoreciendo una elección personal y selectiva. Apostamos por un lector activo, constructor de su propia lectura. Algunos podrán pasearse y saltar de una entrada a otra; en cambio, otros elaborarán una estrategia más compleja, que combine e imbrique diferentes enfoques, asociando las entradas del diccionario con los extractos escritos por los viajeros. De esta manera, el Diccionario negro rompe con los criterios habituales de los «diccionarios de lengua», permitiendo restituir múltiples facetas de los problemas de la colonización y la esclavitud en Cuba, en el siglo XIX.
De manera amplia, este Diccionario negro alude a la «cara oscura» de la sociedad colonial y esclavista de la isla. Quisimos dar vida al día a día de la población cubana, tanto de los que trabajaban duro y sufrían, como de los que disfrutaban y se enriquecían. Para restaurar ese mundo con sus actores, sabores, olores, colores, texturas, percusiones, se necesitaban amplios criterios de selección, además de un encuadre geográfico, climático, botánico y, por supuesto, administrativo. De manera más precisa, el Diccionario negro se aplica, en efecto, a las poblaciones esclavizadas —negras, asiáticas, yucatecas, etc.— a las que negaron dignidad humana. Finalmente, lo «negro» pone en movimiento un imaginario colectivo, impregnando el lenguaje de expresiones coloquiales despectivas vigentes hasta nuestros días. Dentro de esta perspectiva plural, elegimos un acercamiento «original» que facilitará y enriquecerá la consulta, ya que la mayor parte de las entradas están ejemplificadas mediante testimonios, extractos, referencias, expresiones coloquiales, de quienes fueron testigos relevantes. Por consiguiente, es obvio que el Diccionario negro no implica una lectura seguida de la A a la Z que, aquí forzosamente, carece de sentido. Dejamos a los lingüistas especializados la tarea de investigación sobre las diferentes lenguas: etimología, uso, pronunciación, etc.
Algunos lectores echarán en falta tal o cual término o explicación relacionados con el tema. Hemos intentado ser lo más exhaustivos posible, pero somos conscientes de los límites de nuestro estudio: el hecho de centrarnos solamente en treinta y nueve viajeros europeos, mayoritariamente franceses, y el de focalizarnos, sobre todo, en el siglo XIX; aunque ciertas palabras conservan una memoria antigua que, a veces, ha perdurado durante siglos.
Nos sería grato si este trabajo fuera un instrumento útil y manejable que facilitara la lectura de los documentos de la época, tanto para docentes y estudiantes, como para curiosos de la historia y de la lengua española. El Diccionario negro se dirige a un público amplio: a los cubanos que podrán redescubrir su historia a través de los ojos europeos; a los españoles, que siempre han sentido Cuba en su corazón y podrán rememorar los lazos privilegiados que les unen; a todos los que son fervientes lectores de literatura de viajes y de debates de ideales.
Anne-Marie Brenot
Montserrat Becerril García
Introducción
Mientras Cuba no sea una provincia de España, ínterin no seamos hermanos, iguales en premios y castigos, sucederá, lo que sucede, que nos ligan lazos, menos de simpatía, que de necesidad.
Jacinto de Salas y Quiroga,
Viages. Isla de Cuba (1840), cap. IX, p. 72
La división inmensa de blancos y negros es completa; su separación sin límites.
Jacinto de Salas y Quiroga,
Viages. Isla de Cuba (1840), cap. X, p. 85
En este trabajo, quisimos poner de relieve la impronta de la esclavitud en Cuba tanto en la memoria colectiva como en la formación de la nación cubana. En ninguna parte —salvo en Brasil— la esclavitud, que duró tres siglos hasta su abolición muy tardía en 1886, hundió tan profundamente sus raíces en la sociedad.
La esclavitud no se resumía al trabajo forzado y no se puede asimilar a una opresión cualquiera debido a que el esclavo perdía su estatus humano para convertirse en un mueble, una simple cosa, un instrumento que se compraba, se vendía y se intercambiaba. Es decir, era «la negación del hombre por el hombre».la que no es posible aislar a un actor individual sin tomar en cuenta el contexto esclavista global. En esta perspectiva, la esclavitud es comparable a una patología del cuerpo social cuyas metástasis llegan a gangrenar todos los órganos vitales.
Como lo subrayan los historiadores, las consecuencias fueron gravísimas: la esclavitud contribuyó a aislar internacionalmente a Cuba dado que fue un caso particular y, al mismo tiempo, a facilitar la intromisión extranjera en la política interior de la isla. Estos factores afectaron su imagen exterior. Para la metrópoli, Cuba seguía siendo la «perla de las Antillas», pero era en realidad un territorio de estatus particular con la existencia legal de la esclavitud En este contexto, las élites cubanas que sufrían el alejamiento y la auto-marginación denunciaban la tiranía del régimen colonial.
Específicamente, la esclavitud se manifestaba a través de dos realidades que conviene distinguir: la trata negrera —o sea, la deportación de los negros desde África— y el trabajo forzado en la isla con sus diversas modalidades de explotación. De ahí la complejidad de los debates sobre la esclavitud, bien se podían denunciar los abusos de la trata o los fallos de la agricultura de plantación sin plantear por eso la supresión de la esclavitud.
Tales eran la posiciones de los reformistas de los primeros años del XIX como Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), partidario de la autonomía, y Juan José Díaz de Espada (1756-1832), obispo de La Habana Sin embargo, era obvio que con el tiempo, la supresión de la trata implicaba, a plazo más o menos largo, la supresión de la esclavitud.
El reformismo se basaba en argumentos económicos y demográficos; con la mecanización de la industria azucarera y con el desarrollo del ferrocarril que permitían ahorrar mano de obra, la trata no era tan necesaria; por otra parte, el miedo a una «invasión negra» alimentado por la trata era otro argumento de peso. El miedo radicaba en ciertos datos demográficos ya que en el año 1841, la población negra, un 58,4 %, superaba a la población blanca que alcanzaba solamente un 41,5 %. El recuerdo de las rebeliones de esclavos en Haití al final del siglo XVIII, que ocasionaron la salida masiva de los plantadores blancos, estaba todavía presente en todas las memorias. En el pasado, la Real Cédula de 1789 había autorizado la trata y, a pesar de los dos tratados de 1817 y 1835 firmados con Inglaterra que prohibían la deportación de negros desde África, la trata ilegal seguía operando con la complicidad de las autoridades cubanas. Para contrarrestar el peso de los negros en la demografía cubana, los reformistas militaron en pro de una inmigración blanca y europea. En cambio, el problema moral que planteaba la esclavitud no fue tomado en cuenta.
Página siguiente