Alan Friedman - A su manera
Aquí puedes leer online Alan Friedman - A su manera texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: ePubLibre, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:A su manera
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2015
- Índice:3 / 5
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A su manera: resumen, descripción y anotación
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A Gabriella
Desde el momento en que Silvio Berlusconi aceptó contarme la historia de su vida, responder a todas y cada una de las preguntas que le formulase y permitirme acceso sin restricciones a sus archivos personales, quedó claro que este sería un proyecto ambicioso. De principio a fin, el proyecto me llevó dieciocho meses, y en él ha participado un equipo de personal editorial, investigadores y expertos en verificación de datos que trabajó con la editorial y con personal experto de producción televisiva.
La persona que coordinó y supervisó el equipo, y que merece mi mayor gratitud, es la talentosísima Emanuela Minnai. Este libro no habría sido posible sin su dedicación a la excelencia periodística y literaria. Emanuela logra combinar los talentos de agente literaria, jefa de investigación, supervisora de traducción, operadora de mesa de sonido y psicoterapeuta. Y, lo que es más importante, no parece que le importe que la molesten diez o quince veces al día. Empezamos a trabajar juntos a finales de los ochenta en mi biografía de Gianni Agnelli, el playboy metido a industrial dueño de la Fiat. Mi último libro sobre Italia fue posible gracias a ella. Y lo mismo ha ocurrido con este. Gracias, Emanuela.
Un especial agradecimiento, entre los miembros esenciales del equipo, para Massimo Birattari, cuyo meticuloso trabajo de verificación de datos e investigación ha sido siempre oportuno. Birattari, traductor de Mordecai Richler, Paul Auster y Vikram Seth, es un bibliófilo de primer orden. Véronique Bernardini y Antongiulio Panizzi dirigieron al magnífico equipo de producción, como han hecho en anteriores proyectos televisivos.
También quiero darle las gracias a mi agente, Caroline Michel, y a Rachel Mills y Tessa David de PFD, en Londres.
Mi agradecimiento también para Deborah Bergamini, antigua periodista de Bloomberg que ha hecho las veces de portavoz de Berlusconi y que también es diputada. Su colaboración para mantener todo bajo control en un periodo tan largo de tiempo ha sido vital. También le agradezco a Fedele Confalonieri, el amigo más antiguo de Berlusconi y un gran narrador de historias, y a los miembros de la familia Berlusconi, a su hijo Pier Silvio y a su hija Marina en particular, que hayan accedido a responder a mis numerosas preguntas en repetidas conversaciones.
En Moscú, quisiera agradecerles a Dmitri Peskov, portavoz del presidente Vladímir Putin, y a su equipo que me hayan ayudado a organizar la agradable e interesante entrevista con el presidente Putin.
Quisiera comentar, para los lectores curiosos, que pese a mis repetidas solicitudes, ni Nicolas Sarkozy ni Christine Lagarde accedieron a que los entrevistase para este libro.
En Hachette Books Group de Nueva York, mi agradecimiento es para Mauro DiPreta, un editor maravilloso y un gran corrector, y para Ashley Yancey, Michelle Aielli, Betsy Hulsebosch y Christopher Lin.
En Rizzoli, en Italia, quiero dar las gracias a Massimo Turchetta, que fue el primero que me espoleó para que intentase conseguir la cooperación de Berlusconi, y que creó la asociación entre Rizzoli y Hachette como editoriales de apoyo, asociación que hizo posible este proyecto.
En sus días de esplendor, Silvio Berlusconi acostumbraba a sondear sus ideas televisivas y políticas entre sus amigos y familiares, una especie de grupo de debate que lo ayudaba a ordenar sus pensamientos. Mi grupo de debate lo compusieron mis pacientes amigos y familiares, que leyeron los primeros borradores de cada capítulo y me dieron sus opiniones, que me resultaron inestimables. Entre ellos, quiero darle las gracias a Vivian Oppenheim, Jamie Harpel, Noah Weinzweig, Anita Friedman, Charles Friedman, Ion Marin, Eckart Sager y, por supuesto, a Jonathan Ehrlich, que merece un agradecimiento muy especial por motivos que conoce muy bien.
Mi mayor agradecimiento es para la persona a la que está dedicado este libro, mi inmensamente comprensiva e imperturbable esposa toscana. Grazie, Gabriella!
EL SEDUCTOR NATO
Silvio Berlusconi está solo en casa. Pasea por un jardín en medio de su finca de más de setenta hectáreas, cerca de los establos y del helipuerto.
Es pleno verano, y Berlusconi camina con las manos en los bolsillos por un sendero arbolado que conduce a su villa del siglo XVIII de setenta habitaciones. Nos acercamos a la enorme mansión por la vereda flanqueada por setos bien recortados y maceteros de terracota llenos de geranios. La avenida de césped cruza un arco de piedra y luego da paso a unos jardines extensos cubiertos de un césped impecable, con macizos de azaleas rojas, limoneros y setos, todo cuidadísimo.
No lejos de su casa, el multimillonario de setenta y nueve años se detiene. Sonríe, casi con un punto de timidez, con la cortesía y el encanto autocrítico que suelen desarmar a sus invitados, sobre todo a quienes esperan encontrarse con un playboy exuberante. Sonríe con la amplia sonrisa y la empatía que lo ha aupado al poder y que en los últimos veinticinco años le ha permitido transformarse de magnate de las comunicaciones en uno de los hombres más ricos del mundo, primero, y luego en el primer ministro de Italia cuyo mandato ha sido el más prolongado y, sin duda alguna, más controvertido.
—Esta —dice el hombre que ha dominado la vida en Italia durante décadas— es la casa más importante de mi vida.
Pese a que hace calor, Berlusconi lleva un jersey azul, una americana azul marino y unos pantalones deportivos de algodón. Camina haciendo crujir la gravilla bajo sus zapatillas Hogan y hablando de la importancia que la finca tiene para él, describiéndola como el lugar donde ha tomado todas las decisiones cruciales de su vida. Hasta donde alcanza la vista se divisan estatuas neoclásicas sobre pedestales de mármol, que parecen mirar por encima de los muros de los jardines.
De hecho, decir que estos jardines están inmaculados es poco. El orden impera en todas partes; el orden y la perfección. Todo es casi demasiado perfecto. La villa, grande y antigua, está situada en la campiña milanesa, en un pueblo lombardo llamado Árcore. Se llama Villa San Martino y se construyó a principios del siglo XVII sobre las ruinas de lo que fue un monasterio benedictino a partir del siglo XII. Berlusconi la compró en los años setenta y la restauró a lo grande. La equipó con más cachivaches que una película de James Bond, además de un establo lleno de caballos de carreras, un helipuerto para su helicóptero e incluso un campo de fútbol privado. La casa está decorada con buen gusto, si acaso con un pequeño exceso de tapices y obras de grandes maestros. Todos sus rincones son un popurrí de lo nuevo y lo antiguo, con una estética propia de los años ochenta que en su momento permitió a los nuevos multimillonarios italianos combinar incluso pinturas renacentistas con obras contemporáneas. Este es el motivo por el que, en los ochenta, muchos arquitectos e interioristas de la zona de Milán se enriquecieron mucho y muy rápido.
Berlusconi se dirige hacia la casa sin prisas, relajado y orgulloso, convencido de que no hay mejor manera de apreciar una gran villa italiana que empezando por fuera, con un jardín bien cuidado.
—Esta es la casa más importante de mi vida —repite un Silvio Berlusconi sonriente.
Y por vida, Berlusconi siempre se refiere a la pública tanto como a la privada, ya que a menudo ambas se mezclan y se superponen de una forma que a veces ocasiona escándalos, pero que también parece acabar por conducir siempre a esta villa.
Ahora habla de la primera visita de Mijaíl Gorbachov, en 1993, y de la larga tarde que pasaron juntos:
—Fue un día muy agradable, muy estimulante —recuerda—. Mijaíl Gorbachov vino con su esposa Raisa, que hizo buenas migas con mi esposa Veronica. Gorbachov quería reunirse con un importante empresario italiano y hablar sobre la economía, y me hizo muchas preguntas sobre los mercados financieros. A las cinco de la tarde nos sentamos a tomar un té y luego tenía previsto marcharse. Nos dirigíamos a la puerta para despedirnos cuando me dijo: «Pero Silvio, hay una cosa que no he entendido: ¿cuál es el ministro o la institución que establece el precio de venta de los productos?». Le pedí que me repitiese la pregunta, cosa que hizo: «¿Qué institución fija los precios?». Yo le dije: «Mijaíl, no te vayas, por favor. Quédate a cenar porque hay mucho que hablar todavía». Hablamos y hablamos, con ayuda de unas cuantas copas de un magnífico Rosso di Montepulciano. Le expliqué que en Occidente los precios no los determina un organismo del Gobierno, sino el mercado. Es la libre competencia. Me resultó increíblemente satisfactorio explicarle el funcionamiento del mercado capitalista a Mijaíl Gorbachov. Y él disfrutó del tiempo que pasamos juntos, o al menos eso me pareció.
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