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Deborah García Bello - Todo es cuestión de química

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Deborah García Bello Todo es cuestión de química

Todo es cuestión de química: resumen, descripción y anotación

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DEBORAH GARCÍA BELLO A Coruña 1984 es licenciada en Química por la - photo 1

DEBORAH GARCÍA BELLO (A Coruña, 1984) es licenciada en Química por la Universidade da Coruña, divulgadora científica profesional y autora del premiado blog «dimetilsulfuro.es». Actualmente compagina la divulgación con la docencia en secundaria y formación profesional. Es autora de Todo es cuestión de química, de numerosas antologías poéticas y del libro Megalomanía.

Deborah García Bello 2016 Digital editor UnTalLucas Reporte de erratas - photo 2

Deborah García Bello, 2016

Digital editor: Un_Tal_Lucas

Reporte de erratas: Raul321, Tanisds

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Para Manu INTRODUCCIÓN Uno de los cometidos más ambiciosos de la ciencia es - photo 3

Para Manu

INTRODUCCIÓN

Uno de los cometidos más ambiciosos de la ciencia es describir el mundo que nos rodea, traducirlo a un lenguaje cotidiano. Esto puede parecer una obviedad, pero realmente llegar a esa conclusión implica haber reflexionado sobre lo que realmente ofrece y pretende la ciencia.

Decidí estudiar química porque quería entender el comportamiento del universo, el porqué de las formas, los colores, los cambios, la razón verdadera. Por aquel entonces creía que la ciencia daría respuesta a todas estas cuestiones y que sabría, al fin, por qué todo parece estar tan ordenado, por qué podemos catalogar los elementos que lo forman absolutamente todo en una simple tabla periódica, por qué unos elementos tienden a enlazarse preferentemente con otros…, quería encontrar una explicación sólida, algo que fuera más allá de reglas inconclusas, de tendencias sin razón aparente, de equilibrios y de situaciones inexplicables.

Creía firmemente que la ciencia calmaría mis ansias de conocimiento, que me revelaría la Verdad y que contestaría a las grandes preguntas filosóficas. Pensaba que las certezas que me proporcionaría la ciencia me permitirían vivir en paz, sin sentirme amenazada por las dudas. Y que cuando estuviera en posesión de la Verdad, podría enseñársela a los demás. Les explicaría el porqué categórico del orden químico, la razón que subyace tras la armonía, con la tranquilidad de quien todo lo sabe.

Durante la carrera, esos universos en miniatura que lo forman absolutamente todo se despojaron de sus ropajes y me fueron revelados al desnudo, con sus defectos y sus virtudes. Existían un sinfín de modelos capaces de describir con profundo detalle la materia, su comportamiento y su apariencia, y también existían un sinfín de campos de investigación todavía por explorar. Prácticamente todos los campos estaban abiertos, preparados para ser corregidos y pulidos, pues la ciencia resultó no ser absoluta, sino estar llena de cabos sueltos.

Yo pensaba que todo aquello que se sabía en ese momento era definitivo, pero me equivocaba, sólo podía considerarse definitivo «en ese momento». En su tiempo podría haber sido definitivo el modelo atómico de Dalton o incluso el flogisto. La tecnología era el límite del saber, pero en nuestra época los avances tecnológicos parecían tener respuesta para todo. No era así. Es cierto que los descubrimientos científicos se suceden a una velocidad vertiginosa con respecto a cómo se sucedían en el pasado, pero pude ver que todavía quedaba un largo camino por recorrer; que a medida que aprendemos sobre algo se van abriendo nuevos frentes de conocimiento, y la ciencia se va volviendo cada vez más infinita. Pero eso nunca me abrumó; por el contrario, me animó a seguir leyendo y estudiando una vez terminada la carrera, a seguir construyendo sobre los cimientos firmes que había adquirido. A día de hoy todavía siento que sólo conocemos la punta del iceberg. Y eso es maravilloso.

Poco a poco me fui dando cuenta de que no podría contestar a las grandes preguntas de la vida sólo con la ciencia, y que, de hecho la ciencia no pretende tratar de dar respuesta a las cuestiones vitales. La ciencia no habla de la Verdad, en mayúsculas. La ciencia es cauta, y cuando escribe ese nombre lo hace con la prudencia de las minúsculas.

Me di cuenta de que la pretensión de la ciencia es descriptiva. La ciencia ofrece los cómos, pero no pretende ahondar en los porqués absolutos. Tratamos de conocer cómo son los átomos, cómo se enlazan unos con otros, cómo reaccionan; pero no por qué son como son, esa posible razón categórica queda fuera de los límites de la ciencia, quizás, incluso fuera de los límites de nuestro entendimiento.

La ciencia es el conocimiento organizado y sistemático relativo al mundo físico. Este conocimiento ha sido adquirido en el tiempo como resultado del esfuerzo de los hombres que han hecho uso de los procedimientos fundamentales, la observación y la reflexión razonada. Desde sus inicios la ciencia se ha basado en la observación de los procesos tal y como suceden en la naturaleza, y en describirlos lo más exactamente posible. Después, al multiplicarse las observaciones, si se encuentran ciertas regularidades, estas descripciones se enuncian como leyes y pueden ser generalizadas a fenómenos de similar naturaleza. Normalmente estas leyes también pueden expresarse de forma matemática.

El uso de la palabra ley no implica que los fenómenos naturales deban obedecer a las leyes científicas tal y como los hombres entendemos las leyes civiles. Una manzana no cae del árbol porque deba obedecer la Ley de la gravitación universal, sino que esta ley ha sido establecida a partir de la observación de la atracción de los cuerpos, y por tanto es extremadamente probable que una manzana se caiga del árbol e impacte contra el suelo. Las leyes existen únicamente en el pensamiento de los hombres, y no constituyen una explicación de la naturaleza, sino, tan sólo, una descripción.

Un segundo avance en el conocimiento científico se basa en la formulación de explicaciones más o menos sugestivas llamadas hipótesis y sobre las que posteriormente pueden basarse las leyes. Las hipótesis permiten deducir predicciones que se comparan con los hechos observados y, si hay concordancia, la hipótesis se acepta y se eleva a teoría.

No obstante, el conocimiento científico no se limita a la mera observación ocasional, sino que esas teorías e hipótesis permiten llevar a cabo experimentos a fin de obtener respuestas más rápidas y precisas que eliminen falsas concepciones de la realidad, que perfeccionen teorías y que descubran nuevos principios. Este modus operandi de la ciencia constituye el método científico, el cual puede resumirse en cinco etapas: 1) acumulación de hechos, 2) generalización de los hechos en leyes, 3) formulación de hipótesis y teorías que expliquen los hechos y las leyes, 4) comparación de las deducciones que derivan de estas hipótesis y teorías con los resultados experimentales, y por último, 5) la predicción de nuevos hechos. Este último aspecto es el que constituye la verdadera función de la especulación teórica al dar lugar, fundamentalmente, al avance continuo de nuestro conocimiento. La química, como toda ciencia experimental, y en mayor grado que cualquier otra, se presenta bajo el doble aspecto de hechos y de doctrinas. Si los hechos observados no se sistematizan e interpretan a base de teorías, o si éstas no se confrontan con los hechos, es decir, si los hechos y las teorías discurren independientemente, los hechos llegan a formar tan sólo artes y oficios empíricos, y las doctrinas constituirían elucubraciones carentes de realidad y sentido. Solamente el método científico es capaz de aunar y complementar los hechos con las teorías, dotando a la materia de estudio del significado de ciencia y la posibilidad de desarrollarse.

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