Román Gubern - El eros electrónico
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- Libro:El eros electrónico
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:2000
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El eros electrónico: resumen, descripción y anotación
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Las nuevas tecnologías de información y comunicación están generando efectos emocionales en la población que, previsiblemente, se irán incrementando en el futuro, adquiriendo nuevas características.
Desde una perspectiva biológica y antropológica, que ve en el ser humano un sujeto biocultural producto de un largo proceso evolutivo, Román Gubern investiga en El eros electrónico las implicaciones emocionales y afectivas de los nuevos medios en las formas de vida de la sociedad posindustrial. Analiza, con gran agudeza, los fenómenos que se están originando: la expansión de la pornografía, los arquetipos eróticos implantados por la industria televisiva, los robots emocionales, los usos amorosos del correo electrónico, los ensueños eróticos que la imagen digital hace posibles y el cibersexo.
¿Se está convirtiendo la era de la comunicación, paradójicamente, en la era de la soledad? ¿Se está traduciendo la modernización en marginación? Y, si es así, ¿cómo podrá paliarse el déficit emocional de nuestra sociedad?
Román Gubern
ePub r1.0
Titivillus 21.08.17
Título original: El eros electrónico
Román Gubern, 2000
Diseño de cubierta: Pep Carrió y Sonia Sánchez
Ilustración de cubierta: Sorayama/Artspace/Uptight Co. Ltd., 2000
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
ROMÁN GUBERN (Barcelona, 1934) ha trabajado como investigador en el Massachusetts Institute of Technology y ha sido profesor en la University of Southern California (Los Angeles) y en el California Institute of Technology (Pasadena), director del Instituto Cervantes en Roma y presidente de la Asociación Española de Historiadores del Cine. Es actualmente catedrático de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es miembro de la American Association for the Advancement of Science, de la New York Academy of Sciences, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y del comité de honor de la International Association for Visual Semiotics.
Entre sus libros figuran: Historia del cine (1969), Mensajes icónicos en la cultura de masas (1974), El cine español en el exilio (1976), El simio informatizado (Premio Fundesco, 1987), La mirada opulenta. Exploración de la iconosfera contemporánea (1987), La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas (1989), Espejo de fantasmas. De John Travolta a Indiana Jones (1993), Del bisonte a la realidad virtual (1996) y Proyector de luna. La Generación del 27 y el cine (1999).
La herencia del cazador • Neofilia y neofobia en la comunicación • La génesis del ocio electrónico.
El televisor: epicentro audiovisual • El escaparate de los deseos • El público y la programación • El nuevo ecosistema cultural • ¿Opulencia audiovisual? • Ensueños electrónicos • Las lógicas de la seducción • Estructura del star-system • Espectáculo, información y arte.
El eje de poder Los Ángeles-Tokio • ¿Aldea global? • Utopías tecnológicas autosuficientes • La cultura intersticial.
Cálculo y pensamiento simbólico • El proyecto de Inteligencia Artificial • Las insuficiencias de la máquina • Emociones y deseos • Robots, humanoides y cyborgs • Mientras tanto.
Un sistema de comunicación proteico • La rebeldía hacker • Sociodinámica de la red • Funciones eróticas y afectivas interpersonales en la red • La pornografía digital.
El ideal claustrofílico y sus servidumbres • Las estrategias del erotismo • La mirada pornográfica.
Epifanía de la imagen digital • Deseos digitales • La zambullida digital • Realidad virtual y espectáculo • El eros cibernético • Razón y emoción.
DE LA CAVERNA A LA ELECTRÓNICA
LA HERENCIA DEL CAZADOR
A lo largo del 99 por ciento de su existencia, el ser humano ha vivido una prolongada etapa de cazador, de la que empezó a salir hace menos de diez mil años, para entrar en la del pastoreo y la agricultura del Neolítico. En aquella prolongadísima fase de existencia de nuestra especie, el hombre vivió muy precariamente, enfrentado a bestias temibles y padeciendo una inseguridad angustiosa. La profunda huella emocional generada en aquel dilatado periodo ha pervivido filogenéticamente hasta el actual ciudadano de la era postindustrial, convirtiéndole en presa fácil de angustias y zozobras psíquicas. Así, los niños pequeños tienen miedo a la oscuridad, aun sin haber padecido ninguna experiencia punitiva asociada a ella, como herencia filogenética de la inseguridad y desprotección del hombre primitivo en la noche y en un entorno de alto riesgo.
Por otra parte, los etólogos han demostrado convincentemente que, en la vida social, al igual que en la naturaleza, asistimos muchas veces a relaciones parecidas a las que los depredadores mantienen con sus presas, mediante simulaciones, tretas y agresiones, aunque en la vida social se produzcan en un marco de normas que las reglamentan y, por tanto, legitiman, a la vez que liman sus aristas más brutales y explícitas. Esta herencia filogenética explica que seamos sujetos pasivos de emociones arcaicas, disparadas desde el hipotálamo y el sistema límbico de nuestro cerebro, en forma de sensaciones de miedo, amor, odio, júbilo, depresión, inquietud, esperanza, inseguridad, placer o nostalgia, que no hemos conseguido controlar suficientemente, como saben todos los gabinetes psiquiátricos del mundo. Hoy surcamos el espacio con potentes astronaves, pero nuestra vida emocional no es muy distinta de la de un cazador de hace cien mil años.
Pero el hombre moderno se distingue físicamente de su antepasado en algunos rasgos importantes. El hombre moderno es el de más baja estatura y con el cerebro más pequeño en toda la historia de su especie. Esta disminución de tamaño es el resultado de mecanismos evolutivos que han favorecido los cuerpos más pequeños, en una estructura social que se basa más en la organización y en la eficiencia que en el esfuerzo físico para conseguir la dieta que necesita un gran cerebro. Pero, a pesar de su menor tamaño cerebral, su relación cerebro-masa corporal, el denominado “cociente de encefalización”, es mayor que el de todos sus antepasados. La explicación es simple. Nuestros ancestros tenían que desplegar un gran esfuerzo físico para conseguir lo que necesitaban para vivir, por lo que la evolución favoreció a los cuerpos más corpulentos. Pero ahora los alimentos y las mercancías llegan hasta nosotros sin que apenas tengamos que movernos. Y también llega así la información, que alimenta nuestro relativamente gran cerebro, nuestro procesador supremo en el seno de la sociedad postindustrial, llamada también “sociedad del conocimiento”.
Las modernas tecnologías de comunicación e información están modificando nuestras vidas, afectándolas en el plano físico (en su biosedentarismo, por ejemplo), en el intelectual y en el emocional. Sus efectos físicos e intelectuales nos son mucho mejor conocidos que sus efectos emocionales y por eso les dedicaremos especial atención a lo largo de estas páginas, que querrían presentar preferentemente al actual homo informaticus
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