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Ronald E. Powaski - La Guerra Fría

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Ronald E. Powaski La Guerra Fría

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RONALD E. POWASKI (Cleveland, Ohio, EE. UU., 1943). Historiador estadounidense que ha escrito sobre las políticas exteriores de los Estados Unidos y Europa en el siglo XX. Powaski se doctoró en Filosofía en 1972 de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland, Ohio.

Empezó su carrera como profesor enseñando historia en Euclid Senior High School en Euclid, Ohio, para, después de pasar por varios institutos y universidades, acabar en la Universidad Estatal de Cleveland.

Es autor, entre otros, de March to Armageddon: The United States and the Nuclear Arms Race, 1939 to the Present (1987), The Entangling Alliance: the United States and European Security, 1950 to the Present (1994) y Cold War. The United States and the Soviet Union, 1917-1991 (1997).

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Estados Unidos y la revolución bolchevique, 1917-1933

EL GOBIERNO PROVISIONAL

La primera guerra mundial fue el catalizador de la revolución rusa. Las repetidas movilizaciones, que afectaron a un total de unos quince millones de hombres, contribuyeron a desbaratar la producción industrial y agrícola, causaron la ruptura de la red de transportes y produjeron graves escaseces de alimentos y combustibles, especialmente en las ciudades. Todos estos problemas se vieron agravados por la ineptitud y la corrupción del régimen del zar Nicolás II, que fue incapaz de resolverlos.

Finalmente, a principios de marzo de 1917, estalló la revolución. Una serie de huelgas y manifestaciones en Petrogrado (nombre con el que se rebautizó a San Petersburgo en 1914), para protestar por la escasez de alimentos en la capital, se propagó rápidamente a Moscú, y otras ciudades rusas. El 11 de marzo el zar respondió disolviendo el parlamento y ordenando a las tropas que reprimieran las manifestaciones. Pero los soldados se negaron a obedecer la orden y luego se unieron a los manifestantes, con lo cual perdió la monarquía su principal apoyo. El 16 de marzo el zar abdicó y con ello puso fin a la dinastía de los Romanov, cuyo reinado había durado trescientos años. Aquel día se proclamó un gobierno provisional presidido por un conservador moderado, el príncipe Georgii Lvov. Los nuevos gobernantes prometieron convocar una asamblea constituyente para determinar la forma de gobierno permanente de Rusia, así como poner en marcha un ambicioso programa de reformas sociales y económicas. Sin embargo, el gobierno provisional también prometió que Rusia seguiría en la guerra, con lo cual firmó su propia sentencia de muerte.

El presidente Woodrow Wilson pensó que la revolución de marzo era un paso importante hacia la consecución del tipo de orden mundial que tenía la esperanza de edificar después de la guerra. Con el despótico zar sustituido por un gobierno pro democrático y partidario de los aliados, Wilson podía presentar de forma verosímil la guerra como una lucha legítima entre las fuerzas de la democracia y las de la reacción y el militarismo. El 22 de marzo, sólo una semana después de la revolución, el presidente reconoció al gobierno provisional. En el mensaje que el 2 de abril mandó al Congreso para solicitar que se declarase la guerra a Alemania, el presidente calificó a Rusia de «digno socio para una liga de honor». Entre marzo y noviembre de 1917 Estados Unidos adelantaría al nuevo gobierno ruso créditos por valor de 450 millones de dólares (sólo se habían utilizado 188 millones de dicha cantidad cuando también el gobierno provisional fue derrocado).

La causa fundamental del fracaso del gobierno provisional fue su negativa a poner fin a la participación de Rusia en la guerra. En la primavera de 1917 el ejército y el pueblo rusos ya estaban agotados a causa del conflicto. Por consiguiente, cada vez eran más atractivas las exigencias de la facción bolchevique del partido obrero socialdemócrata ruso, que quería el fin inmediato de la guerra y la redistribución de la tierra entre los campesinos. Los alemanes se dieron cuenta de ello, y el 16 de abril de 1917 permitieron que el líder de los bolcheviques, Vladimir Lenin, volviera a Petrogrado desde su exilio en Suiza. Los alemanes albergaban la esperanza de que la agitación de Lenin perturbara todavía más el esfuerzo bélico de los rusos y quizás incluso les obligara a dejar de combatir. Lenin complació inmediatamente a los alemanes poniendo en marcha un programa cuyo objetivo era derribar al gobierno provisional. Arguyó que representaba sólo a la burguesía, sin tener en cuenta a las masas populares, e insistió en que éstas tenían una representación más equitativa en los consejos (soviets) de obreros y soldados que habían surgido en toda Rusia. En vez de apoyar la guerra, Lenin trabajó para provocar la derrota de Rusia porque, según arguyó, sólo la derrota produciría las condiciones necesarias para causar la caída del gobierno.

El fracaso de la gran ofensiva rusa de julio de 1917 contribuyó a crear las condiciones que Lenin deseaba. La subsiguiente desintegración del ejército permitió a los alemanes tomar Riga, en Letonia, el 3 de septiembre, lo cual dejó abierto el camino a la capital rusa, que sólo distaba unos 480 kilómetros. Seis días después, el general Lavr Kornilov, comandante en jefe del ejército ruso, trató de frenar el colapso militar dando un golpe contra el gobierno de Aleksandr Kerenski, socialista moderado que el 6 de agosto había sustituido al príncipe Lvov, La intentona de Kornilov fracasó sólo porque la guardia roja, dominada por los bolcheviques, así como soldados y marineros leales al soviet de Petrogrado, acudieron en socorro de Kerenski e impidieron que las tropas de Kornilov marcharan sobre la ciudad. Kerenski respondió proclamando oficialmente la república el 27 de septiembre. Pero fue demasiado poco y demasiado tarde. Sin el apoyo del ejército, privado de verdadera autoridad en las ciudades por los soviets, que eran cada vez más pro bolcheviques, y abandonado por los campesinos, el gobierno Kerenski no tardó en resultar inoperante.

A la caída de Kerenski contribuyeron los aliados, que no querían que el gobierno provisional sacara a Rusia de la guerra porque temían que los alemanes pudieran entonces trasladar millones de soldados al frente occidental. De esta manera, los aliados permitieron que los bolcheviques conservaran en su poder un arma importante con la cual continuaron atacando a Kerenski. Aunque Estados Unidos no participó directamente en las presiones aliadas para reactivar el frente oriental, tanto el presidente Wilson como Robert Lansing, el secretario de Estado, confiaban en que lograrían que Rusia siguiera luchando. A tal efecto, en junio enviaron una comisión encabezada por el ex secretario de Estado Elihu Root para que garantizase a Rusia la continuación del apoyo norteamericano. Aquel mismo mes Washington también mandó un equipo de expertos bajo la dirección de John F. Stevens, cuya misión era ayudar a que los trenes rusos siguieran funcionando. Además, la Cruz Roja norteamericana y la Young Men's Christian Association pusieron en marcha programas humanitarios en Rusia. Pero ninguna de estas medidas pudo evitar que empeorasen las condiciones sociales y económicas que la guerra había agravado. Finalmente, la negativa del gobierno provisional a terminar la participación rusa en la guerra fue la causa directa de su derrocamiento por parte de los bolcheviques el 7 de noviembre de 1917.

LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE

El B de noviembre, un día después de que el gobierno provisional fuera derribado, el segundo Congreso Panruso de los Soviets (sin los representantes de los partidos moderados, que habían abandonado el congreso el día antes) aprobó la formación del Consejo de los Comisarios del Pueblo, con Lenin como presidente, Lev Trotski en el puesto de comisario de relaciones exteriores y un georgiano poco conocido, Josif (Vissarionovic Dzugasvili) Stalin, en el de comisario de las nacionalidades. El congreso también aprobó unánimemente un decreto que abolía la propiedad privada de la tierra y otro que pedía la inmediata apertura de negociaciones de paz con los alemanes. El 20 de noviembre el nuevo gobierno soviético propuso un armisticio inmediato con las potencias centrales. Una semana más tarde, se firmó un alto el fuego preliminar entre Rusia y sus enemigos. Los dos bandos acordaron empezar negociaciones para un tratado de paz oficial en la ciudad polaca de Brest-Litovsk el 22 de diciembre.

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