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Daniel Jonah Goldhagen - La Iglesia católica y el Holocausto

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Daniel Jonah Goldhagen La Iglesia católica y el Holocausto

La Iglesia católica y el Holocausto: resumen, descripción y anotación

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Agradecimientos

AGRADECIMIENTOS

En los momentos que he tenido libres desde la publicación de mi primer libro he pensado en muchos posibles proyectos que podría emprender sobre diversos temas. Unos son más contemporáneos que otros; unos son más concretos en su formulación que otros; unos tienen más posibilidades de realizarse que otros; unos son de un tono más ligero que otros. Pero entre ellos no figuraba ni por asomo un proyecto de ningún género que se ocupase de la Iglesia católica y el Holocausto, y menos aún un juicio moral de la Iglesia. Nunca se me había pasado por la cabeza, hasta que Martin Peretz me empujó a centrarme en él. Para mi sorpresa, el artículo que había de salir de aquella sugerencia fue aumentando en dimensiones y en alcance intelectual hasta convertirse en un proyecto mucho más enjundioso —este libro— de lo que en un principio me había propuesto. La gratitud que debo a Martin por ponerme en el camino la debo también a Leon Wieseltier por su paciencia, su apoyo y sus sugerencias, especialmente teniendo en cuenta el tiempo que tardé en entregar el artículo prometido a New Republic, la mayor parte del cual forma parte de este libro.

Agradezco a diversos amigos que leyeran el original con mirada crítica durante su preparación. Mustafa Emirbayer, Dagmar Herzog, Stanley Hoffmann, Andrei Markovits y Paul Pierson me hicieron importantes indicaciones que mejoraron el libro en aspectos cruciales. Quiero dar las gracias también a Robin Schuldenfrei, mi ayudante de investigación, por su inapreciable ayuda mientras estaba redactando el original. Y especialmente a Esther Newberg, mi agente literario, por su ferviente apoyo al proyecto y por lo mucho que me benefició su inteligencia, siempre centrada y perspicaz.

Con Carol Brown Janeway, mi editora de Knopf, estoy una vez más en deuda por su claro entendimiento, buen ojo y juicioso sentido, y también por el entusiasmo que pone en que un libro se publique correctamente, de la forma y manera que su tema y su autor necesitan. Muchas otras personas de Knopf merecen mi agradecimiento personal y profesional por hacer posible que el espíritu del libro recibiera forma corpórea. Stephanie Katz ha hecho de nuevo que cada etapa de la producción de un libro sea fácil y alegre, también con el único deseo de que se haga correctamente. Margaret Wimberger garantizó que todas las pequeñas cosas estuvieran en su sitio. Lydia Buechler se ocupó de que todo encajara. Peter Andersen se cuidó de que quienes lo hacían supieran hacerlo y lo hicieran con gracia interior. Tracy Cabanis, de que lo hicieran a su tiempo. Chuck Antony y Judy Eda, de que los inevitables errores que se cuelan en el complejo proceso de la producción de un libro fueran eliminados. Max Franke, de que el libro fuese navegable para quienes busquen temas concretos. Y Abby Weintraub consiguió que tenga varios rostros hermosos (de frente, de espaldas y de perfil). Si la vida primera de un libro es creada privadamente en la unión del cerebro y el ordenador del autor y quienes producen su encarnación física le dan su segunda vida, cuando este libro estaba tomando forma Paul Bogaards y Gabrielle Brooks me dieron la confianza de que al entrar en el mundo fuera conducido a mi tierra natal con esmero. Carol, con la ayuda de Stephanie y de Suzanne Smith, han hecho posible que sucediera lo mismo en otros países.

Una vez más quiero mostrar mi agradecimiento a mi familia. Mi madre, Norma Goldhagen, aportó nuevas mejoras al original y me ayudó de otras maneras tangibles e intangibles. Mi padre, Erich Goldhagen, cuya aportación intelectual sería imposible de exagerar, me prestó una enorme ayuda durante la preparación del libro y ha vuelto a demostrarme por qué soy tan afortunado como pueda serlo un hijo. Mi esposa, Sarah Williams Goldhagen, con su inteligencia creativa, hábil y sobria, aportó innumerables mejoras a este libro. Con esta inteligencia suya y sus muchas otras e insuperables cualidades ha hecho lo mismo con mi vida. A ella quiero manifestarle mi gratitud y mi alegría por haber podido dedicarle las dos cosas.

Declaramos que el principal deber que nos imponen nuestro oficio y nuestro tiempo es «dar testimonio de la verdad» […] con firmeza apostólica […]. En el cumplimiento de este oficio no nos dejaremos influir por consideraciones humanas o terrenas…

PÍO XII, Summi Pontificatus

(20 de octubre de 1939)

Conclusión: encontrar la voluntad

CONCLUSIÓN

ENCONTRAR LA VOLUNTAD

El progreso en la virtud, el conocimiento del bien y la ascesis acrecientan el dominio de la voluntad sobre los propios actos.

Catecismo de la Iglesia católica, 1734

L as tareas de la restitución están claras. La restitución material requiere que la Iglesia católica reconozca, en principio, sus deudas monetarias con las víctimas judías y elabore un acuerdo justo en consulta con ellas o con sus herederos. La restitución política requiere que la Iglesia apoye, sostenga y proteja con energía a las comunidades políticas judías. La restitución moral requiere que la Iglesia elimine el antisemitismo de su propio seno y del catolicismo. Esto supone no sólo algunos cambios cosméticos sino también una purga del antisemitismo explícito o implícito presente en la Iglesia o en sus enseñanzas, así como el hallazgo de alguna solución adecuada y de buena fe a lo que se puede describir como su problema bíblico. Significa también un esfuerzo educativo sistemático y diligente —una misión que tal vez dure generaciones hasta que cumpla su propia máxima de «restablecer la buena fama de las personas calumniadas»— para informar a católicos y no católicos de que el antisemitismo es una falsedad, un delito y, desde el punto de vista católico, un pecado. La Iglesia debe también reformar los aspectos de su naturaleza, organización y doctrina, incluyendo su núcleo político, que hicieron posible su participación en el Holocausto, con el fin de garantizar que ni ella ni su clero vuelvan a contribuir a ningún crimen ni transgresión política o moral contra los judíos. Y debe adoptar la postura de un verdadero arrepentido ante las personas a las que perjudicó, a los judíos por haberles causado daños y a los católicos por haberlos traicionado moralmente. Si la Iglesia católica y los católicos hubiesen sido víctimas de todo lo que aquélla, sus papas, sus obispos y sus sacerdotes han perpetrado contra los judíos, ella, su clero y sus fieles no esperarían menos de las personas cuyas víctimas hubiesen sido.

Quedan dos cuestiones. ¿Es realista esperar que una institución, lo que es más, una institución poderosa, ofrezca una restitución, incluyendo una de tipo moral? ¿Es probable que lo haga esa institución concreta, la Iglesia católica?

¿PUEDE ARREPENTIRSE UNA INSTITUCIÓN PODEROSA?

Una institución mucho más poderosa incluso que la Iglesia católica ya lo ha hecho. La República Federal Alemana, a pesar de todas sus deficiencias a este respecto, ha recorrido un largo camino para ofrecer una restitución, incluida una de tipo moral, a los judíos por los crímenes y otras ofensas cometidos por los alemanes contra ellos. Ciertamente ha tomado muchas de las medidas aquí examinadas, cosa que la Iglesia católica no ha hecho. Desde luego, por grande que sea la esencial culpabilidad de la Iglesia por sus ofensas antijudías, entre ellas las que contribuyeron al Holocausto, la de Alemania es inconmensurablemente mayor.

Es bien sabido que Alemania ha dado grandes cantidades en concepto de restituciones monetarias, en un total que asciende ahora a 57 000 millones y medio de euros.

Dejando a un lado los componentes materiales y legales de la restitución, que si bien no tan conocidos como debieran son al menos reconocidos y descritos como tales, vemos que Alemania también se ha comprometido de manera sustancial en la restitución política y en diversas formas de restitución moral de los tipos aquí exigidos, aun cuando estos actos no se concibieran ni describieran específicamente como restitución e incluso aun cuando sigan sin ser reconocidos como tales. Políticamente, Alemania, que destruyó la vida comunitaria y política judía en toda Europa, ha ofrecido una considerable restitución: un apoyo político a los judíos, tanto en Israel como en la misma Alemania, ayudándolos a construir nuevas instituciones comunitarias y a mantener y aumentar las disminuidas.

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