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Walter Bosing - El Bosco

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Walter Bosing El Bosco
  • Libro:
    El Bosco
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1973
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Autorretrato del Bosco Lápiz y sanguina 41 28 cm Arras Bibliothèque - photo 1

Autorretrato del Bosco Lápiz y sanguina 41 28 cm Arras Bibliothèque - photo 2

Autorretrato del Bosco (?)
Lápiz y sanguina, 41 × 28 cm. Arras, Bibliothèque Municipal d’Arras

Obras consultadas:

Combe, Jacques: Hieronymus Bosch, Londres 1946.

Baldass Ludwig von: Hieronymus Bosch, Nueva York/Londres 1960.

Cinotti, M.: L’Opera completa di Bosch (Classici dell’Arte, 2), Milán 1966.

Tolnay, Charles de: Hieronymus Bosch, Londres 1966.

Friedländer, Max Jacob: Geertgen tot Sint Jans und Jerome Bosch (Early Netherlandish Painting, V), Leidenl Bruselas 1969.

Reuterswärd, Patrick: Hieronymus Bosch, Uppsala 1970.

Linfert, Carl: Hieronymus Bosch, Nueva York 1971, Londres 1972.

Marijnissen, Roger-H.: Hieronymus Bosch, Ginebra 1972.

Orienti, Sandra y René de Solier: Hieronymus Bosch, Nueva York 1979.

Véanse también las notas de las págs. 7, 9, 36 y 53.

El Hombre-Árbol Pluma y bistre 277 211 cm Viena Albertina Dos - photo 3

El Hombre-Árbol
Pluma y bistre, 27.7 × 21.1 cm. Viena, Albertina

Dos cabezas masculinas Óleo sobre tabla 145 12 cm Rotterdam Museum - photo 4

Dos cabezas masculinas
Óleo sobre tabla, 14.5 × 12 cm
Rotterdam, Museum Boymans-van Beuningen

Tablero de los Siete Pecados Capitales y las Cuatro Postrimerías Óleo sobre - photo 5

Tablero de los Siete Pecados Capitales y las Cuatro Postrimerías
Óleo sobre tabla, 120 × 150 cm. Madrid, Museo del Prado

Cristo crucificado Óleo sobre tabla 735 613 cm Bruselas Musées Royaux - photo 6

Cristo crucificado
Óleo sobre tabla, 73.5 × 61.3 cm.
Bruselas, Musées Royaux des Beaux-Arts

Introducción Para estudiar el extraño mundo de Jerónimo van Aken llamado El - photo 7

Introducción

Para estudiar el extraño mundo de Jerónimo van Aken, llamado «El Bosco», nada mejor que el Museo del Prado de Madrid. Allí, en una de las galerías de los pisos superiores, se reúnen nada menos que tres altares mayores y varios cuadros de menor formato pintados por él mismo o bien salidos de su taller. Estas obras presentan un contraste dramático si se las compara con las demás pinturas neerlandesas que se exhiben en la sala. Los detalles que Roberto Campin observó fríamente y volcó con precisión en «Los desposorios de la Virgen» y la moderación digna de «El Descendimiento de la Cruz» de Rogelio van der Weyden, no tienen nada en común con los paisajes llenos de demonios que vemos en «El carro de heno» o en «El Jardín de las Delicias». El arte de los maestros antiguos está firmemente enraizado en el mundo prosaico y substancial de la experiencia cotidiana, pero el Bosco nos confronta con un mundo de sueños y pesadillas en que las formas cambian permanentemente ante nuestros ojos.

Los cuadros del Bosco siempre fascinaron al espectador. En el pasado, sin embargo, estaba muy difundida la idea de que sus escenas diabólicas tenían meramente la intención de divertir, más o menos a la manera de los «grotteschi» de los ornamentos renacentistas. Felipe II, es cierto, coleccionaba las obras más como una forma de edificación que como un entretenimiento, pero los españoles eran la minoría. Ya el español Felipe de Guevara describió las pinturas del Bosco principalmente como «fantasías sorprendentes y extrañas… a menudo no tan placenteras, sino más bien horripilantes a la vista».

No obstante, estudios más recientes han venido a constatar que el arte del Bosco tiene un significado más profundo, y ha habido muchos intentos de explicar sus orígenes y su significado. Algunos tratadistas lo han visto como a un surrealista del siglo quince que extraía sus perturbadoras formas del inconsciente; frecuentemente se asocia su nombre con el de Salvador Dalí. Para otros, el arte del Bosco refleja las prácticas esotéricas de la Edad Media, como la alquimia, la astrología o la brujería. Sin embargo, los más audaces de todos son acaso los intentos de relacionar al Bosco con las diversas herejías religiosas que existían durante la Edad Media. Se puede encontrar un ejemplo en la teoría propuesta por Wilhelm Fraenger. Por lo populares que son, las tesis de Fraenger merecen especial consideración; a su vez, dichas tesis ilustran vivamente los problemas que plantea la interpretación del Bosco.

Cabeza de mujer fragmento Óleo sobre tabla 13 5 cm Rotterdam Museum - photo 8

Cabeza de mujer (fragmento)
Óleo sobre tabla, 13 × 5 cm
Rotterdam, Museum
Boymans-van Beuningen

De acuerdo con Fraenger, el Bosco era miembro de la Hermandad del Espíritu Libre, un grupo herético que floreció por toda Europa durante varios cientos de años, después de su primera aparición en el siglo trece. Existe escasa información sobre esta secta, pero se supone que practicaba la promiscuidad sexual como parte de sus ritos religiosos, a través de los cuales intentaba lograr el estado de inocencia del que gozaba Adán antes de la Caída; por ello se los llama también Adamitas. Fraenger supone que «El Jardín de las Delicias» fue pintado para un grupo de Adamitas de Hertogenbosch, en donde vivía el Bosco, y que la descarada escena erótica de la tabla central no representa una condena a la sensualidad desenfrenada, como se cree generalmente, sino las prácticas religiosas de la secta. Fraenger también relacionó otras obras del Bosco con los Adamitas y sus doctrinas.

A pesar de que la mayoría de los expertos se opone fuertemente a la tesis de Fraenger, ésta ha recibido una notable acogida en la prensa oficial y en las revistas populares, en que con la misma frecuencia se reproduce «El Jardín de las Delicias» que la «Mona Lisa» y la «Ronda nocturna». El gran interés de que goza esta explicación radica en parte en su novedad y en su carácter escandaloso, pero aún más en el hecho de que concuerda bien con las concepciones del siglo veinte sobre el amor libre y la sexualidad desinhibida, como valores positivos en sí mismos y como remedios para varias enfermedades psíquicas y sociales. De hecho, un partidario de lo que se podría llamar «sexualidad terapéutica», Norman O. Brown («El Cuerpo del Amor», 1966), señala que «El Jardín de las Delicias» ilustra cómo han de ponerse en práctica sus propias teorías.

Por más atractiva que le pueda resultar la interpretación de Fraenger a la sensibilidad de nuestro siglo, su premisa básica es, sin embargo, bastante discutible. No tenemos ninguna evidencia histórica de que Bosch hubiera sido alguna vez miembro de los Adamitas o de que pintara para ellos. De hecho, la última referencia cierta a este grupo en los Países Bajos aparece en Bruselas en 1411. Pero aún en el caso de que los Adamitas hayan sobrevivido de alguna manera oculta hasta inicios del siglo dieciséis, es difícil que el Bosco haya sido más que un cristiano ortodoxo. Era miembro de la Hermandad de Nuestra Señora, una cofradía de clérigos y laicos dedicada al culto de la Virgen y bastante diferentes de los Hermanos del Espíritu Libre. El Bosco ejecutó varios encargos que le hiciera esta hermandad y también fue patrocinado por miembros de la alta jerarquía eclesiástica y nobiliaria, uno de los cuales probablemente encargó el mismo «Jardín de las Delicias». Difícilmente se puede dudar de la ortodoxia religiosa de estos mecenas. A partir de la mitad del siglo dieciséis, una serie de obras del Bosco, incluso «El Jardín de las Delicias», fue adquirida por el católico más conservador de todos ellos, Felipe II de España. Ésta era la época de la Reforma y de la Contrarreforma, periodo en el cual cobró nueva vida la Inquisición y en la que existía en todas partes una sensibilidad particular con respecto al dogma y a la doctrina. Por ello, es bastante improbable que las pinturas del Bosco se hubieran adquirido con tanta avidez, de haber existido la más leve sospecha de alguna conexión entre el pintor y cualquier secta herética. Sólo hacia fines del siglo dieciséis hubo en España quienes consideraron que las obras del Bosco estaban «viciadas de herejía», pero esta acusación fue rechazada firmemente, en 1605, por el sacerdote español Fray José de Sigüenza.

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