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Richard Preston - Zona caliente

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Richard Preston Zona caliente
  • Libro:
    Zona caliente
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1994
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Zona caliente: resumen, descripción y anotación

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Zona caliente: área del laboratorio denominada así por los científicos que investigan los virus más letales como el ébola. Sellada herméticamente, sus accesos están rigurosamente controlados y los operarios visten trajes especiales sometidos a duchas de desinfección antes de abandonar el recinto. Parte de los hechos narrados en este libro transcurren en una «zona caliente» gestionada por el Ejército de Estados Unidos en Maryland. Zona caliente fue escrito y publicado en 1994 para explicar los orígenes y la evolución del virus ébola y advertir del peligro de su propagación en el futuro. Su autor, Richard Preston, catedrático de la Universidad de Princeton y un destacado especialista en abordar temas científicos con un alto nivel de rigor y conocimiento de la materia —ha sido galardonado con el Premio del Instituto de Física de Estados Unidos y Zona caliente es lectura recomendada en los institutos de Norteamérica—, fue el primero en dar a conocer al gran público la amenaza del ébola, un virus potencialmente mil veces más letal que el VIH del sida y que, hasta el día de hoy, no ha sido controlado en su totalidad. La narración de esta historia, que se lee como una novela, se basa en hechos reales documentados con precisión y contrastados hasta el límite de lo posible. El resultado es un relato apasionante y esclarecedor, una fuente rica en datos fidedignos sobre todos los aspectos involucrados en este desafío de la naturaleza. Así, los lectores podrán formarse una opinión razonada por encima de todo el torrente de informaciones fragmentadas que propician en la opinión pública una sensación de desconcierto y temor.

Richard Preston Zona caliente ePub r11 pepitogrillo 141215 Título original - photo 2

Richard Preston

Zona caliente

ePub r1.1

pepitogrillo 14.12.15

Título original: The Hot Zone

Richard Preston, 1994

Traducción: Antonio Juan Desmonts Gutiérrez

Traducción del prólogo: Ana Isabel Sánchez

Diseño de cubierta: SuperStock / Science Faction

Editor digital: pepitogrillo

ePub base r1.2

El autor agradece encarecidamente la beca de investigación concedida por la - photo 3

El autor agradece encarecidamente

la beca de investigación concedida por

la Alfred P. Sloan Foundation.

RICHARD PRESTON 1954 Cambridge Massachusetts EE UU es un escritor - photo 4

RICHARD PRESTON (1954, Cambridge, Massachusetts, EE. UU.) es un escritor estadounidense, conocido por su trabajo como escritor en el New Yorker, pero sobre todo por su novelas superventas, normalmente relacionadas con grandes desastres, bien sean grandes epidemias naturales o bien creadas por el hombre, a pesar de que ha escrito otras obras de no ficción. Ya sean periodísticos o de ficción, sus escritos se basan en la exhaustiva investigación de antecedentes y entrevistas.

Su artículo de 1992 del New Yorker «Crisis in the hot zone» fue ampliado en su libro más conocido, The hot zone (1994), un thriller sobre el virus Ébola.

Preston reside en Hopewell, Nueva Jersey con su esposa, Michelle, y sus hijos. Es el hermano del autor de best-seller, Douglas Preston.

Prólogo a la nueva edición

Mientras escribo esto, el virus del ébola está causando estragos entre la población de África Occidental. El brote de ébola de 2014 se ha convertido en el más explosivo y devastador que se haya visto en una enfermedad infecciosa emergente desde la aparición del VIH, el virus que provoca el sida, a principios de la década de 1980. El ébola se identificó por primera vez en 1976 durante un brote surgido en un pequeño hospital rural de Yambuku, Zaire (actualmente, República Democrática del Congo), cerca del río Ébola. Desde entonces, ha hecho acto de presencia en unas veinticinco ocasiones en forma de brotes poco importantes en zonas rurales del África ecuatorial, y ha acabado con la vida de un par de cientos de personas en el peor de los casos. En todas esas ocasiones, el virus terminó por remitir y desaparecer. Lo sofocaban médicos y personal sanitario que habían desarrollado métodos para contener su expansión, y resultaba tan destructivo que las víctimas no vivían lo suficiente para transmitirlo a muchas otras personas. En consecuencia, entre la comunidad científica se instauró la idea de que el ébola no era una gran amenaza para el mundo.

Se equivocaban.

Lo que nadie alcanzaba a entender del todo era que, si el ébola llegaba a las grandes ciudades de África, se convertiría en algo parecido a un incendio forestal. El resultado ha sido una apabullante y demoledora eclosión del virus entre la población humana. Hasta el momento, nadie tiene muy claro si se puede poner freno al ébola o cómo hacerlo. En cualquier caso, hace tiempo que se lo considera uno de los más espantosos y aterradores virus causantes de enfermedades en los seres humanos. Se conocen cinco tipos de ébola, además de un primo cercano, el virus de Marburgo. Todos ellos viven, silenciosa y naturalmente, en alguna especie huésped desconocida en los bosques y las sabanas del África ecuatorial. El huésped natural del ébola, el animal al que este virus suele infectar, podría ser una especie de murciélago. También es posible que sea un insecto pequeño o un ácaro que viva en el cuerpo del murciélago, o incluso otra cosa que no se le haya ocurrido a nadie. No se sabe. De vez en cuando, y por razones desconocidas, el virus sale de su huésped natural e infecta a un humano, este se lo transmite a otras personas y así comienza un brote de ébola.

El virus se transmite de una persona a otra por medio del contacto con el sudor, las heces, el vómito, la saliva, la orina o la sangre. Una persona contagiada suele producir muchos de estos fluidos de manera incontrolada, a menudo en grandes cantidades. En aproximadamente la mitad de los casos, se sufren hemorragias. A veces son abundantes, pero también pueden ser sutiles: pueden llegar a manifestarse como minúsculas gotas de sangre adheridas a los bordes de los párpados. Tal vez se padezcan hemorragias internas, invisibles excepto en los vómitos salpicados de sangre o en la «melena» (vómito negro). Cualquier persona que toque esos fluidos con las manos o la piel desnudas corre el riesgo de infectarse… Y el virus del ébola es extremadamente contagioso. Si una sola partícula de ese virus penetra en el torrente sanguíneo de una persona, el resultado puede ser una infección mortífera. (Por el contrario, el VIH es mucho menos infeccioso. Es necesario que se introduzcan unas diez mil partículas de VIH en el torrente sanguíneo de una persona para que esta contraiga el virus). Hasta ahora, no existe ningún remedio confirmado para el ébola, ni ninguna vacuna que haya demostrado su efectividad.

Los investigadores que trabajan con ébola en sus laboratorios siempre llevan trajes de bioseguridad de cuerpo entero con un suministro de oxígeno a presión, y las instalaciones se encuentran selladas tras unas cámaras estancas que albergan duchas químicas. Esos laboratorios son conocidos como «zona caliente».

En estos mismos instantes, en África Occidental la zona caliente está por todas partes. Es invisible, difusa, letal. La zona caliente está en los brazos de las madres que cuidan a sus hijos enfermos de ébola. La zona caliente está en el interior de los hogares humildes habitados por personas desesperadas que tan solo intentan ayudar a sus agonizantes seres queridos, y también en el círculo que rodea el cadáver de un joven tendido boca abajo en una calle sin asfaltar de Monrovia, Liberia, mientras la gente se aparta de él. El virus del ébola es, sobre todo, una catástrofe humana, un monstruo, un parásito oscuro, un fabricante inconsciente e insensible de un sufrimiento extremo a medida que se replica implacablemente dentro del cuerpo humano. Ahora mismo, el ébola es capaz de hacer que una ciudad o una comunidad parezca estar padeciendo una plaga medieval. Si queremos detenerlo, solo podremos lograrlo con un gran esfuerzo por parte de la comunidad internacional, encabezada por los países desarrollados, que poseen el dinero y los recursos necesarios para enfrentarse a este enemigo de la especie humana. No nos equivoquemos: el ébola es un enemigo para todos nosotros. Si el virus cambiara, mutase de ciertas formas al saltar de un humano a otro, podría desarrollar la habilidad de viajar a cualquier lugar del mundo, desde Bangladesh hasta Beverly Hills.

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