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Thomas Szasz - Libertad fatal

Aquí puedes leer online Thomas Szasz - Libertad fatal texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1999, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Thomas Szasz Libertad fatal
  • Libro:
    Libertad fatal
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    ePubLibre
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    1999
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Libertad fatal: resumen, descripción y anotación

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AGRADECIMIENTOS

Estoy profundamente agradecido a Peter Uva, bibliotecario del SUNY Health Science Center de Siracusa, por su ayuda y generosidad, año tras año, libro tras libro.

Alice Michtom me proporcionó útiles consejos y ayuda a través de sucesivas revisiones del manuscrito.

Robert Schneebeli y Roger Yanow leyeron el manuscrito entero, a veces varias versiones del mismo, y me ofrecieron valiosas sugerencias.

Leo Elliott, Arthur Fliney, Charles Howard, David Levy y Jeffrey Schaler ayudaron con los borradores iniciales, enviaron documentación y sugirieron referencias.

Nancy Cummings me ayudó con la sección en la que se habla del suicidio por interrupción de la hemodiálisis.

Mi hermano George, mis hijas Susan Palmer y Margot Peters y mi yerno Steve Peters, cada uno a su modo, me ayudaron en la redacción de este libro, dándome su amor y apoyo.

Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a todos ellos y a muchos otros que no han sido citados y que han apoyado mi trabajo de diferentes maneras.

APÉNDICE

El hombre contemporáneo considera el suicidio como una enfermedad que requiere una intervención médica para poder ser controlada, o bien como un tratamiento dirigido a los enfermos terminales que requieren ayuda para quitarse la vida. A modo de contrapeso frente a esta distorsionada visión monocromática de la muerte voluntaria, quiero presentar en este apéndice algunas percepciones y actitudes diferentes respecto al suicidio.

La tolerancia al suicidio: Thomas Jefferson (1743-1826)

En 1779, el Legislativo de Virginia estaba debatiendo una ley para derogar el castigo al suicidio consistente en la «confiscación de los bienes», cuando Jefferson realizó la siguiente declaración en su apoyo:

Según la ley, el suicidio debe castigarse con la «confiscación de los bienes». Esta ley [que reforma el código penal de Virginia] lo exime de toda confiscación. El suicida perjudica en menor medida al Estado que aquel que lo abandona cargado con sus posesiones. Si creemos que este último no debe ser castigado, entonces tampoco lo debe ser el primero. No debemos temer su imitación. Los hombres están demasiado apegados a la vida como para arrebatársela a sí mismos, y, en cualquier caso, el castigo de la confiscación no podrá evitarlo. Porque si un hombre está tan decidido a renunciar a la vida, tan cansado de su existencia entre nosotros, que le tienta experimentar con lo que hay más allá de la tumba, ¿debemos suponer que en este estado de ánimo sea susceptible de verse influenciado por las pérdidas patrimoniales que sufrirá su familia con la confiscación? Que los hombres, en general, también desaprueban este castigo es evidente, dadas las continuas sentencias judiciales que consideran al suicida un demente; y ello ocurre así porque no tienen otro modo de eludir la confiscación. Acabemos, pues, con ella.

El 14 de julio de 1813, Jefferson contestó a dos cartas que había recibido del doctor Samuel Brown, catedrático de teoría y práctica de la medicina en la Universidad de Lexington, Virginia. Su correspondencia versaba, evidentemente, sobre las plantas tóxicas que pudieran resultar útiles para el suicidio, como deducimos de la respuesta de Jefferson:

La preparación más elegante que conocemos es la de la hierba de Jamestown, Datura estramonio, inventada por los franceses en tiempos de Robespierre. Todo hombre valeroso la llevaba constantemente consigo para anticiparse a la guillotina. Produce un sueño profundo y tan tranquilo como cuando la fatiga nos conduce al sueño ordinario, sin espasmos ni alteraciones. […] Parece preferible a la sección de las venas de los romanos, la cicuta de los griegos o el opio de los turcos. […] Si esta droga se pudiera restringir a la autoadministración, no debería ser mantenida en secreto. Hay situaciones en la vida tan desesperadas como intolerables para las que sería un alivio racional. […] Y también como remedio para la tiranía, al que los romanos recurrieron durante el imperio […] siempre me he preguntado por qué no pensaron que una puñalada en el pecho del tirano podía ser un remedio mejor.

La defensa del suicidio: sir Leslie Stephen (1832-1904)

Leslie Stephen —padre de Virginia Woolf y hermano menor de James Fitzjames Stephen— era un importante hombre de letras Victoriano, fuertemente vinculado a la razón, la literatura y también al ateísmo. Su postura y sus escritos sobre el suicidio podrían haber proporcionado a su hija Virginia una justificación moral para su agresiva defensa del derecho a quitarse la vida. En The Science of Ethics [La ciencia de la ética] —una obra escrita en 1882 a contracorriente del pensamiento mayoritario en el período Victoriano, si bien empleando un estilo tremendamente característico de su época y de su clase—, Stephen presenta un apasionado razonamiento en defensa de la moralidad de la muerte voluntaria:

Supongamos ahora que un hombre, sabiendo que la vida no es para él sino agonía y que viviendo no puede ser de utilidad a nadie, sino que únicamente va a causar una molestia inútil a los que le cuiden y, quizá, influir negativamente en la salud de su esposa y de sus hijos, decide suicidarse. ¿Qué debemos pensar de este hombre? Sin duda está rompiendo el código moral aceptado; pero ¿por qué no iba a hacerlo? […] ¿No podemos afirmar que esté actuando conforme a un principio moral superior, y que, con su acción, esté disminuyendo la cuantía total de desgracia humana? […] El comportamiento puede surgir de la cobardía o de una motivación más elevada de lo normal, por lo que no podemos determinar el mérito de la acción; pero, asumiendo el motivo más elevado, no veo por qué debiéramos condenar la acción que de él se deriva.

Leslie Stephen no se suicidó. Eligió morir dolorosa y lentamente de cáncer.

La glorificación del suicidio: Henry L. Mencken (1880-1956)

H. L. Mencken admiraba profundamente a Friedrich Nietzsche (1844-1900) y estaba influido por sus obras. Los extractos que siguen ilustran las posturas de Nietzsche y de Mencken respecto al suicidio. La forma poco pretenciosa y sarcástica en que escribieron sobre la muerte voluntaria contrasta con el estilo pretencioso y medicalizado en el que los periodistas y los creadores de opinión contemporáneos escriben sobre el tema.

Muerte.—Schopenhauer razona del siguiente modo en su ensayo Sobre el suicidio: la posibilidad de una autodestrucción fácil e indolora es lo único que alivia el horror de la vida humana constante y considerablemente. El suicidio es una vía de escape del mundo y sus torturas, y por tanto es algo bueno. Es un refugio que siempre está ahí para los débiles, los hastiados y los desesperados. […] Su exaltación de la rendición, por supuesto, no tiene nada en común con la filosofía dionisíaca del desafío. Las enseñanzas de Nietzsche van en otra dirección. Urge no la rendición, sino la batalla; no la huida, sino la lucha hasta el final. Su maldición recae sobre los «predicadores de la muerte» que aconsejan un «abandono de la vida», sea éste un abandono parcial, como en el ascetismo, o real, como en el suicidio. Y aun así, Zaratustra entona la canción de la «muerte libre» y afirma que el superhombre debe aprender a «morir cuando llegue el momento». […] Schopenhauer considera el suicidio como una vía de escape; Nietzsche, como el modo perfecto de mandarlo todo a paseo. Ha llegado la hora de morir, dice Zaratustra, cuando nuestro objetivo vital deja de ser alcanzable, cuando el guerrero se rompe el brazo con el que empuña la espada o cae en manos de sus enemigos. Y aun ha llegado la hora de morir cuando hemos alcanzado nuestro objetivo vital, cuando el guerrero triunfa y ya no ve más mundos que conquistar. […] Uno que «ha envejecido demasiado para más victorias», uno que está «pálido y ajado», uno con la «boca desdentada», para cada uno de éstos hay una muerte rápida y segura. […]

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