Thomas Szasz - El mito de la enfermedad mental
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- Libro:El mito de la enfermedad mental
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1961
- Índice:4 / 5
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El mito de la enfermedad mental: resumen, descripción y anotación
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La noción de enfermedad mental puede haber sido útil en el siglo XIX, pero hoy es científicamente innecesaria y socialmente dañina. Como declara su autor ya en la introducción, la psiquiatría le parece «una actividad pseudomédica», articulada sobre pseudoenfermedades. Szasz toma la histeria como ejemplo y analiza las fallas de las interpretaciones clásicas y contemporáneas.
A pesar de ello «podría llegar a ser una ciencia» si sus cultivadores se decidieran a poner las bases para «una teoría sistemática de la conducta personal». Si se entiende y estudia toda conducta humana como un tipo especial de comunicación que se da en el marco de ciertos roles y reglas establecidas, comprender una enfermedad mental es descifrar su mensaje y elucidar las «reglas del juego».
Thomas Szasz
Bases para una teoría de la conducta personal
ePub r1.0
Titivillus 28.05.15
Título original: The Myth of Mental Illness: Foundations of a Theory of Personal Conduct
Thomas Szasz, 1961
Traducción: Flora Setaro
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Dedico esta obra a mi esposa, Rosine
Las personas que ayudaron a preparar este libro fueron muchas. En primer término quiero agradecer al doctor Marc H. Hollender por haber puesto a mi disposición el clima académico necesario para escribir un trabajo de esta índole. Leyó, además, todo el manuscrito con profundo sentido crítico, y efectuó muchas sugerencias para mejorarlo. Arthur Ecker y Samuel D. Lipton leyeron también el manuscrito completo, y formularon críticas sagaces y sutiles. Judson Albaugh, Robert Daly, Eugene Kaplan, Ronald Leifer, Louis Patrizio, Charles Reed, Julius B. Richmond, John J. Sandt, Edward Sulzer y David Owen leyeron partes del libro y contribuyeron con valiosas sugerencias. Agradezco a los numerosos autores, editores y compiladores que me han autorizado a citar textos con derechos registrados.
También quisiera expresar mi deuda con la señora de Ecker, quien corrigió mi gramática y mi estilo; con Dorothy Donaldson, bibliotecaria adjunta del Centro Médico de la Universidad Estadual de Nueva York Septentrional, por haberme facilitado gran parte de las referencias que consulté al preparar este volumen, y con Margaret Bassett, por sus excelentes servicios como secretaria.
Vaya por último mi profundo reconocimiento al personal de la casa editora Paul B. Hoeber, Inc., y, en particular, a Claire Drullard, por el cuidado con que trasformaron mi manuscrito en un libro pulido y acabado.
THOMAS SZASZ (Budapest, 1920 - 2012). Fue profesor emérito de psiquiatría en la Universidad de Siracusa en Nueva York. Szasz fue crítico de los fundamentos morales y científicos de la psiquiatría y uno de los referentes de la antipsiquiatría.
Su postura sobre el tratamiento involuntario es consecuencia de sus raíces conceptuales en el liberalismo clásico y el principio de que cada persona tiene jurisdicción sobre su propio cuerpo y su mente. Szasz considera que la práctica de la medicina y el uso de medicamentos debe ser privado y con consentimiento propio, fuera de la jurisdicción del Estado.
Es conocido por sus libros El mito de la enfermedad mental y La fabricación de la locura: un estudio comparativo de la inquisición con el movimiento de salud mental, en los que planteó sus principales argumentos con los que se le asocia.
«El [Charcot] (…) reafirmó que la histeria era igual en todas partes y en todos los tiempos». Sigmund Freud [1893a, pág. 22].
«Citaré de nuevo el consejo que [Charcot] dio a sus discípulos: “Tened bien en cuenta, y esto no ha de exigiros demasiado esfuerzo, que la palabra histeria nada significa”». Georges Guillain [1959, pág. 164].
Para apreciar con justeza el problema de la histeria, es necesario examinar a fondo sus conexiones con el fingimiento. Esta tarea requiere que examinemos los antecedentes históricos de dicho problema. Empezaré por la obra de Charcot, cuyas contribuciones —puede decirse— marcan el comienzo de la psiquiatría moderna, y a partir de ella investigaré el desarrollo de este tema hasta el presente.
En primer lugar, Charcot era neurólogo. Esto significa que su rol social fue el de un médico especializado en enfermedades del sistema nervioso. Pero ¿qué significaba esto exactamente én su época? Hoy, cuando es indudable que toda la medicina se centra en la terapia, a la mayoría de nosotros nos resulta difícil imaginar la situación tal como creo que existía entonces. Debemos recordar que, en tiempos de Charcot, los neurólogos no disponían casi de agentes terapéuticos que les permitieran ofrecer una ayuda sustancial a los pacientes. En consecuencia, su función no era fundamentalmente terapéutica. Si el neurólogo era profesor universitario —como lo fue Charcot, quien durante muchos años estuvo al frente de la cátedra de anatomía patológica en la Sorbona—, sus principales actividades se desarrollaban en los campos científico y educacional. Su labor consistía en ampliar nuestros conocimientos acerca de las enfermedades del sistema nervioso, sin ofrecer necesariamente beneficios terapéuticos inmediatos a los pacientes. Enseñaba, asimismo, a médicos y estudiantes. Por último, como médico a cargo de los internados en la Salpêtrière, participaba en la atención de los enfermos. Si bien esta tarea tenía toda la apariencia de un rol terapéutico, no era así realmente, en el sentido que asignamos en la actualidad a este término. A la mayoría de los pacientes, en especial aquellos que padecían enfermedades orgánicas neurológicas, se los hospitalizaba para separarlos de los miembros más normales y capacitados de la sociedad. En este sentido, la población internada en la Salpêtrière se parecía a la de algunos de nuestros actuales hospitales neuropsiquiátricos estatales. Los pacientes (no particulares) de Charcot —como los enfermos mentales hospitalizados por decisión ajena en nuestros días— estaban segregados, no tanto por su «enfermedad», sino porque perturbaban a los demás; por otra parte, eran demasiado pobres e insignificantes, desde el punto de vista de su status social, para que se los atendiera en establecimientos privados. Por consiguiente, los pacientes provenían de una clase social inferior a la de los médicos que trabajaban allí. ¿Cuál era la actitud de Charcot hacia sus pacientes? Freud [1893a] respondió a esta pregunta, así como a muchas otras, en el obituario de su gran maestro, en el que escribió:
«Al tener a su disposición una gran cantidad de enfermas nerviosas crónicas, pudo emplear a fondo su particular talento. No era un pensador, ni pertenecía al tipo de personas reflexivas, sino que poseía un temperamento dotado artísticamente, o, como él mismo decía, era un “visuel”. Con respecto a su método de trabajo, nos dijo lo que sigue: tenía la costumbre de considerar en forma detenida aquello que no podía comprender, profundizando día tras día su impresión acerca de ello hasta que lo comprendía de súbito. Ante su visión espiritual, se ordenaba entonces el caos aparente producido por la repetición constante de los mismos síntomas; los nuevos cuadros clínicos, caracterizados por la continua combinación de ciertos grupos de síndromes, tomaban forma; los casos completos y extremos, o sea los “tipos”, se diferenciaban luego con ayuda de una esquematización específica, y tomando estos como punto de partida, se podía seguir hasta el fin la larga serie de casos menos significativos, es decir, las
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