Nota preliminar
E ste conjunto de escritos autobiográficos de Virginia Woolf reúne textos inéditos seleccionados en los archivos Woolf de la Biblioteca Británica y la Biblioteca de la Universidad de Sussex. Los «Documentos de Monks House», como se les llama, pertenecieron a Leonard Woolf. Cuando este consiguió convencer a Quentin Bell de que escribiera la biografía autorizada de Virginia Woolf, puso a su disposición esos papeles, y el profesor Bell citó breves párrafos de los mismos en la biografía. Después de la muerte de Leonard Woolf, los papeles pasaron a la Universidad de Sussex, gracias a la generosidad de la albacea testamentaria, la señora Trekkie Parsons.
La decisión de publicar unos textos que hubieran sido extensivamente revisados por Virginia Woolf, y la mayoría de los cuales —a diferencia de los ensayos publicados con carácter póstumo por Leonard Woolf— no fueron escritos con la intención de darlos a la luz pública, no fue tomada sin una cuidadosa consideración previa. El innegable interés y valor de estas memorias alejaron cualquier duda sobre la pertinencia de su publicación. Poner al alcance de un amplio público un material que con tanta claridad revela la visión y la sensibilidad de una escritora cuya contribución a la historia de la literatura inglesa tuvo un carácter tan profundamente individual, sería necesariamente un tributo a su memoria. Estas memorias constituyen una aportación única a la documentación de su vida y su arte.
Virginia Woolf solía escribir uno o más borradores de sus obras y, luego, los pasaba a máquina, efectuando con ello diversas revisiones totales, en ocasiones hasta ocho o nueve. Los textos de esta compilación se encuentran en diversas fases de revisión —en su mayoría están escritos a mano, solo parte de uno está escrita a máquina— pero, con la sola excepción del primer texto, los escritos llevan la marca de «obra en desarrollo», pese a que los tres últimos apartados fueron leídos por Virginia Woolf a aquellos para quienes los escribió. Estas obras están sembradas de correcciones, adiciones y tachaduras, y en el caso antes indicado del manuscrito hay párrafos enteros revisados, intercalados en el texto. En la presente edición no se ha pretendido dar constancia de estas revisiones y variaciones. Hacerlo habría comportado dificultar la lectura a la mayoría de los lectores. Quienes estén seriamente interesados en estudiar este aspecto de las memorias de Virginia Woolf encontrarán el material a su disposición en la Biblioteca de la Universidad de Sussex y en la Biblioteca Británica. Sin embargo, en ningún caso se ha permitido que el deseo de ofrecer un texto de fácil lectura prevaleciera sobre una finalidad de primordial importancia, como es la de seguir fielmente las últimas intenciones de Virginia Woolf en lo tocante a estos textos, en la medida en que estas intenciones se conocen o pueden deducirse razonablemente o, en caso contrario, dar los motivos por los que no se hace o indicar la existencia de dudas cuando las hay. Esperamos que este «aspecto crítico» no constituya un desagradable obstáculo para su lectura —para reducir al mínimo este peligro hemos utilizado el recurso de poner notas en cada texto—; sin embargo, que este «mecanismo editorial» sea visible tiene la ventaja de recordar al lector que Virginia Woolf no había preparado estos textos para su publicación, de ahí que no deban ser juzgados con el mismo criterio que se podría aplicar a las obras que publicó en vida.
Debido a que los textos seleccionados se encontraban en diferentes etapas de revisión, en algunas ocasiones ha sido preciso adaptar la práctica editorial a la naturaleza de ciertos problemas. En esos casos se ha hecho mención de ello en la correspondiente nota previa. Con esta salvedad, se han seguido con carácter uniforme los siguientes criterios editoriales.
Las tachaduras efectuadas por Virginia Woolf no han sido incluidas, salvo cuando lo suprimido era imprescindible para comprender el sentido del párrafo y la autora no lo sustituyó. En estos casos, las palabras eliminadas se han puesto entre corchetes angulares. Las tachaduras parciales, que no son raras, han sido subsanadas, sin hacer advertencia alguna al respecto. En los raros casos en que la autora añadió una palabra o una frase pero dejó sin suprimir lo necesario para dar cabida al añadido, también se ha subsanado el olvido, sin advertencia alguna. Por ejemplo, en «Old Bloomsbury», la primera versión de un párrafo dice: «Cierto es que seguíamos teniendo las veladas de los jueves, igual que antes. Pero siempre eran tensas y, generalmente, terminaban en un lamentable fracaso». Luego Virginia Woolf añadió las palabras «a menudo» junto a «terminaban», pero olvidó tachar «generalmente». Las tachaduras que tienen interés por sí mismas se han hecho constar.
Algunas tachaduras de Virginia Woolf eran incompletas, y lo mismo ocurría con sus añadidos y correcciones. Cuando ha sido imposible incorporarlas al texto, sin causar grave perjuicio al sentido de la frase, estas correcciones y añadiduras han sido omitidas, aunque ello se hace constar en la correspondiente nota. En los casos en que añadió una palabra o una frase de tal manera que se advierte con claridad que lo consideraba una alternativa, se ha seguido la segunda versión, salvo cuando la primera era claramente preferible. En muy pocas ocasiones estas expresiones alternativas producen efectos de importancia en el texto. Sin embargo, han sido consignadas cuando tienen interés, o cuando no se puede saber con certeza qué expresión habría preferido Virginia Woolf.
En sus primeros borradores, las costumbres de la autora en lo tocante a puntuación, ortografía y empleo de mayúsculas eran muy variables y, además, utilizaba a menudo abreviaturas que jamás aparecieron en sus obras publicadas. A veces, evidentes negligencias, unidas a errores mecanográficos o correcciones efectuadas con premura, dieron lugar a textos con numerosas incorrecciones. En otras ocasiones, salta a la vista la esmerada atención que prestaba a estos aspectos y que es un rasgo característico de su obra publicada. Virginia Woolf solía pasar su obra a su marido, Leonard, para que revisara estos detalles, y este último, al publicar las obras póstumas de Virginia, no dudó, tal como dice en su prefacio a The Death of the Moth, en «puntuar» los ensayos y corregir «evidentes errores verbales». A pesar de que las libertades plenamente justificables que Leonard Woolf podía tomarse no lo serían en el caso de cualquier otra persona, no cabe duda de que su criterio puede, por lo menos, servir de orientación con respecto a la clase de correcciones que se han efectuado en el presente texto; por eso parece evidente que, en estas memorias —a diferencia de su diario o de sus cartas—, Virginia Woolf habría adaptado la puntuación, la ortografía y el empleo de mayúsculas a los usos generales, salvo en los casos de específica matización, si hubiera decidido publicarlas.
En consecuencia, aquí la puntuación ha sido modificada de manera que fuera acorde con la costumbre seguida por Virginia Woolf en su obra publicada. Cuando era oportuno se han añadido guiones, cursiva, interrogantes, puntos y aparte o la estructura propia del diálogo. El signo & ha sido sustituido por la usual copulativa y se han suprimido las abreviaturas y los números en los casos en que era su costumbre hacerlo así. Con la salvedad de estos ejemplos, que difícilmente cabe discutir, la puntuación solo ha sido alterada con el fin de evitar ambigüedades, corregir evidentes olvidos, o hacer que concuerde con la fórmula establecida en una frase o en un párrafo, momentáneamente olvidada por la autora. En absoluto se ha pretendido armonizar, en cualquier otro aspecto, la característica y altamente expresiva puntuación de Virginia Woolf con los usos generales. Por ejemplo, cuando utiliza un signo de exclamación en mitad de una frase, el signo se mantiene, si es acorde con el sentido del párrafo. Todos los errores mecanográficos han sido corregidos. La ortografía y el uso de mayúsculas se han conformado con la costumbre común, salvo en los casos en que comportan un matiz expresivo.