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Maurice Halbwachs - La memoria colectiva (Spanish Edition)

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Maurice Halbwachs La memoria colectiva (Spanish Edition)
  • Libro:
    La memoria colectiva (Spanish Edition)
  • Autor:
  • Editor:
    Universidad de Zaragoza
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  • Año:
    2009
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La memoria colectiva (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Primera traducción española de un texto clásico de Sociología que ejerció gran influencia en las ciencias sociales de la segunda mitad del siglo XX. En la actualidad, cuando se han revitalizado los estudios sobre la memoria colectiva, la publicación del texto de Halbwachs, editado de forma póstuma en 1950 y reeditado en 1968 (versión utilizada aquí como fuente), constituye un referente fundamental y de obligada consulta para el lector interesado en el campo de la Sociología.

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La memoria colectiva la contribución más importante de Halbwachs en el campo - photo 1

La memoria colectiva, la contribución más importante de Halbwachs en el campo de la sociología, adelanta la tesis de que la sociedad tiene memoria colectiva y depende de un “ámbito” o entorno en el que un grupo determinado se sitúa en esa sociedad. Así, no sólo hay una memoria individual, sino también una memoria grupal externa que existe más allá del individuo. En consecuencia, la comprensión del pasado por parte del individuo está estrechamente unido a esta conciencia grupal.

Maurice Halbwachs La memoria colectiva ePub r10 Titivillus 230916 Título - photo 2

Maurice Halbwachs

La memoria colectiva

ePub r1.0

Titivillus 23.09.16

Título original: La Mémoire collective

Maurice Halbwachs, 1950

Traducción: Inés Sancho-Arroyo

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Notas 1 Cabe añadir también el nombre de Robert Hertz muerto en la guerra de - photo 3

Notas

[1] Cabe añadir también el nombre de Robert Hertz, muerto en la guerra de 1914, cuya «Contribution à une étude sur la représentation collective de la mort» (L’année sociologique, 1905-1906) iniciaba un estudio análogo.

[2] Véase, en este sentido, Durkheim (Presses Universitaires de France).

[3] Georges Gurvitch, La vocation actuelle de la sociologie, vol. II (Presses Universitaires de France).

[4] Pero también es muy interesante saber por qué motivo la experiencia (la experiencia de los intelectuales) busca en determinados momentos su verdad en una identificación de la existencia en el lenguaje. Estos cerramientos son los mismos de la experiencia que se limita y se reduce «a sus mínimos».

[5] Es posible que la jerga filosófica haya sido una protesta contra la miseria conceptual de la filosofía francesa: las críticas de Yvon Belaval y de J.-F. Revel son pertinentes y están bien fundamentadas.

[6] Cf. Georges Gurvitch, Dialectique et Sociologie (Flammarion).

[7] Gilles Deleuze observó con tino que, en Proust, el recuerdo era en primer lugar una angustia ante aquello que se había perdido y ya no podía ser revivido, aunque fuera en imágenes: Proust et les signes (Presses Universitaires de France).

[8] Henri Lefebvre esbozó una investigación de este mismo tipo en su Critique de la vie quotidienne.

[1] Desde 1932 fue correspondiente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Desde 1935, miembro del Instituto Internacional de Estadística. Desde 1938, presidente del Instituto Francés de Sociología. Desde 1943, vicepresidente de la Sociedad de Psicología. En Ginebra fue miembro del B. I. T. (Oficina Internacional del Trabajo); en 1936, 1936, delegado de la Conferencia de Estadísticos del Trabajo; y en 1937, miembro de la Sociedad de Naciones como experto del comité mixto sobre la alimentación de los trabajadores, etc.

En 1944, unos meses antes de su deportación, acababa de set nombrado catedrático de Psicología social en el Collége de France.

[2] La obra profundamente retocada volvió a publicarse en 1928 bajo el título: La population et les tracés de voies à Paris depuis cent ans.

[3]Cadres sociaux de la mémoire, p. 226.

[4] Por ejemplo, en 1930, Les causes du suicide; en 1942, La topographie légendaire des Evangiles en Terre sainte, etc.

[5] Sesión de la Sociedad de Filosofía de 24 de febrero de 1934.

[*] Halbwachs juega con la palabra fils, que en francés es polisémica y significa tanto ‘hijos’ como ‘hilos’. [N. de la T.].

[1] Antes de este estudio del espacio jurídico, el manuscrito esboza un análisis del espacio geométrico, pero dicho esbozo no está lo suficientemente estructurado para ser publicado.

[1] Extracto de la Revue philosophique, marzo-abril de 1939, pp. 136-165.

[2] Schopenhauer, Die Welt als Wille und Vorstellung, Leipzig, Reclam, p. 338.

[3] Stendhal, Lettres à ses amis, p. 63.

[4] Robett Schumann, Gesammelte Schrifien über Musik und Musiker, Leipzig, Reclam, t. I, pp. 108 y 109.

[5] A esta concepción romántica se opone más claramente la de Edward Hanslick, Vom Musikalisch-Schönen, 1857, para quien la música no puede expresar ni traducir nada más que a sí misma.

INTRODUCCIÓN

MAURICE HALBWACHS (1877-1945)

Fue un niño formal y serio, de familia universitaria, que leía a Julio Verne con un atlas; un estudiante normal hasta que, en el Instituto Henri-IV, se convirtió en alumno de Bergson. Deslumbrado por su personalidad y exaltado por la revelación de la filosofía, enseguida descubrió su vocación. Y desde entonces —desde los veinte años— tras un aspecto discreto de cortesía y silencio, encarnó, por su parte, a esta especie humana a la vez respetada y contestada que es el filósofo: aquél para quien la primera preocupación es el pensamiento. Sus amigos y él mismo sonreían ante sus frecuentes distracciones; era porque estaba siempre ocupado con alguna investigación exclusiva, e incluso tiránica. No es que se encerrase en sí mismo ni que se centrase en el interior, él que tanto discutió la posibilidad de que existiese un pensamiento puramente individual. Al contrario, siempre concilio la meditación con una curiosidad casi universal: ya en el instituto y la escuela trabajó sobre Stendhal, Rembrandt y más a menudo sobre Leibniz; analizó el entramado social y político, con Péguy, y con Lucien Herr y Jaures. Este trabajador incansable, a lo largo de toda su vida, supo sacar tiempo para todo, para su familia, para hacer grandes viajes, para el arte y la política, incluso a veces para el mundo, y también para los compromisos sociales que le impusieron, en los últimos años de su vida, la magnitud de su obra y la amplitud de su actividad, más que su ambición.`Pero por muy eficaz que fuera su contribución y por muy valiosa que fuera su presencia benévola, se notaba que sólo se prestaba a asuntos temporales, que su reflexión seguía siendo lo principal y que lo mantenía todo y a todos al margen de la observación desinteresada y la valoración.

Si bien siempre reconoció lo que le debía a Bergson, se plantó también contra él en un efusivo movimiento de defensa. Pretendía ser más erudito que filósofo. Tras superar el examen de oposición mientras trabajaba sobre los Inédits de Leibniz —que le supuso una estancia de un año en Hannover en 1904— se preparaba para romper con su formación filosófica y, tal vez, con su disposición para la metafísica. Tras reflexionar y deliberar, decidió dedicarse a lo que Comte denominaba la «ciencia última», aquella en la que el objeto es lo más complejo, un lugar de encuentro entre lo mecánico y lo orgánico, por una parte, y lo consciente, por otra. Fue a ver a Durkheim, al que aún no conocía; postergando la enseñanza de la filosofía en el instituto, vivió precariamente en París gracias a una beca de estudios y volvió a la vida de estudiante.

Hizo derecho, aprendió economía política, practicó las matemáticas. Quizás es esta constante ansia de nuevos conocimientos lo que hizo que su mentalidad fuera siempre tan joven. También es porque era consciente de tener que abrir, por su parte, el camino a una ciencia joven donde, según él mismo dice: «no hay un camino real»; de ahí, que ponga un acento algo combativo a veces, característico de quienes tienen que construir el método a la vez que descubren el objeto de su ciencia, como los biólogos del siglo XIX. Durkheim y Simiand —su amigo, y al que más admiró de todos los sociólogos— fueron sus guías; pero enseguida se abrió su propio camino, a igual distancia de lo que consideraba demasiado dogmático en el primero y demasiado empírico en el segundo. Su metodología y por decirlo de algún modo, su doctrina, solamente se pueden buscar en sus libros, en sus clases y en sus numerosos artículos sobre los temas más variados. Nunca las distinguió explícitamente de las de la Escuela francesa, ya que siempre estaba ansioso por realizar nuevos trabajos, y retenido por una especie de despreocupación por sí mismo, por su modestia, que fue una de las virtudes de su corazón y de su mente.

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