John H. Goldthorpe
Reconocimientos
Este libro empezó su andadura siendo un borrador para un artículo de revista que, como Topsy, «simplemente creció». Al final alcanzó una extensión mucho mayor de lo que sería aceptable para cualquier revista, por lo que tuve que decidir si recortarlo o ampliarlo con la idea de convertirlo en un libro. Otra opción que en los momentos malos parecía atractiva era simplemente meter en un cajón todo lo que había escrito y olvidarme de ello. El hecho de que esta obra vea finalmente la luz se debe en buena parte al apoyo que recibí de mis colegas, de los que tres merecen una mención especial.
En un momento crítico Francesco Billari leyó mi primer borrador, me hizo algunos comentarios útiles y se pronunció con vehemencia a favor de que lo convirtiera en un libro. Aunque sin saberlo, él también me dio todavía más aliento porque creó un contexto donde mi esfuerzo parecía merecer la pena: con su revitalización de la sociología en Oxford desde que llegó en 2012.
Durante mucho más tiempo me he beneficiado enormemente de los conocimientos y el sabio asesoramiento de David Cox. Él también leyó mi primer borrador, además de la primera versión del presente texto, y me hizo sugerencias muy valiosas, en especial, aunque no únicamente, respecto de las cuestiones estadísticas. Los conocimientos sobre esta materia los he ido aprendiendo en mis conversaciones con David, pero me apresuro a añadir que él no es en absoluto responsable de mis posibles deficiencias, que quizá se manifiesten en las páginas que siguen. De forma más indirecta, pero no menos importante, David ha sido una fuente de apoyo constante desde que fuera nombrado decano de Nuffield College en 1988 en virtud del modelo que ha sido de actitud y vida científicas.
Durante los años de gestación de este libro he colaborado con Erzsébet Bukodi en una serie de proyectos de investigación, y nuestras muchas discusiones —que a menudo eran de naturaleza «vivaz»— sobre la dirección y la estrategia de nuestra investigación y sobre la interpretación de nuestros hallazgos han influido de muchas formas en el contenido del libro. Más valiosos aún han sido el incansable aliento y la constante ayuda que Erzsébet me proporcionó no dejándome que cejara en mi empeño e infundiéndome optimismo cuando más lo necesitaba. Me resulta en verdad difícil pensar cómo podría haber escrito este libro si ella no hubiese estado ahí.
Estoy en deuda con otros colegas que leyeron y comentaron el contenido de la primera versión del libro, en su totalidad o en parte. Entre ellos figuran Michael Biggs, Ferdinand Eibl, Robert Erikson, Duncan Gallie, Michelle Jackson y Jouni Kuha, con mis sentidas disculpas a quienquiera que se me haya pasado por alto. Además, Tak Wing Chan, John Darwin, Nan Dirk De Graaf, Geoff Evans, David Hand, Colin Mills, Christiaan Monden, Reinhard Pollak, David Rose, Antonio Schizzerotto, Jan Vandenbroucke y Yu Xie, proporcionaron consejos e información útiles.
Quiero expresar mi agradecimiento al decano y a los miembros de Nuffield por su generosidad para con los eméritos al ofrecernos las instalaciones y servicios del Colegio Universitario, de los que merecen especial mención los del personal de la biblioteca y la secretaría y los del personal de apoyo de las tecnologías de la información.
Por último, tengo que agradecer a mi mujer y a otros miembros de mi familia su tolerancia con mi no jubilación del trabajo académico y con las ausencias mentales, que no físicas, que este trabajo implica a menudo.
Introducción
Este libro se deriva y en algunos puntos aprovecha mi anterior obra On Sociology [De la sociología] (2.ª edición, 2007). Tiene, sin embargo, un carácter significativamente diferente. De la sociología era una colección de ensayos bastante variados que se dividieron en dos partes bajo las rúbricas «Crítica y programa» (Parte I) e «Ilustración y retrospectiva» (Parte II). Estos ensayos se escribieron a finales del siglo pasado, un momento de intenso debate sobre cómo debía verse la sociología como empresa intelectual y académica y de gran incertidumbre ante el curso futuro de su desarrollo. En los años transcurridos desde entonces me he percatado de que la situación estaba cambiando de forma significativa. Al menos algunos de los tipos de sociología que critiqué en su día —por ejemplo, la «gran» sociología histórica y la etnografía «posmodernista»— parecen estar en declive; y, lo que tiene aún más trascendencia, la versión de la sociología que yo defendí en términos programáticos e intenté ilustrar ha florecido, al menos en ciertos aspectos, en un grado sorprendente —aunque, desde luego, también agradable— para mí. Naturalmente, me encantaría encontrar aquí evidencia de la influencia de De la sociología, pero, como buen popperiano que soy, debo asignar una importancia crucial a la «lógica de la situación». Se reconoce cada vez más que la investigación que aborda problemas sociológicos bien definidos y que se basa en el análisis cuantitativo de grandes bases de datos de alta calidad —incluso si no está respaldada por avances teóricos en la medida en que yo desearía— tiene resultados excepcionales, tanto en sus aspectos «puros» como «aplicados», y es cada día más atractiva tanto para los sociólogos en ejercicio como para las entidades de financiación.
Por consiguiente es de suponer que las intervenciones críticas o programáticas son menos necesarias hoy que antes. Sin embargo, a mí me gustaría hacer hincapié en el siguiente punto respecto del presente trabajo. Al tratar de defender que la sociología se entienda como una ciencia de la población, mi preocupación fundamental no es sugerir a los sociólogos cómo deben concebir y practicar su trabajo. Se trata más bien de sugerir una razón de ser más completa y explícita de la que hasta ahora ha estado disponible para loque una cantidad considerable y creciente de sociólogos está haciendo ya —aunque quizá sin reflexionar demasiado sobre el asunto. Si se me preguntara cuál es el propósito de elaborar esta razón de ser, mi respuesta sería doble. Primero, creo que una mayor conciencia de estos sociólogos sobre lo que están haciendo les capacitará para proceder con más sistematicidad y eficacia en su trabajo cotidiano. Y segunda, creo que, además de contribuir a potenciar esa conciencia, comprender la sociología como una ciencia de la población proporcionará la mejor base para que esos sociólogos articulen y persigan una meta que, según creo, comparten mayoritariamente: la meta de hacer de la sociología una ciencia en el sentido de que permita un grado significativo de continuidad con las ciencias naturales, preservando, al mismo tiempo, su singularidad.
Es muy posible que algunos de los sociólogos que tengo en mente no estén dispuestos a aceptar mi interpretación de que la sociología que practican constituye o se mueve en la dirección de una ciencia de la población, ni tampoco mi idea de que esa es la orientación más prometedora para una sociología científica. Considero las reacciones a mi libro en esa línea muy bienvenidas —siempre que vengan en compañía de interpretaciones alternativas de cómo la sociología está desarrollándose como ciencia y de alguna indicación de cómo promover ese desarrollo. La discusión que es probable que surja en torno a estas cuestiones podría ser de gran valor en el momento actual.