Eduardo Iáñez - Las literaturas antiguas y clásicas
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- Libro:Las literaturas antiguas y clásicas
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1989
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Las literaturas antiguas y clásicas: resumen, descripción y anotación
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Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico.
En la Literatura en la Antigüedad se estudian las más antiguas producciones de la Literatura Universal: desde las arcaicas inscripciones funerarias de las pirámides egipcias hasta los más refinados textos del clasicismo grecorromano; desde las manifestaciones de más profundo pensamiento indio a las primeras exposiciones de la doctrina y la filosofía cristiana. Todo ello pasa por la utilización de una lengua deliberadamente artística, mediante la cual los primeros autores de la humanidad comienzan a interpretar la realidad circundante. Nos encontramos, en unos casos, ante tímidos tanteos de una literatura balbuciente; en otros, ante las primeras obras maestras de la Literatura Universal, que se ganaron inmediatamente el apelativo de «clásicas».
Eduardo Iáñez
Historia de la literatura universal - 1
ePub r1.1
jaleareal 03.05.16
Título original: Las literaturas antiguas y clásicas
Eduardo Iáñez, 1989
Diseño de cubierta: Antonio Ruiz
Editor digital: jaleareal
ePub base r1.2
Al Dr. Ángel Lacalle. In memoriam
Literatura cristiana en lengua latina
En el siglo II, el latín comienza a ser la lengua de los cristianos. Existe un período bilingüe atestiguado por la doble redacción en griego y latín de muchos de los documentos, especialmente las «Actas de mártires», género exclusivamente cristiano del que hay abundantes muestras y en el que sobresalen las Actae Sanctorum Scillitanorum, relaciones del martirio redactadas por contemporáneos bien informados.
Pero serán los autores que a continuación se detallan los que van a dar lugar al considerable desarrollo que adquirirá la literatura latinocristiana. Hay que tener en cuenta que ésta se produce junto a la pagana, y que la discrepancia entre ambas se encuentra sólo a nivel de contenido, pero no en la forma: los autores latinocristianos tendían a utilizar los mismos recursos lingüísticos, retóricos y dialécticos de los autores no cristianos, siguiendo de este modo las huellas de los escritores grecocristianos que los habían precedido.
El primer autor latinocristiano que escribe en un estilo digno de consideración —por su animación, dinamismo y transparencia— es el culto abogado africano Minucio Félix, que ejerció su profesión en Roma y se convirtió al cristianismo con su amigo Octavio.
Minucio escribió el célebre diálogo Octavius, que si por su forma recuerda a Platón y Cicerón, consiste en el fondo en una polémica con la que defiende el cristianismo e impugna a sus adversarios, replicando a otras obras paganas. En él intervienen tres amigos: Cecilio, que se sitúa desde la perspectiva del no cristiano; Octavio, que defiende la concepción cristiana del mundo; y Minucio, que —siguiendo el modelo clásico— se ofrece como juez cuando en realidad es parte, evitando finalmente emitir un juicio puesto que, al salir vencedor Octavio, los tres se separan amistosamente.
Es posible que Minucio empleara para el discurso de Cecilio las acusaciones corrientes contra los cristianos, y que las afirmaciones de Octavio se correspondan a una fuente griega. Caracteriza a Minucio el recurso, más tarde empleado con frecuencia, de invocar poetas y filósofos paganos como testimonio de las concepciones cristianas. Pero lo que la distingue de todas las producciones siguientes es la carencia de contenido dogmático: no se habla en ningún momento de la doctrina específicamente cristiana, ni se citan pasajes bíblicos, evitándose —incluso— el nombre de Cristo. Con ello, el autor intenta atraerse hábilmente a personajes cultos mediante la disquisición ética y filosófica desprovista de dogmatismo a la que aquéllos sí estaban habituados.
El caso de Tertuliano es, sin duda, el más singular del cristianismo antiguo, puesto que si este autor se dedicó de una forma preferente a combatir la herejía con su producción literaria, él mismo incurrió finalmente en ella —incluido en el catálogo de herejes de San Agustín— y sus libros fueron reprobados por la Iglesia en el siglo IV.
Así, su producción Prescripción de los herejes es una áspera refutación de las distintas herejías, como en Huida en la persecución censura duramente a quienes rehúsan la gloriosa muerte de los mártires.
Sus obras de carácter apologético más relevantes son Apologeticus, persuasivo discurso dirigido a los gobernadores; De anima, que es la primera psicología cristiana; y Ad Marcionem, en cinco libros, contra el hereje Marciano.
Tertuliano, dotado de ardor y apasionamiento casi patológicos, usa de la burla, la ironía y la censura para desacreditar al adversario; con todo, su mayor mérito radica en haber ampliado el léxico de la literatura cristiana.
Tascio Cecilio Cipriano, retórico cartaginés convertido en edad avanzada, llegó a ser obispo en el 249 y fue condenado y muerto en el martirio en el año 258.
Las obras que realmente se le pueden atribuir se distribuyen en dos grupos, Tratados y Epístolas, cuya línea divisoria es algo imprecisa, ya que los primeros están dirigidos a determinadas personas, mientras que las segundas alcanzan gran extensión; ambos tipos de producción están en una línea cercana al sermón, y tuvieron gran influjo dados su fácil exposición y esmerado estilo, hasta que con las obras de San Agustín su influencia fue paulatinamente eclipsada.
En sus trece Tratados, el autor expone una entusiasta descripción del sistema cristiano y de la bienaventuranza, en manifiesta oposición con el mundo pagano, que pinta con los colores más sombríos. Generalmente, además de arremeter contra las acusaciones lanzadas a los cristianos, se centra en el tema de la esperanza ante las tribulaciones que los acosan. No faltan, con todo, los tratados dogmáticos en los que exponer los peligros de las herejías y la necesidad del arrepentido retorno a la Iglesia de los apóstatas y herejes.
Las Epístolas son fuente principal para el conocimiento de la Iglesia de aquella época: da su opinión sobre cuestiones y controversias, especialmente herejías, apostasías y cismas. Dirigidas a un gran público, son en realidad escritos teológicos en forma epistolar.
Cecilio Firmiano Lactancio fue un fecundo escritor cuyo valor principal se halla en las Institutiones divinae, en siete libros, de las que se conserva un «Epítome» preparado por el mismo autor.
Esta obra es la respuesta a un filósofo y a un juez que habían combatido el cristianismo; los asuntos que trata en ella son la falsa religión, su origen, el error del politeísmo y la falsa sabiduría de los filósofos paganos, a los que opone la concepción cristiana del mundo. Finalmente trata de la vida bienaventurada y termina su obra con la descripción del Juicio Final.
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