Eduardo Iáñez - La literatura en el siglo XVII
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- Libro:La literatura en el siglo XVII
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1989
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La literatura en el siglo XVII: resumen, descripción y anotación
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Esta Historia de la Literatura Universal pretende acercarnos a las diversas producciones literarias mediante una exposición clara pero rigurosa de sus correspondientes tradiciones. Habiendo optado por el estudio a través de las literaturas nacionales, al lector se le ofrece, al tiempo que mayor amenidad y variedad, una estructuración más acorde con los criterios de divulgación que presiden la obra. No se olvida, por otra parte, agrupar las diferentes tendencias literarias, como menos aún, insertarlas decididamente en su determinante momento histórico.
El estudio de la Literatura en el siglo XVII parte de la base de la configuración del Barroco y del Clasicismo a partir de idénticas premisas estéticas: la imposibilidad de seguir transitando por los caminos del clasicismo renacentista. El análisis de las correspondientes producciones literarias nacionales europeas da cumplida cuenta de lo que de superación estilística suponen ambos: si el uno se confía al formalismo basado en la imitación de los clásicos, el otro se equipara a ellos para hacerse «clásico» él mismo. Tras la primera centuria de la Edad Moderna europea, caracterizada por el idealismo, Barroco y Clasicismo se constituyen en respuesta válida, desengañada y madura, a un mundo que se va abriendo lentamente, a golpes de escepticismo y descreimiento, a cierto racionalismo materialista.
Eduardo Iáñez
Historia de la literatura universal - 4
ePub r1.1
jaleareal 08.09.16
Título original: La literatura en el siglo XVII
Eduardo Iáñez, 1989
Diseño de cubierta: Antonio Ruiz
Editor digital: jaleareal
ePub base r1.2
La literatura inglesa en la Restauración
Si de la época inglesa de la que ahora nos ocupamos hubiésemos de tomar como significativo un nombre, éste sería el de John Dryden (1631-1700), el más notable de los llamados «poetas de la Restauración». Y no tanto por su obra poética en sí cuanto por la arraigada poetización a la que somete a todas sus producciones literarias: dramaturgo, fabulista, ensayista, poeta lírico y satírico…, Dryden cultivó prácticamente todos los géneros literarios con más o menos fortuna, pero siempre como uno de los escritores más significativos de su época.
Así lo entendieron perfectamente sus contemporáneos: pocos datos biográficos podemos ofrecer del escritor inglés, pero todos ellos nos demuestran que —aparte de caídas en desgracia y conversiones políticas y religiosas—, Dryden fue tenido por uno de los mejores poetas de la segunda mitad del siglo XVII. Cronista de Carlos II y «poeta laureatus», su inicial puritanismo lo llevó a cantar las excelencias de una nueva Iglesia (Religio Laici) y las hazañas de Cromwell; más tarde celebraría la restauración de los Estuardo (Astrea Redux) y finalmente se convertiría al catolicismo durante el reinado de Jacobo II (La cierva y la pantera). Tras la expulsión de éste vivió retirado de la corte, debatiéndose entre la miseria y el olvido, del que sólo le salvaba la tertulia del Cáfé de Will.
Dramáticamente, la posición de Dryden fue desde un principio demasiado comprometida y delicada como para triunfar: obligado por el gusto cortesano y aristocrático que veía en el Clasicismo francés contemporáneo los mejores logros del teatro extranjero, quiso eliminar la pomposidad propia del drama inglés de la época, pero ello sin dejarse atrapar por un rígido esquema del teatro francés. Al mismo tiempo, pretendía una continuación del mejor espíritu dramático inglés —confiesa en todo momento su admiración por Shakespeare— sin caer en los extremismos melodramáticos de los que se estaba haciendo gala en las últimas producciones.
Aunque no son lo mejor de su producción, los dramas heroicos de Dryden resultan los más convincentes del momento: destacan Aurengzebe (1675), tragedia situada en la India; y una de sus mejores obras, Todo por el amor (All for love), de 1677, tragedia de contenido histórico compuesta a imitación de Shakespeare en su Antonio y Cleopatra. Estructurada también en base a la historia que Plutarco nos ofrece, en la obra de Dryden hay un nuevo enfoque y, ante todo —como antes afirmábamos—, una técnica nueva que resulta, quizá, más lograda escénicamente al renunciar a las descabelladas rimas del drama heroico y presentar una cuidada acción desarrollada en verso blanco. Obras menores como sus tragedias Amor tiránico (1669) y La conquista de Granada (1670) presentan como tema, respectivamente, el martirio de Santa Catalina, princesa cristiana de Alejandría; y la rivalidad de abencerrajes y zegríes siguiendo Las guerras civiles de Granada de Ginés Pérez de Hita, realzando en esta ocasión la figura de Lindaraja, cuya pasión amorosa domina el drama.
Mayor influjo habría de ofrecer la obra dramática de Dryden en el terreno cómico, especialmente por cuanto logra atinar con el molde que contemporáneamente, y poco más tarde, habría de ofrecer el género. Como para el caso de la tragedia, Dryden se serviría de modelos franceses no sin una demostración de capacidad crítica poco usual; y así, reconociendo en Molière al genio cómico de la época, no cae nunca en el afrancesamiento que podría haber inundado el teatro inglés, logrando para éste un decisivo primer paso en la conquista de una comedia burguesa, madura y moderna. El rasgo más sobresaliente de la comedia de Dryden es su decisiva orientación hacia el moralismo burgués, que habrá de ser característico de este género dramático hasta nuestros días. La más significativa de sus comedias en este sentido —y quizá la mejor de las por él compuestas—, Matrimonio a la moda (Marriage à la mode), desarrolla ya en 1672 de forma más que convincente —sobre todo, por moderna— un tema que, tomado en este caso de Molière, encontrará similares planteamientos durante largos años en toda Europa: el del amor como fundamento del matrimonio, abierta crítica de la concepción que veía en éste un contrato social:
We lov’d, and we lov’d, as long as we could:
’Till our love was lov’d out in us both:
But, our Marriage is death when the Pleasure is fled:
’Twas Pleasure first made in a Oath.
(«Nos amamos, y nos amamos tanto como pudimos: / hasta que nuestro amor fue por ambos desechado: / pero nuestro Matrimonio ha muerto cuando el Placer ha huido: / fue Placer antes de convertirlo en Juramento»).
Si poco más arriba afirmábamos que Dryden era esencialmente poeta, no lo decíamos por los valores de su producción en verso, sino por la claridad expresiva que consigue de una poesía que en pocos casos había atinado durante el siglo XVII con un molde ajustado al pensamiento que encerraba. Sin embargo, poco es el peso específico del pensamiento poético en la obra de Dryden: atenazado por una efímera gloria —no por todos reconocida—, se dedicó a una poesía circunstancial y de lucimiento que supone, con mucho, lo mejor del momento.
Forjador del verso por excelencia, Dryden vio grandes posibilidades en la corriente de racionalización poética que ya se vislumbraba desde los poetas «caballeros» (Epígrafe 4 del Capítulo 7): aunque autores como Abraham Cowley habían seguido tardíamente la línea emprendida por Donne, lo habitual sería una labor de regularización poética que habría de culminar, justamente, en la de Dryden. Precediéndolo en tal movimiento, Edmund Waller (1606-1687) y sir John Denham (1615-1669) son los más sobresalientes poetas del momento: de poesía fácil y elegante, al segundo se le recuerda de forma muy especial por su obra
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