Una de las primeras fotografías de Rasputín, probablemente en su casa de Prokóvskoie. Aunque la fotografía está movida, se le reconoce perfectamente. El rostro alargado con una «nariz grande e irregular, labios gruesos y sensuales, y una larga barba», el pelo, como escribió su hija, «partido en el centro y peinado cubriendo la frente para ocultar un pequeño y extraño bulto que recordaba un cuerno en ciernes».
Como a todos los campesinos semianalfabetos, le encantaba escribir su «diario» —aunque a duras penas sabía sostener la pluma—, pero sólo consiguió garabatear en él unas pocas reflexiones.
El término «diario» le sonaba importante ya que sabía que tanto el zar como la zarina llevaban también sus «diarios».
Una página del «Diario» de Rasputín: ésta era su forma analfabeta de escribir «Diario».
La casa de Rasputín en Pokróvskoie. La planta baja, donde vivía con su familia, «estaba dispuesta al estilo habitual de una vivienda de campesinos». Pero para compensar, el antiguo indigente había intentado arreglar la parte superior de la casa «a la moda de la ciudad».
Durante la visita que le realizó el monje Feofán, éste, indignado, tomó «buena nota» del piano que estaba instalado y del gramófono «a cuyo ritmo Rasputín gustaba de bailar»; y de los lujosos sillones color burdeos, del sofá y del escritorio. Del techo colgaba una araña, y en torno a la sala había varias sillas «vienesas» de madera labrada, muy de moda en aquella época. Para completar había también dos amplias camas con suaves y mullidos colchones y un diván. Dos relojes de péndulo en armazones de ébano daban majestuosamente las horas, junto con un reloj de pared y otro de sobremesa. La «inmensa y suave alfombra que cubría por entero el suelo» ofendió especialmente al monje.
Una de las pocas fotografías de Rasputín con Alix, sus hijas, el heredero Alejo y su niñera María Vishnyakova. En 1908, cuando Alejo contaba escasamente cuatro años, las visitas de Rasputín solían ser secretas, entrando en Tsarskoe Selo como si fuera a visitar a la niñera.
Esto le permitía evitar que su nombre se inscribiese en el registro del vestíbulo donde todas las visitas a los zares quedaban anotadas. Una vez en palacio, pasaba a ver a la niñera María Vishnyakova, una persona sumamente nerviosa y en aquellos días ferviente admiradora de Rasputín. Y de allí era conducido a los «aposentos reales».
En San Petersburgo en 1906, el zar y la zarina, acompañados unos pasos más atrás por los grandes duques, se dirigen a una sesión de la Duma.
En un acontecimiento de Estado, también en San Petersburgo, el soberano, montando un caballo engalanado, es escoltado por los grandes duques, también a caballo, y por la zarina en una calesa junto con la emperatriz viuda.
Serguei Witte, quizá el político más influyente del reinado de Nicolás, aunque sólo fue intermitentemente ministro (1905-1906) . La zarina le odiaba porque había sido el creador de la Constitución que en 1905 limitó los poderes del zar y los futuros poderes de su hijo. Había «despojado al Pequeño» de su legado. Y por muy útil que el brillante primer ministro pudiera haber sudo, ella nunca pudo, ni quiso, vencer su resentimiento.
El monárquico Purishkiévich, cuya calva y bigote puntiagudo eran tan famosos en toda Rusia, tanto por las fotografías publicadas en los periódicos como por sus opiniones de derechas. Fue un enemigo implacable de Rasputín, y en noviembre de 1916, «respirando afanosamente, con voz atronadora», denunció públicamente «que los ministros del zarse habían convertido en marionetas, cuyos hilos movían con firmeza Rasputín y la emperatriz Alejandra».
Cuatro fotografías de Rasputín hechas entre 1900 y 1916. Sus ojos ejercer una especial atracción, incluso en las fotos, como declaran quienes le conocieron, «La mirada al instante resplandeciente y magnética de sus ojos claros en los que no sólo observa la pupila sino todo el ojo», «un poder hipnótico brilla en sus extraordinarios ojos», «ojos profundos de mirada insostenible». El número de dedos que utilizaba para santiguarse era un detalle importante: Los «creyentes» usaban tres dedos en vez de dos.
Alexander Guchkov, hijo de un acaudalado comerciante de Moscú y uno de los más brillantes y aventureros personajes de la Duma, había acudido en defensa de los armenios durante la matanza a manos de los turcos, había tomado parte en la guerra de los bóers en África y durante la guerra ruso-japonesa había sido incluso capturado por los japoneses. Era muy conocido en la Duma por sus peleas a puñetazo limpio durante las sesiones. Al ocupar el cargo de presidente, pronunció un discurso en el que por primera vez se habló de ciertas «fuerzas oscuras» misteriosas que se habían dado a conocer en las más altas esferas de la sociedad. Siete años más tarde difundió una carta privada de la zarina dirigida a Rasputín, que en opinión de muchos era la prueba de que el campesino se acostaba con la zarina.
Página siguiente