Marie-Monique Robin - El mundo según Monsanto

Quiero dar las gracias a todos aquellos y a todas aquellas que me han ayudado a escribir este libro y en particular a Bernard Vaillot y Agnès Ravoyard (Galaxie), que me permitieron realizar los tres primeros documentales que desencadenaron la investigación sobre Monsanto (Los piratas del ser vivo; Trigo: ¿crónica de una muerte anunciada?; Argentina: la soja del hambre), difundidos en el canal de televisión Arte gracias a Annie-Claude Elkaim, Sylvie Jézéquel y Marco Nassivera; a Christilla Huillard-Kann, que me permitió hacer el documental El mundo según Monsanto con Image et Compagnie; a Pierre Merle, Pierrette Ominetti y Thierry Garrel d’Arte, sin los cuales este documental nunca habría visto la luz y que siempre han sabido manifestarme su benévolo apoyo; a Françoise Boulègue, que montó los cuatro documentales con paciencia y convicción; a William Bourdon, por sus sagaces consejos; a François Gèze de la editorial La Découverte; a David Charrasse y a nuestras tres hijas, Fanny, Coline y Solène, que siempre me han alentado, incluso en los momentos más difíciles de esta investigación.

Igualmente doy las gracias a los muchos testigos que aceptando responder a mis preguntas o que abriéndome sus archivos han contribuido de manera decisiva a aclarar la historia de Monsanto.

UN COLOSO CON PIES DE BARRO

«Las personas de esta empresa son veneno: como el dios de la muerte, toman la vida».

Una campesina del «Community Media Trust» de Pastapur (Andhra Pradesh).

La escena transcurre en la sede del TIAA-CREF (Teachers Insurance and Annuity Association, College Retirement Equities Fund) en Nueva York, en los barrios acomodados de Manhattan, en julio de 2006. Creado noventa años antes, este prestigioso fondo de pensiones representa una de las instituciones financieras más importantes de Estados Unidos, con unos 437.000 millones de dólares en su activo. Clasificado por la revista Fortune en el octogésimo lugar de la lista de las quinientas empresas más poderosas de Estados Unidos, el TIAA-CREF posee una particularidad que todos sus documentos oficiales ponen de relieve al lado de su sigla: la empresa proporciona «servicios financieros por el bien de todos». Sólo pueden acceder a los fondos de pensión aquellos que sirven al «interés general» trabajando en la educación, la investigación, la medicina, la cultura o el ámbito asociativo, esto es, 3.200.000 miembros. Desde 1990 el TIAA-CREF abrió un departamento especializado en «inversión responsable» al que se han adherido 430.000 clientes. Si solicité hacer una entrevista a representantes de la venerable casa es porque descubrí que estaba entre los veinte primeros accionistas de Monsanto y que poseía un 1,5% de sus acciones, lo que me intrigó considerablemente…

«LA REPUTACIÓN ES UN FACTOR DE RIESGO PARA LAS EMPRESAS…»

Aquel día me encuentro en presencia de John Wilcox, responsable de la «práctica de gobierno de la empresa», y de Amy O’Brien, directora del departamento para la inversión responsable. «Dada la particularidad de su clientela, ¿hay empresas en las que ustedes se nieguen a invertir su dinero?», les pregunté un tanto estresada (además de mis dos interlocutores, tomaba notas el responsable de relaciones públicas sentado a mis espaldas).

«Por supuesto», me responde Amy O’Brien, «nuestros inversores no quieren que, por ejemplo, invirtamos su dinero en fabricantes de tabaco debido a la carga que éstos crean para la sociedad; y de manera general son sensibles al comportamiento de las empresas en el dominio social y medioambiental».

—¿Significa eso que ustedes tienen en cuenta la reputación de la empresa?

—Desde luego —me responde sin dudarlo John Wilcox—. La reputación se considera cada vez más un factor de riesgo. Hasta hace poco a los analistas de Wall Street no les interesaban estos criterios no financieros del comportamiento de una empresa, como su reputación o sus prácticas medioambientales, probablemente porque son difíciles de medir y porque conciernen al largo plazo. Pero de manera muy clara esto está cambiando. Cada vez hay más ciudadanos que piden que las empresas en las que invierten sus ahorros compartan sus mismos valores.

—He leído que el TIAA-CREFF poseía el 1,5% de las acciones de Monsanto…

—Es posible —suelta John Wilcox—; de hecho, no lo sé…

—La reputación de esta empresa es muy controvertida: ¿cómo explica usted esta inversión?

—No creo que la propongamos en nuestras carteras de acciones para la inversión responsable —duda Amy O’Brien, visiblemente molesta—. No estoy segura, pero, de todos modos, esta empresa es controvertida sobre todo en Europa a causa de los organismos modificados genéticamente, pero no en Estados Unidos…

—Pero el agente naranja, los PCB, la hormona de crecimiento bovino ¿no son historias estadounidenses? ¿Han informado ustedes a sus clientes de los procesos judiciales a los que ha tenido que enfrentarse Monsanto durante estos últimos años?

—No —responde John Wilcox—. Voy a examinar los factores de riesgo de Monsanto y a pedir la opinión de quienes gestionan nuestras carteras de acciones…

UNA EMPRESA DE «RIESGO» PARA LOS INVERSORES

Seguimos en Manhattan, cerca de la sede del TIAA-CREF. Esta vez me entrevisto con Marc Brammer, que trabaja para Innovest Strategic Value Advisor, el líder de lo que se denomina el «análisis extrafinanciero», que consiste en puntuar los comportamientos sociales y medioambientales de las empresas según un baremo que va de AAA (para las mejores empresas de la clase) a CCC (para las malas). Estas notas sirven para aconsejar a los inversores para que puedan reducir sus riesgos financieros y aumentar el rendimiento de sus inversiones. Instalada en Nueva York, pero también en Londres, Tokio y más recientemente en París, Innovest se ha fijado la misión de desarrollar la clientela de unas carteras centradas en el desarrollo sostenible. En enero de 2005 Marc Brammer publicó un informe titulado «Monsanto y la ingeniería genética: los riesgos para los inversores» en el que establece un balance de la actividad de la empresa de Saint Louis y puntúa su «gestión y estrategia» en el dominio de las biotecnologías. Resultado: CCC. «Es la peor nota medioambiental», me explica el analista financiero. «Ahora bien, hemos constatado que en casi todos los sectores industriales las compañías que tienen notas medioambientales por encima de la media generalmente superan en el mercado de valores a las empresas situadas por debajo de la media, de 300 a 3.000 puntos al año. Esto quiere decir que Monsanto representa una empresa de riesgo para los accionistas a medio o largo plazo».

—¿Quiénes son los accionistas de Monsanto?

—Es un accionariado muy disperso, pero los principales inversores son los fondos de pensiones y los bancos, que representan a decenas de millones de pequeños accionistas.

—¿Cómo explica usted que un fondo como el TIAA-CREF haya invertido en Monsanto?

—Resulta sorprendente —me responde Marc Brammer—, porque es una institución que verdaderamente fomenta la inversión responsable. Por otra parte, es bastante característico del modo de funcionamiento de los fondos de pensiones, que calculan a muy corto plazo y son muy sensibles a los rumores de la Bolsa. Ahora bien, en el caso de Monsanto está claro que su valor está sobredimensionado gracias a un apoyo incondicional de Wall Street.

—¿Cuáles son los principales factores de riesgo para los accionistas?

—El primero de todos es el rechazo de los mercados, que para Monsanto constituye una auténtica bomba de relojería. Los OGM son los productos más fuertemente rechazados que hayan existido nunca. Más de treinta y cinco países han adoptado o anunciado legislaciones que limitan las importaciones de OGM o que exigen el etiquetado de los alimentos que contienen ingredientes transgénicos. La mayoría de los distribuidores de alimentos europeos han establecido medidas para asegurarse de que no se utiliza ningún ingrediente transgénico en sus productos. Es el caso de Nestlé, Unilever, Heinz, ASDA (Wal-Mart), Carrefour, Tesco y muchos otros. Fuera de Europa existe también una fuerte oposición de los consumidores a los OGM, en Asia o África.