Mario Dal Bello - Los últimos días de los templarios
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- Libro:Los últimos días de los templarios
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2017
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Los últimos días de los templarios: resumen, descripción y anotación
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Los últimos días de los templarios — leer online gratis el libro completo
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18 de marzo de 1314: en una pequeña isla del Sena, no lejos de los jardines del rey de Francia, una compañía de soldados escolta a dos hombres descalzos y vestidos solo con una túnica blanca. En el extremo de la isla está dispuesto un montón de leña con un poste en medio. Son Jacques de Molay y Geoffroy de Charny, gran maestre y preceptor de Normandía de la Orden de los Templarios, condenados a la hoguera.
En el final de los templarios intervienen los principales actores del siglo XIV en Europa: Felipe IV de Francia, Jaime II de Aragón, los papas Bonifacio VIII y Clemente V, Guillermo de Nogaret… Con ellos concluyen doscientos años de gloria y dolor, heroísmos y mezquindades. Estas páginas nos llevarán al interior de castillos y abadías, salas de consejo y prisiones… para narrar las vicisitudes de estos caballeros de Cristo en sus últimos días decisivos.
Mario Dal Bello
ePub r1.0
Titivillus 29.12.17
Título original: Gli ultimi giorni dei templari
Mario Dal Bello, 25 de enero de 2017
Traducción: Javier Rubio Mercado
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
MARIO DAL BELLO es redactor de la revista Città Nuova, ha podido acceder al Archivo Secreto del Vaticano. Fruto de su investigación es esta crónica que se lee como una novela y esclarece hechos históricos aún poco conocidos. Docente de literatura italiana y de historia, es periodista, crítico de arte, cine y música y colabora con diversas revistas culturales.
[1] Siempre que nos ha sido posible encontrarla, hemos preferido citar la edición en castellano, y, en su defecto, en la lengua original. [NdE].
[2] Otras obras de este autor publicadas en España: Caballeros y caballería explicados a mis nietos, Paidos Ibérica, Barcelona 2012; El último gran templario, Jacques de Molay, Robinbook, Barcelona 2006; Auge y caída de los templarios, Planeta — De Agostini, Barcelona 2005. [NdE].
[3] Otras obras de este autor publicadas en España: Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Alianza, Madrid 2013; La civilización del Occidente medieval, Paidós, Barcelona 2012. [NdE].
La mañana del 13 de enero de 1129, Troyes, situada entre las dulces colinas de Champaña, despierta blanca de nieve. Aunque hace frío, una multitud compuesta de nobles, caballeros, magistri, prelados y monjes está ya reunida dentro de la catedral. La luz entra por las estilizadas ventanas e ilumina el púlpito junto al altar mayor. Ahí está en pie la alta figura de Bernardo de Claraval, el abad cisterciense maestro espiritual de la Europa cristiana. Precisamente él ha convocado en tierras de Francia este concilio, en el que participan el embajador del papa, el cardenal Mateo de Albano, los arzobispos de Reims y de Sens, diez obispos, siete abades, dos magistri de la universidad, cinco caballeros y tres nobles laicos: Teobaldo II, conde de Champaña; Guillermo, conde de Nevers, y el senescal André de Baudemont. Sus palabras se esperan con impaciencia.
Bernardo empieza con tono decidido. Desea presentar a un grupo de devotos que vienen de Tierra Santa, que han sido enviados por el rey Balduino II de Jerusalén y se hacen llamar «los pobres caballeros de Cristo y del Templo de Salomón». Cinco hombres con espada al costado, capa blanca, cabello corto y barba larga suben a su lado. Algunos reconocen al caballero que va a hablar. Es Hugo de Payns, nacido precisamente allí, cerca de Troyes. Veinte años atrás también él había ido a Tierra Santa junto a muchos otros caballeros para liberar Jerusalén de los herejes. «Recuerdo —dice emocionado— los escalofríos en la espalda cuando el papa Urbano clamó en Clermont: “¡Jerusalén, Jerusalén!”. Lo dejamos todo para irnos de peregrinos a ver el lugar donde había nacido nuestra fe». Un entusiasmo sincero y una fe ardiente habían convulsionado Europa: ¡liberemos el sepulcro de Cristo!, se decía por todas partes.
Tras la conquista, Hugo ya no ha querido seguir viviendo como tantos caballeros, arrogantes y violentos. Se ha quedado en Jerusalén «para hacer penitencia y usar la espada para proteger a los peregrinos de los bandidos y leones que infestan los caminos de Palestina», afirma convencido.
Ya son un pequeño grupo. Viven junto a los restos del Templo de Salomón en la Ciudad Santa, pobres y castos como monjes, pero sin ser sacerdotes. El mismo rey Balduino les ha donado una casa y Hugo ha sido elegido maestre por los hermanos. El rey lo ha enviado a Europa para pedir la bendición del papa sobre la nueva hermandad, pero también para buscar hombres y bienes. En Tierra Santa siempre están en guerra y en peligro.
Esta novedad inquieta a la asamblea. Hasta ahora solo se conocía a monjes que vivían en abadías. Estos caballeros quieren vivir como monjes y además seguir siendo guerreros. Parece un contrasentido. Algunos lo meditan mientras otros niegan con la cabeza. Reina el silencio.
La multitud sale de la iglesia comentando entre dientes lo que ha contado Hugo, mientras el caballero se queda con sus compañeros a las puertas de la catedral. Bernardo se les acerca; está convencido de que la Iglesia necesita gente como ellos: un nuevo tipo de caballero. «Podréis usar las armas, pero sin ferocidad y solo para luchar contra el mal», les susurra con la mirada encendida. Mientras tanto, él se encargará de escribir una regla para someterla al criterio del pontífice. «Os encomendaremos a la protección de la Virgen María», dice en tono solemne. Hugo se inclina; sin duda el papa escuchará a Bernardo.
El sol hace brillar la nieve de los tejados, y a los caballeros les parece un buen presagio.
En este día, en la pequeña y fortificada Troyes, nace la Orden de los Caballeros del Temple. Empieza su historia. Vivirán doscientos años de gloria y dolor, de heroísmos y mezquindades.
Este libro narra la última parte de su historia, tratando de hacer justicia ante las leyendas surgidas a raíz de la desaparición de la Orden, que la han envuelto en un misterio aún hoy inquietante, basándose en estudios y descubrimientos de documentos excepcionales, algunos recientes, con el fin de aclarar la verdad. Será una aventura apasionante.
El mar que baña el puerto de San Juan de Acre, en el reino cruzado de Siria, resplandece plácidamente en el mes de mayo del año del Señor de 1291. En el bastión del castillo de los Caballeros del Temple ondean grandes banderas. Han pasado casi ciento sesenta años desde la asamblea de Troyes. La Orden se ha difundido desde Tierra Santa a toda Europa y se ha convertido en el símbolo de una fe cristalina dispuesta incluso al heroísmo. Los caballeros son audaces, valientes y orgullosos. Por todas partes poseen castillos y grandes haciendas (las magiones). También tienen mucho dinero y se han hecho hasta banqueros. Pero su corazón está en Tierra Santa, donde son de los últimos defensores de los reinos cristianos que surgieron tras la primera cruzada.
Pero en estos días no están tranquilos, como tampoco los cuarenta mil habitantes de la ciudad. De hecho, el sultán de Egipto, Al-Malik al-Ashraf, la está asediando por tierra. Lleva un ejército de sesenta mil jinetes y ciento sesenta mil infantes bien equipados para un largo asedio. San Juan es el último baluarte de los monjes-guerreros en Tierra Santa. Hace cien años que perdieron Jerusalén, desde que el genial e implacable Saladino se la arrebató. El sultán no tocó a la población, pero a ellos, los caballeros, los exterminó. Habían resistido al asalto, y Saladino llegó a admirarlos, pero eran «gente incómoda, los peores de los infieles», decía. Así que llevó a cabo una masacre con ellos y con los caballeros del Hospital de San Juan —otra orden caballeresca nacida en Jerusalén—, que luchaban juntos.
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