Marco Aurelio Denegri - Normalidad y Anormalidad & El Asesino Desorganizado
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- Libro:Normalidad y Anormalidad & El Asesino Desorganizado
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2012
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Normalidad y Anormalidad & El Asesino Desorganizado: resumen, descripción y anotación
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Marco Aurelio Denegri Santagadea (Lima, 16 de mayo de 1938) es polígrafo autodidacto. Esta caracterización tan breve es hoy de rigor, al menos para Denegri lo es, por el mal gusto que tienen algunos miembros de la Intelligentsia de presentarse exhibiendo un ciento de títulos, doscientos reconocimientos internacionales y trescientas distinciones.
Denegri es autor de los siguientes libros: Fáscinum. Ensayos Sexológicos (1972); ¿Y qué fue realmente lo que hizo Onán? (1996); El Arte Erótico de Mihály Zichy (1999); Arte y Ciencia de la Gallística (1999); De esto y aquello (2006); Hechos y Opiniones acerca de la Mujer (2008); Cajonística y Vallejística (2009); Miscelánea Humanística (2010); Lexicografía (2011); Esmórgasbord (2011); Obscenidad y Pornografía (2012); Normalidad y Anormalidad & El Asesino Desorganizado (2012); Poliantea (2014); Polimatía (2014) y Mixtifori (2017).
Denegri es fundador de la Asociación de Estudios Humanísticos y la ha presidido y secretariado varias veces. Fue director y propietario de la revista de cultura sexual, Fáscinum (1972-1973). Compuso, juntamente con Óscar Valdivia Ponce, la Bibliografía Psiquiátrica Peruana (1981). En la televisión nacional ha creado y dirigido desde 1973, programas culturales y tiene actualmente a su cargo, en TV Perú, La Función de la Palabra.
Si la normalidad es la conformidad con una norma, y si ésta es el patrón, regla o criterio establecido para juzgar de un cierto rasgo o característica individual, o de un determinado aspecto del comportamiento, entonces lo normal se define como lo que es conforme a una regla determinada; y lo anormal como lo que se aparta de la regla o no se ajusta a ella.
Sin embargo, el asunto no es tan sencillo como a primera vista parece. Y es que, para la valoración o estimación de la normalidad no hay uno, sino varios criterios de norma.
En primer lugar, tenemos el criterio estadístico de norma. Según este criterio, la norma es un estándar estadístico de comparación constituido por lo que en cierto sentido es el valor promedial o modal de una variable sobre la que se comparan las unidades de una población. (Una variable es todo rasgo, cualidad o característica cuya magnitud puede variar en los casos individuales. Lo contrario de una variable es una constante o un atributo).
En la jerga estadística corriente, lo normal en un conjunto de individuos que varíe respecto a cierta característica mensurable (por ejemplo, la estatura o la inteligencia) significa usualmente la tendencia central. Digamos que si la variable es la estatura, y si la media de ésta es 1.70 m., en la distribución que configura el tipo usual de curva acampanada, habrá a ambos lados de la línea que indica la media, otras dos líneas verticales que indican el margen de normalidad. Como se comprende, el punto por donde debe ser trazada la línea demarcatoria entre lo normal y lo anormal es bastante arbitrario. Con todo, se entiende generalmente que la distribución es un continuum, y que, por ejemplo, una medida «normal baja» sólo difiere en grado, no en tipo, de una medida casi igual incluida en el área situada inmediatamente fuera del llamado puntaje normal.
Es interesante señalar a este propósito que algunos investigadores con mentalidad estadística, sabiendo de las dificultades que lleva consigo la correcta delimitación conceptual de la anormalidad, han tratado, en ciertas oportunidades, a fin de superarlas, de aislar algún elemento mensurable que fuera válido para la determinación de la normalidad o anormalidad de una persona. Así, por ejemplo, se ha tratado de medir, por medio de cuestionarios, lo que comúnmente se llama nerviosismo o inestabilidad. Tiegs y Katz eligieron al azar a 100 estudiantes secundarios que fueron observados y clasificados de acuerdo con 15 manifestaciones o síntomas distintivos de nerviosismo.
La gran mayoría de estudiantes mostró entre 7 y 13 de dichos síntomas; uno sólo mostró un síntoma, y otro los 15. Pero de acuerdo con un criterio puramente estadístico, el que mostró un solo síntoma sería tan anormal como el que mostró los 15.
Además, habría que preguntarse qué pruebas tenemos de que los individuos inquietos sean inevitablemente personalidades peor organizadas o más proclives a enfermarse mentalmente que los individuos tranquilos y físicamente menos activos.
De modo, pues, que según el criterio estadístico de norma, una persona normal es la que está próxima a la tendencia central de un grupo típico de individuos. Unos están un poco más cerca, otros un poco más lejos de la tendencia central que caracteriza el tipo medio. El punto más elevado de la curva de distribución representa el término medio, con el mayor número de casos, y desciende gradualmente a uno y otro lado, en sentido positivo y negativo, sin que haya una línea divisoria clara y neta entre la normalidad y la anormalidad.
Se ha observado que cuando el uso estadístico de norma se aplica a grupos sociales, surge un proceso, estudiado muy bien por Sherif, y del cual nos ocuparemos en seguida.
Se aclarará en un momento lo que digo con el siguiente ejemplo de un uso puramente estadístico de norma, que nos servirá para hacer el distingo respecto al proceso al que me refiero.
«Si la tasa media, mediana o modal de asesinos que la Policía conoce es, para ciudades con una población mayor de 100 mil habitantes, de 6.5 asesinos por año, por cada 100 mil habitantes; y si la derivación estandarial de la media, mediana o modo es pequeña, o sea si hay una agregación genuina de tasas, entonces el 6.5 puede servir como norma con la que se puede comparar significativamente tasa de cualquier ciudad particular».
Si se encuentra que hay una agregación genuina de las percepciones, actitudes o actos promediales o modales de los miembros de un grupo social, no hay razón para que el término norma, en su sentido estadístico, no pueda usarse para denotar dicha agregación. Sin embargo, cuando se aplica a grupos sociales, surge algo muy interesante —y esto fue lo que comprobó Sherif—, a saber, la existencia de un proceso de formación normativa. Sherif halló que cuando un grupo de personas encara una sitación perceptiva ambigua, sus interpretaciones iniciales, sea del suceso que fuere, pueden divergir ampliamente, para luego convergir gradualmente. Al principio sería difícil hablar de una norma, porque las diversas estimaciones del suceso están sumamente alejadas entre sí como para que una media, modo o mediana sean significativos. Pero a causa del proceso de convergencia, surge finalmente una norma. En la primera investigación que realizó sobre este asunto, Sherif parece entender por norma simplemente esta percepción promedial o modal concentrada; pero en un trabajo posterior sugiere que hay un elemento de constreñimiento social. De suerte que la norma, cuando se aplica a la agregación de percepciones grupales, cesa de ser un concepto puramente estadístico y comienza a tomar las características de un estándar obligado.
Ahora bien: sea cual fuere la conexión causal entre el proceso de formación normativo-estadística en relación con la tendencia a la convergencia, y en relación con el elemento de constreñimiento, característico de un estándar obligado, lo cierto es que el uso de norma como denotativo de un estándar obligado es lógicamente independiente del uso que tiene como estándar estadístico de comparación. Porque en un caso, estadísticamente hablando, lo que se denota es lo que en realidad se hace, mientras que la denotación en el otro caso se refiere a lo que se cree que debe hacerse. El tipo más claro es la norma moral, que es un estándar al que la gente se ve obligada a conformarse; y se espera de ella esa conformidad porque a menudo se cree que dichos estándares obligacionales son funcionalmente válidos para el grupo de que se trata.
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