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Lewis Carroll - El juego de la lógica

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Lewis Carroll El juego de la lógica
  • Libro:
    El juego de la lógica
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1886
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El juego de la lógica: resumen, descripción y anotación

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Aventuras de Lewis Carroll en el País de la Lógica Si así fue así pudo ser - photo 1

Aventuras de Lewis Carroll en el País de la Lógica

«Si así fue, así pudo ser; si así fuera,

así podría ser; pero como no es, no es.

Eso es lógica».

Tweedledee, en Through the Looking Glass, cap, IV,

1. Acerca del carácter neurótico de la lógica de Charles Carroll.

El juego de la lógica - image 2

s posible que quienes hayan leído sólo por encima a Lewis Carroll se sientan sorprendidos al recibir la noticia de que Lewis Carroll escribió libros de lógica.

¿Cómo es que Lewis Carroll escribió libros de lógica? Trataremos de demostrar que era lógico que lo hiciera.

Para lo cual es menester formular esa pregunta de otro modo. De este modo: ¿qué sentido tiene la obra lógica de Carroll? Antes de nada, ¿quién era Lewis Carroll? ¿Quién era ese hombre capaz de interesar a la vez a los filósofos analíticos y a los surrealistas, a los poetas dadaístas y a los lógicos formales, a Russell y a Breton, a Artaud y a Strawson, a Deleuze y a Eddington, a Ryle y a Cortázar?

Lewis Carroll era, en realidad, Charles Lutwidge Dodgson: hijo de un pastor protestante; habitante, durante cuarenta y siete años, de la Universidad de Oxford, primero como estudiante y luego como profesor de matemáticas; profesor de lógica en Lady Margaret Hall y en la High School de Oxford; hombre de vida ordenada, casta, apacible; burgués británico de la segunda mitad del siglo XIX; diácono de la Iglesia de Inglaterra, a pesar de que no creía en el castigo eterno de los pecadores; remilgado, altivo, impoluto, profundamente aburrido en clases y reuniones; muerto víctima de las corrientes de aire que en vida tanto había combatido; autor de algunos libros que llevan estos títulos: Fórmulas de trigonometría plana, Tratado elemental de los determinantes, El libro V de Euclides tratado de un modo algebraico, en cuanto hace relación a magnitudes conmensurables, etc. o bien: Lewis Carroll era, en realidad, Lewis Carroll: domesticador de serpientes y sapos; prestidigitador; editor, siendo niño, de revistas manuscritas para niños; zurdo (según algunos testimonios), tartamudo, bello, sordo de un oído; inventor de cajas de sorpresas, de rompecabezas, de aparatos inútiles; insomne; entusiasta de las bicicletas en su juventud y de los triciclos en su madurez : creador de juegos de palabras incluso en idiomas que no conocía, como cuando dijo «I am fond of children (except boys)», que en inglés no es un juego de palabras, pero si en castellano: «Me gustan los niños, a excepción de los niños»; excelente fotógrafo, sobre todo de niñas vestidas y desnudas; autor de poemas como éste:

Creía ver un Elefante,

un Elefante que tocaba el pífano;

mirando mejor vio que era

una carta de su esposa.

«¡De esta vida, finalmente» —dijo—

«siento la amargura!»

Creía descubrir un Búfalo

instalado sobre la chimenea;

mirando mejor vio que era

la sobrina de su cuñado.

«¡Sal de aquí» —dijo—

«o llamo a la policía!»

Creía ver una Serpiente de cascabel

que le interrogaba en griego;

mirando mejor vio que era

la mitad de la próxima semana,

¡Lo único que siento! —dijo—

«es que no pueda hablar».

Creía ver una Inferencia

demostrando que él era el Papa.

Mirando mejor vio que era

un pedazo de jabón de mármol.

«¡Dios mío» —dijo— «un hecho tan funesto

destruye toda esperanza!»

inventor de un nuevo método de adición, de acuerdo con el cual,

para sumar 2 + 1

habría que hacer lo siguiente:

Tomamos Tres como base del razonamiento que hacemos…

Un número apropiado para comenzar…

Le sumamos Siete, y Diez, y lo multiplicamos todo

por Mil menos Ocho.

El resultado que obtenemos lo dividimos, como ve,

por Novecientos Noventa y Dos;

le restamos Diecisiete, y la respuesta debe ser

exacta y perfectamente justa .

Un resumen inocuo de todo lo anterior lo constituiría el decir que hay dos Carroll: un Carroll circunspecto y un Carroll excéntrico. O, para expresarlo con mayor rigor, que hay una sola persona bifurcada en otras dos: Charles Lutwidge Dodgson, por una parte, y, por otra parte, Lewis Carroll. Conviene que encontremos un nombre para referirnos a esa persona escindida. Utilizando la técnica carrolliana de las palabras-maletín (dos o más palabras incrustadas en una sola, como «snark» («serprón»), cruce de «Snake» («serpiente») y «shark» («tiburón»)), podríamos nombrarla de diversos modos. Se trata, en efecto, de entretejer estos nombres:

Charles Dodgson

Lewis Carroll

Lo cual nos da varias posibilidades. Por ejemplo:

Charwis Dodgrroll

Lewrles Carrson

Leslew Soncarr

Wischar Rollldodg

Ahora bien: es posible —y, tratándose de Carroll, deseable— complicar algo más las cosas e introducir un nuevo elemento que a Lewis Carroll, autor de cartas escritas al revés, le resultaría particularmente grato: la inversión. Con lo cual tendremos:

Selrach Nosgdod

Siwel Llorrac

Y estas combinaciones posibles, entre otras:

Selwell Nosrrac

Sirach Llogdod

Rachsiw Dodglio

Welsel Rachnos

Si además de invertir el orden de las letras dentro de cada palabra invirtiéramos el orden de nombre y apellido, y si invirtiéramos asimismo el orden de las sílabas dentro de cada palabra, o bien si prefiriéramos, por ejemplo, entremezclar las letras en lugar de las sílabas, se abriría ante nosotros un vastísimo campo de experimentación a la vez útil y agradable. Limitaciones de espacio nos impiden desarrollar como quisiéramos todas estas apasionantes posibilidades. Pero, después de todo, tal vez sea más sencillo limitarse a combinar los nombres enteros, y hablar de «Charles Carroll» para designar al hombre que escribió sobre trigonometría y sobre sueños.

Algunos autores se han limitado a señalar esa escisión y a buscar sus causas. Así, Chesterton, en su defensa del sinsentido, afirma que Edward Lear —autor de un Book of Nonsense publicado en 1846— le parece superior a Lewis Carroll. Y ello porque, según Chesterton, para Carroll era más fácil —era, en rigor, inevitable— recurrir al sinsentido. Un hombre como él, con una vida de inhibición como la suya, fatalmente habría de evadirse a otro mundo para sobrevivir. En esa necesidad de evadirse ve Chesterton la fuente de la nueva literatura de la sinrazón.

Edward Lear, en cambio, no era un inhibido que sublimaba: era un ciudadano del mundo del sinsentido, instalado en él a sus anchas, y nada más. Para Carroll el mundo del sinsentido era sólo la mitad de su mundo. La otra mitad era Oxford, la Iglesia de Inglaterra, las clases de matemáticas.

«El país de las maravillas de Carroll es un territorio poblado por matemáticos locos» .

Otro tanto afirma Martin Gardner, autor de una magnífica edición anotada de Alicia: «El último nivel de metáfora en los libros de Alicia es éste: que la vida, vista racionalmente y sin ilusión, aparece como un cuento carente de sentido relatado por un matemático idiota», señalando más adelante que Alicia en el país de las maravillas y Al otro lado del espejo fueron escritos por el Reverendo C. L. Dodgson «durante una vacación mental» .

Pero Charles Carroll no sólo practicaba el sinsentido en vacaciones, sino también durante el curso. Hay, ciertamente, un Charles Dodgson bienpensante, profesor de matemáticas y autor de libros bien pensados sobre la materia; y hay también un Lewis Carroll librepensador y librecreador que escribe literatura demencial. Hay un hombre que sabe distinguir entre lo necesario y lo libre, pero que se ve obligado a someterse a lo necesario y huir hacia la libertad en ratos libres. Hay un Charles Dodgson encadenado y un Lewis Carroll evadido. Pero, ¿no hay nada entre ellos? ¿No hay ninguna tierra, ninguna tierra de nadie, en la que puedan encontrarse? Pensamos que si la hay. Y pensamos que ese lugar donde ambos se encuentran es el lugar de la lógica. Las obras matemáticas las firmaba «Charles L. Dodgson».

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