Mónica G. Álvarez - Amor y horror nazi

«No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos, no nos escucharán, y si nos escuchasen, no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre, y si queremos conservarlo, deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca.»

Así describía Primo Levi, el escritor italiano de origen sefardí y superviviente del campo de concentración de Monowitz, su experiencia en uno de los campamentos satélites de Auschwitz.

Su testimonio, al igual que los catorce que recojo en los siete capítulos siguientes, ofrece una visión personal, íntima, desgarradora y veraz de lo que se vivió durante el Holocausto.

He tenido la oportunidad de entrevistar personalmente a algunos de estos protagonistas, de conocerlos, de escuchar de primera mano su vida y de emocionarme con ellos. Fueron testigos de cómo gigantescos recintos acotados por alambradas, guardias armados y torres de vigilancia, y ocupados por barracones sucios e insalubres, se convertían en el lugar elegido por los nazis para encarcelarlos y privarlos de la libertad. Los hicieron sus prisioneros.

Aquellos campos de concentración fueron el infierno terrenal del nazismo, y quienes traspasaban su puerta estaban condenados a morir en su interior. Solo algunos, como estos catorce hombres y mujeres, corrieron una suerte mejor y lograron sobrevivir a la barbarie. Pero ¿qué fue lo que los empujó a seguir luchando? Por sorprendente o extraño que parezca, hay un sentimiento que siempre prevaleció en ellos por encima de la fortaleza o la valentía. Sobrevivieron a las enfermedades, las vejaciones y al hambre, gracias al motor que en aquel momento movía su corazón: el amor.

Porque, pese a los trabajos forzados, los abusos, las palizas y la inanición, su principal lucha tenía como objetivo conseguir salir de aquellas cárceles para reencontrarse con su amado o amada, y comenzar así una nueva vida. En definitiva, su mayor impulso fue sobrevivir para seguir amando.

Cuando en Guardianas nazis. El lado femenino del mal me sumergí en la vida de las mujeres más despiadadas, que contribuyeron al asesinato de millones de judíos, creí que con sus actos, al igual que con los de sus camaradas masculinos, habían arrebatado absolutamente todo a los confinados, que se arrastraban cual esqueletos humanos entre los barracones. La dignidad, el honor, las ganas de vivir, la vida. Sin embargo, cuando comencé a crear cada una de las historias que tejen Amor y horror nazi, me percaté de que estaba equivocada. Había otra realidad en la que subyacía un mensaje más positivo. Un mensaje que me trasladaron tres de los supervivientes a los que tuve el honor de conocer: Paula, Howard y Nancy. El amor era posible. Enamorarse era posible. Y aquella fe en el amor les permitió levantarse una vez más, caminar una vez más, respirar una vez más, sentir una vez más.

Por otro lado y como comprobarás, querido lector, en ningún momento le restan valor a ese factor «suerte» al que aluden muchos supervivientes que evitaron franquear la barrera de la muerte. Aun así, tanto para ellos como para el resto de los personajes que aparecen en este ensayo, el amor fue, sin quererlo, un protagonista en sí mismo.

En Amor y horror nazi encontraremos las historias de amor más significativas surgidas y vividas durante la Segunda Guerra Mundial. Seréis testigos de cómo florecieron algunas de estas relaciones, de cómo desaparecieron otras, de cómo se vivieron reencuentros años después del final de la contienda… En definitiva, viviréis la experiencia de un libro único sobre los supervivientes del Holocausto.