AGRADECIMIENTOS
Uno de los momentos más agradables tras acabar un libro es dar las gracias a quienes, de diferentes maneras, han contribuido a su elaboración.
En primer lugar, quiero dar las gracias a la Academia Británica por una beca que me ayudó a emprender las investigaciones exploratorias iniciales. También les estoy agradecido a los archivistas y al personal de las instituciones archivísticas en las que he trabajado: el Bundesarchiv de Berlín/Lichtefelde, el Bundesarchiv/Militärarchiv de Friburgo, la Bibliothek für Zeitgeschichte de Stuttgart, el Bayerisches Hauptstaatsarchiv y el Staatsarchiv München, el Staatsarchiv Augsburg, el International Tracing Service, en Bad Arolsen, los Archivos Nacionales de Londres, el Imperial War Museum de Duxford y el Liddell Hart Centre for Military Archives del King’s College, en Londres. En la Bibliothek für Zeitgeschichte de Stuttgart, parte de la Württembergische Landesbibliothek, tengo muchas razones para estar agradecido por su ayuda y sus consejos al director de la biblioteca y buen amigo, el profesor Gerhard Hirschfeld, y a la responsable de las colecciones de archivos, la doctora Irina Renz. La doctora Susanne Urban me ayudó mucho guiándome por los extensos archivos relacionados con las marchas de la muerte, que solo en fecha reciente se han abierto a los investigadores, en el International Tracing Service, en Bad Arolsen, donde también quisiera dar las gracias al director, M. Jean-Luc Blondel. En Duxford, me beneficié mucho de la experta ayuda del doctor Stephen Walton a la hora de consultar las valiosas colecciones de documentos alemanes. Empecé y terminé la investigación para este libro en el incomparable Institut für Zeitgeschichte de Múnich, donde he tenido la suerte de ser un huésped bien recibido durante muchos años, y quisiera darle las gracias más calurosas al director, el profesor Horst Möller, y a sus colegas,en especial al personal de la biblioteca y los archivos, que siempre han atendido mis muchas peticiones con una cortesía y una amabilidad inagotables.
El profesor Otto Dov Kulka (Jerusalén), un colega y amigo al que tengo en mucha estima y con el que he mantenido una prolija y fructífera correspondencia a lo la largo de muchos años, fue el primero en indicarme los archivos de Bad Arolsen. Además, le estoy extremadamente agradecido por su interés en mi trabajo y sus valiosas sugerencias. Laurence Rees, un buen amigo y brillante productor de documentales televisivos, tuvo la amabilidad de poner a mi disposición importantes transcripciones de entrevistas, conservadas en los Archivos de la BBC de Londres, de una serie en la que colaboramos, me dio excelentes consejos y fue siempre un compañero estimulante, dispuesto a ayudar y dar ánimos.
Muchos otros amigos y colegas también me han ayudado, a veces sin ser consciente, quizá, de lo útiles que han sido. Entre ellos, debo dar las gracias al profesor Daniel Blatman (Jerusalén) por responder a una serie de preguntas sobre las marchas de la muerte y por el material relacionado que tuvo la amabilidad de enviarme. El doctor Andreas Kunz, del Bundesarchiv/Militärarchiv de Friburgo, me dio algunos consejos valiosos sobre colecciones de archivos durante la primera visita que hice relacionada con este proyecto. El doctor Heinrich Schwendemann, de la Universidad de Friburgo, fue muy generoso al hacer todo lo posible por enviarme documentos relacionados con la ocupación francesa del suroeste de Alemania en 1945 y otro material relevante al que no tenía un fácil acceso. Otros colegas que también me facilitaron documentos, artículos u otros materiales, respondieron a mis preguntas o me ayudaron a pensar con más claridad en el proyecto fueron el profesor John Breuilly, el doctor Michael Buddrus, Mr. George Burton, la doctora Simone Erpel, el doctor Wolfgang Holl, el doctor Holger Impekoven, el profesor Tim Kirk, el doctor Michael Kloft, el doctor Alexander Korb, Mr. Michael D. Miller, el profesor Bob Moore (que hizo un enorme esfuerzo para enviarme una remesa de documentos sobre un tema concreto relacionado con los Países Bajos, su especialidad principal), el profesor Jonathan Steinberg, el doctor Klaus Wiegrefe y el doctor Benjamin Ziemann. Quiero expresarles a todos mi caluroso agradecimiento y excusarme si he omitido involuntariamente a alguien.
Mientras avanzaba en el proyecto, me beneficié mucho, como siempre, de las largas conversaciones con viejos amigos alemanes, el profesor Hans Mommsen (Feldafing), el profesor Norbert Frei (Jena), el doctor Hermann Graml y la doctora Elke Fröhlich (Múnich), que me ayudaron mucho a definir mis ideas. Muchas gracias a todos ellos.
Hay dos especialistas y amigos a los que quiero dar las gracias especialmente. El doctor Jürgen Forster, un excelente historiador y un gran especialista en la Wehrmacht del Bundesarchiv/Militärarchiv de Friburgo, respondió a numerosas preguntas, me remitió a importantes archivos y, sobre todo, leyó y comentó el manuscrito. El doctor Nick Stargardt, del Magdalen College, en Oxford, que en la actualidad trabaja en el que será un importante ensayo sobre la sociedad alemana durante la guerra, ha aportado ideas importantes. También se tomó la molestia de leer todo el manuscrito y hacerme numerosas y valiosas sugerencias. Estoy muy agradecido a ambos. Naturalmente, es necesario añadir que, como siempre, la responsabilidad por cualquier error que pudiera haber es exclusivamente mía.
Tengo una deuda de gratitud por sus valiosas sugerencias sobre el manuscrito con los magníficos editores de Penguin (Simon Winder en Londres y Laura Stickney en Nueva York), mientras que Andrew Wylie ha sido, como anteriormente, un agente que me ha brindado un magnífico apoyo. También me gustaría dar las gracias a todas las personas de Penguin que han ayudado a publicar este libro, a Elizabeth Stratford por su excelente trabajo de revisión y a Cecilia Mackay por investigar las fotografías.
Por último, debo añadir los agradecimientos personales. Traude y Uli Spät han sido extremadamente generosos, como en tantas ocasiones en el pasado, al brindarme su hospitalidad durante mis estancias en Múnich y han demostrado un vivo interés por mi trabajo a lo largo de muchos años. Mientras ha durado este proyecto, Beverley Eaton, mi secretaria durante mucho tiempo, ha seguido brindándome su excelente apoyo, incluso ahora que ha abandonado la Universidad de Sheffield, y le estoy especialmente agradecido por haberse encargado de forma tan eficaz de la tarea de recopilar el listado de obras mencionadas. Para acabar, mi familia sigue siendo el pilar en el que todo se apoya. Mi agradecimiento y mi cariño a Betty, David, Katie, Joe y Ella, y a Stephen, Becky, Sophie, Olivia y, ahora, Henry, la última y maravillosa incorporación a la familia.
IAN KERSHAW
Manchester, noviembre de 2010
CONCLUSIÓN
Anatomía de la autodestrucción
Este libro comenzó destacando la extrema singularidad de que un país sea capaz de luchar en una guerra hasta la destrucción total y esté dispuesto a hacerlo. Es igualmente extraño que las élites más poderosas de un país, especialmente la militar, no puedan o no quieran destituir a un dirigente capaz de conducirlas a la catástrofe total. Sin embargo, aunque todos reconocían que esa catástrofe estaba ocurriendo y que cada vez era más inevitable, la inercia hacia una hecatombe nacional que lo engulliría todo (supondría una derrota militar absoluta, la ruina material, la ocupación enemiga y, además, la bancarrota moral) era precisamente lo que estaba ocurriendo en la Alemania de 1945. En los capítulos precedentes se ha tratado de explicar cómo fue posible esto. Se ha mostrado el largo e inexorable proceso del hundimiento del Estado más poderoso de Europa bajo la presión militar exterior. Se ha tratado de poner de manifiesto la dinámica autodestructiva, no solo confinada a Hitler, que operaba en el Estado nazi. Y, sobre todo, se ha intentado demostrar que las razones por las que Alemania eligió combatir hasta el final, y fue capaz de hacerlo, son complejas y no se pueden reducir a una única y simple generalización.