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Laurence Patrick Kirwan - Historia de las exploraciones polares

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Laurence Patrick Kirwan Historia de las exploraciones polares

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Tras el tratado de Tordesillas que dividió las nuevas tierras descubiertas en - photo 1

Tras el tratado de Tordesillas, que dividió las nuevas tierras descubiertas en ultramar, en el siglo XV, entre España y Portugal —y con ello dejó el monopolio de las comunicaciones con extremo oriente en manos de los navegantes de ambos países— las restantes potencias marítimas del Norte de Europa quedaron excluidas de la carrera ultramarina.

Con buena lógica, los marinos británicos, franceses y holandeses llegaron a la conclusión de que, navegando hacia el Oeste por los confines de América del Norte o hacia el Este por los de la propia Europa y Asia septentrionales, tenía que existir un paso que condujera al gran Océano que no tardó en ser descubierto al otro lado de América y cuyas rutas navales conducían hasta China y Japón, objetivo último de todas las expediciones náuticas renacentistas. Así nació la búsqueda del paso del Noroeste —por el Norte de Canadá— y del paso del Noreste —costeando Escandinavia, Rusia y Siberia—.

Con el progresivo conocimiento de los nuevos mares y tierras descubiertos, otros exploradores se unieron a esta carrera, rusos y escandinavos principalmente. Durante el siglo XIX, la citada competición entre las potencias marítimas —España y Portugal habían ido declinando lentamente— se orientó a la exploración y conquista de los polos. Una serie de nombres destacan en esta epopeya: Davis, Baffin, Hudson, Barents, y una larga serie de nombres hasta llegar a Ross Weddell, Wilkes o los casi recientes Nordenskiöld, Amundsen, Peary, Nansen y Scott.

Se podría decir que tanto los triunfadores natos —Amundsen es el más destacado de éstos— y los que perecieron en sus intentos, como Franklin, contribuyeron, paso a paso, a la gran epopeya en la que, antes o después, han participado científicos y navegantes de una veintena de países: Gran Bretaña, Noruega, Estados Unidos, Rusia, Holanda, Francia, Austria-Hungría, Italia, España, Australia, Argentina, Uruguay, Bélgica, Alemania, Nueva Zelanda, Canadá, Chile y Suecia figuran entre los más notables.

El libro de Kirwan, por su gran capacidad de síntesis y extrema erudición, pone al alcance del gran público uno de los esfuerzos más titánicos y menos conocidos de la Humanidad.

Laurence Patrick Kirwan Historia de las exploraciones polares ePub r10 - photo 2

Laurence Patrick Kirwan

Historia de las exploraciones polares

ePub r1.0

Titivillus 30.05.16

Título original: History of Polar Exploration

Laurence Patrick Kirwan, 1965

Traducción: Ramón Margalef Llambrich

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

LAURENCE PATRICK KIRWAN 1907-1999 arqueólogo y geógrafo nació el 13 de mayo - photo 3

LAURENCE PATRICK KIRWAN 1907-1999 arqueólogo y geógrafo nació el 13 de mayo - photo 4

LAURENCE PATRICK KIRWAN (1907-1999), arqueólogo y geógrafo, nació el 13 de mayo de 1907 en Cork (Irlanda). Larry Kirwan (como era invariablemente conocido) fue educado en el Wimbledon College y luego en el Merton College de Oxford. Su temprano interés en la arqueología se inspiró en gran medida por el contacto temprano con Sir Flinders Petrie, el profesor de Egiptología en la Universidad de Londres. Después de una temporada de trabajo en Egipto para el Museo Británico, fue nombrado en 1929 ayudante de dirección de la prospección arqueológica de Nubia patrocinado por el departamento egipcio de antigüedades. Fue durante este período cuando conoció y se casó en 1932, con Joan Elizabeth Chetwynd, con la que tuvo una hija. En 1934 fue nombrado director de expediciones de la Universidad de Oxford en el Sudán.

Un año antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial Kirwan se unió al ejército territorial en la reserva de oficiales. Hacia el final de la guerra, la Royal Geographical Society (RGS) lo acepto como miembro y allí permaneció ocupando los cargos de Secretario y Director durante treinta años. Durante su permanencia en la RGS Kirwan fue fuerza impulsora y estuvo detrás de un gran número de expediciones notables. Estos incluyen la expedición noruega-británico-sueca de Queen Maud Land dirigido por John Giaver 1949-1952, el estudio ecológico del sur de Turkana 1960-1962, y la expedición conjunta con la Royal Society de Mato Grosso dirigido por Iain Obispo a partir de 1967 a 1969. Sin embargo, con mucho, la más célebre de las expediciones RGS con el que se asoció fue la expedición de John Hunt en el Everest en 1953, y la primera expedición Trans-Antártida dirigida por Vivian Fuchs desde 1955 hasta 1957. Estos acontecimientos situaron a la RGS como prominencia nacional, algo que no había ocurrido desde los días de Livingstone y Stanley en la mitad del siglo XIX.

Su libro más significativo fue Historia de las exploraciones polares. Kirwan murió en Londres el 16 de abril de 1999.

NOTAS

[1] Frase que equivale a «una señorita en la edad comprendida entre los 10 y los 19 años». (N. del T.).

[2] Esto es, «Una señorita entre los 10 y 20 años de edad». (N. del T.).

[3] Especie de gaviotas. (N. del T.).

INTRODUCCIÓN

LA MAGIA DE LA LITERATURA POLAR

Se cumple, mejor sería afirmar que se va desgranando, en este cambio de siglo, el centenario de uno de los períodos más rico en acontecimientos históricos —dentro de uno de los capítulos más apasionantes de la eterna lucha de la raza humana contra lo desconocido—; encuadrado en lo que se llamó, con el rimbombante lenguaje del XIX: «la lucha para alcanzar los últimos confines geográficos de la Tierra». Cronológicamente las cuatro fechas que enmarcan esta ola de entusiasmo, que caracteriza el período, por llegar a los lugares no hollados por el hombre, son: 1879, Adolfo Enrique Nordenskiöld cruza el paso del Nordeste; 1905, Roald Amundsen atraviesa el paso del Noroeste; 1909, Robert Peary alcanza el Polo Norte; 1911, Amundsen llega al Polo Sur. Tres décadas para tres milenios podría ser el resumen de lo que significó el poder aventar el acúmulo de misterios, leyendas de siglos, montañas de errores y falsedades sobre la situación y características de los citados cuatro lugares o espacios geográficos. Numerosos mapas avalaban «documentalmente» muchos de estos disparates: tierras inexistentes, pasos y zonas navegables ficticias. Indudablemente, los avances y retrocesos del casquete polar a remolque de los períodos de glaciación o de calentamiento, y los témpanos de hielo flotante desprendidos del mismo —a lo largo de milenios— contribuyeron lo suyo a este confusionismo. La medición o determinación de la altitud y la latitud de un punto geográfico fue bastante aleatoria hasta bien entrado el XVIII y no dejó de presentar problemas siempre —sobre todo cuando el tiempo se presentaba nublado—. Con la mejor buena fe, el explorador podía anotar datos erróneos.

En los anaqueles de las librerías, el aniversario —o serie de aniversarios si se prefiere— se va notando por las reediciones de obras clásicas sobre Shackleton, Scott, Amundsen y otros adelantados; a ellas se vienen a unir las que tratan de globalizar el gigantesco esfuerzo o recogen las últimas novedades sobre el inagotable tema, mezcla de aventura, deporte y esfuerzo científico. Los programas de radio, espacios televisivos y artículos de prensa son tan numerosos que no podemos ni siquiera tratar de esbozarlos. Renacen las viejas polémicas como la de Cook versus Peary o los estudios que analizan los numerosos errores cometidos a lo largo de una saga en la que la falta de preparación fue una de las causas principales de tanto desastre. Sobre polémicas hay que recordar que las recaudaciones de fondos para una expedición iban acompañadas de intensas campañas de propaganda, que no dejaba de haber un cierto componente de «prima donna» en la personalidad de muchos exploradores y que los roces podían saltar por cualquier motivo; la polémica Amundsen-Nobile es uno de los ejemplos paradigmáticos. Los perros fueron otra causa de discrepancias; los escandinavos los utilizaban y se los comían, los ingleses no sabían hacer lo primero y abominaban de lo segundo; apostaron por los caballitos siberianos para su marcha al Polo Sur y así les lució el pelo. Al final se impuso la lógica y los escandinavos, adaptados al medio y con amplia experiencia de supervivencia, fueron los que acabaron por imponerse; hay que hacer notar que en muchas expediciones de diversas nacionalidades figuraba un sustrato sueco, danés, finés o noruego que resultaba imprescindible —como los

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