Agradecimientos
Recientemente entrevisté a uno de los más famosos capitanes de submarino de la marina alemana durante la Segunda Guerra Mundial, y le pregunté qué cualidades eran necesarias para ser comandante de un submarino en acción. Contestó: «La cualidad más importante de un comandante de un submarino durante la guerra era una buena tripulación».
Y mi propia experiencia en televisión confirma que sus palabras se ajustan tanto a la realización de un programa como al lideraje de la tripulación de un submarino. Es por ello que tengo una enorme deuda con varios equipos de producción que he tenido la suerte de liderar a lo largo de los años.
Las personas cuyos trabajos de investigación y periodismo me han ayudado a hacer posible este libro son: Martina Balazova, Tanya Batchelor, Saulius Berzinis, Fumio Kanda, Sally Ann Kleibal, Wanda Koscia, Tomasz Lascia, Karen Liebreich, Tilman Remme, Detlef Siebert, Dominic Sutherland, Frank Stucke, Anna Taborska y Elena Yakoleva. Quiero asegurarme de que la enormidad de su contribución individual a las diversas series de televisión que he producido y dirigido queda suficientemente agradecida, y me congratulo en hacerlo aquí.
Pero durante los últimos veinte años he trabajado también con otros investigadores y asistentes de producción en todo el mundo que han sido también de gran ayuda, y cuyos nombres quiero citar también con gratitud: Ian Affleck, Friederike Albat, Maria Azarianc, Valeri Azarianc, Maria Belyakov, Marcel Joos, Miho Kometani, Marita Kraus, Adam Levy, Michaella Lichenstein, Sue McConachy, Anya Narinskaya, María Razumovskaya, Jon Rees, Stanislav Remizov, Corinna Stuermer, Roksolyana Shumeiko, Taras Shumeiko, Eric Shur, Elena Smolina, Manfred Oldenburg, Hong Quin, Alexandra Umminger, Doris Wong, Jason Wordie y Alicya Zakauskaite.
Nadie ha trabajado conmigo de forma continua durante los últimos veinte años, pero dos de ellos estuvieron cerca de hacerlo. Martin Patmore ha fotografiado a la mayoría de las personas que aparecen en este libro. Ha sido la mejor compañía en nuestros viajes alrededor de todo el mundo. Y Alan Lygo ha sido el director de la mayoría de nuestros programas. Su contribución es muy importante, y de hecho ha hecho las funciones de productor ejecutivo más que de editor. Les estoy enormemente agradecido a los dos, y espero que ellos también consideren que una relación tan estrecha conmigo ha valido la pena.
Si nombrara a todos los cámaras, personal de posproducción, coproductores, secretarias y ejecutivos de televisión implicados en estas dos décadas de trabajo necesitaría varias páginas más. Les doy las gracias a todos ellos. Y mis gracias no son menos sinceras por el hecho de que por cuestiones de espacio no pueda citarlos a todos aquí.
En Ebury Press, Jake Lingwood y Martin Redfern han sido de gran ayuda en este proyecto. Andrew Nurnberg se ha superado en su ayuda a mejorar mi estilo literario. Mi jefe en la BBC, Keith Scholey, me ha dado su generoso permiso para escribir el libro y para utilizar el material de la BBC en su elaboración. Su apoyo ha sido muy valioso.
Un gran número de personas, incluyendo a mi suegro, el profesor Derek Brewer; a mi esposa, Helena, y al profesor sir Ian Kershaw, han leído las pruebas de este libro y les agradezco sus comentarios.
Pero mi mayor agradecimiento es para todas aquellas personas que accedieron a ser entrevistadas y a contestar mis preguntas. Muchos de ellos han muerto en los últimos años desde que los filmamos. Pero la historia que ellos explicaron continúa viva.
Cronología
Cuarta parte
Prisioneros
Durante la Segunda Guerra Mundial hubo más prisioneros que en ningún otro conflicto bélico de la historia, y las experiencias de los que cayeron en manos del enemigo estuvieron también entre las más variadas y heterogéneas que se conocen. Las nueve historias personales de esta sección ponen de manifiesto estos dos puntos y nos permiten ver cómo se comportaban las personas en circunstancias casi imposibles de imaginar. La variedad de trato que recibieron los prisioneros nos aconseja por otro lado que ampliemos el concepto de lo que representa ser apresado. Alexandr Mijailovski cayó prisionero de los alemanes y no vio los muros de ninguna cárcel durante el primer día, pero estaba tan encerrado como Peter Lee, que pasó años entre las alambradas de un campo japonés.
A la luz de estas historias deberíamos replantearnos el significado tradicional de la palabra «prisionero». Por lo general pensamos que se trata de personas a las que se priva de libertad durante un tiempo concreto y que reciben un castigo que siempre se corresponde con el «delito» cometido. Muchas naciones modificaron esta definición durante la guerra, sobre todo Alemania, que trató a sus prisioneros de acuerdo con la ideología nazi. Por ejemplo, los alemanes trataron a sus prisioneros soviéticos mucho peor que a los británicos; de hecho, murieron más de tres millones de prisioneros soviéticos en las instalaciones alemanas. Pero ser judío y caer en manos de los nazis equivalía a enfrentarse a formas de encierro diferentes de las demás. A los judíos se les encerraba en un gueto (como le ocurrió a Estera Frenkiel y a Lucille Eichengreen) o se les enviaba a campos como Treblinka (fue el caso de Samuel Willenberg). Estos lugares tenían algo en común, que eran «provisionales» desde el punto de vista de los nazis. Los judíos podían pasar años encerrados si estaban en un gueto, o minutos si estaban en Treblinka, pero en última instancia los nazis querían lo mismo para todos: el exterminio. Fue una forma de encierro única en la historia.