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José Pablo Feinmann - Siempre nos quedará París

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José Pablo Feinmann Siempre nos quedará París

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No es un libro más sobre cine Ni siquiera es un libro más sobre cine de José - photo 1

No es un libro más sobre cine. Ni siquiera es un libro más sobre cine de José Pablo Feinmann, quien ya escribió Pasiones de celuloide y El cine por asalto. Es que en esta ocasión el autor no se limita a hablarnos de las películas que ama y las que detesta, de los grandes directores y actores, de los mejores guiones y las más bellas musicalizaciones, de los momentos insuperables de la historia del cine. No, en este libro nos habla, apenas, de la condición humana, sólo que lo hace a través del cine. Y entonces nos asomamos a la inmortalidad de la mano de Drácula, a la moral con A la hora señalada, a Dios y la religión con Crímenes y pecados, a los tabúes con Cuéntame tu vida, al sentido de justicia con Batman, al sexo con El cartero llama dos veces, al miedo al diferente con La guerra de los mundos, a la guerra con Apocalypse Now, al nazismo con La caída de los dioses, al rol de los medios con The Truman Show, al capitalismo con Lo que el viento se llevó y a la fase salvaje del capitalismo con Wall Street, a la cuestión del poder no ya con Hamlet sino con El Rey León. Parafraseando a Hitchcock podemos asegurar que este libro es, como el cine, la vida sin las partes aburridas, con la profundidad habitual de Feinmann y un mensaje esperanzador. Porque, ya se sabe «siempre nos quedará París», como Bogart le dice a Bergman en el final de Casablanca.

José Pablo Feinmann Siempre nos quedará París El cine y la condición humana - photo 2

José Pablo Feinmann

Siempre nos quedará París

El cine y la condición humana

ePub r1.0

Titivillus 13.07.15

Título original: Siempre nos quedará París: El cine y la condición humana

José Pablo Feinmann, 2011

Diseño de cubierta: Verónica Feinmann

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

JOSÉ PABLO FEINMANN Buenos Aires 1943 Es licenciado en Filosofía por la - photo 3

JOSÉ PABLO FEINMANN Buenos Aires 1943 Es licenciado en Filosofía por la - photo 4

JOSÉ PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943). Es licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y ha sido docente de esta carrera en esa casa de estudios. Publicó más de treinta libros, que han sido traducidos a varios idiomas. Entre sus ensayos, se cuentan Filosofía y nación (1982), López Rega, la cara oscura de Perón (1987), La creación de lo posible (1988), Ignotos y famosos. Política, posmodernidad y farándula en la nueva Argentina (1994); La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política (1998); Pasiones de celuloide. Ensayos y variedades sobre cine (2000); Escritos imprudentes (2002), La historia desbocada, tomos I y II (2004), Escritos imprudentes II (2005), El cine por asalto (2006), La filosofía y el barro de la historia (2008), Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina, tomos I y II, El Flaco (2010), y Filosofía política del poder mediático (2013). Entre sus novelas: Últimos días de la víctima (1979), Ni el tiro del final (1981), El ejército de ceniza (1986), La astucia de la razón (1990), El cadáver imposible (1992), Los crímenes de Van Gogh (1994), El mandato (2000), La crítica de las armas (2003), La sombra de Heidegger (2005), Timote. Secuestro y muerte del general Aramburu (2009), Carter en New York (2009), Carter en Vietnam (2009) y Días de infancia (2012). Es autor de las piezas teatrales Cuestiones con Ernesto Che Guevara (1999) y Sabor a Freud (2002), y de los guiones cinematográficos de Últimos días de la víctima (1982), Eva Perón (1996), El amor y el espanto (2000) y Ay, Juancito (2004). Su exitoso programa que emite Canal Encuentro, Filosofía aquí y ahora, inició este año su séptima temporada.

Prólogo

Cierto tiempo atrás abrí distraídamente el libro de un célebre filósofo francés que trataba sobre el esquivo arte del cine. No pude evitar una carcajada que sonó escandalosa en medio de una librería exquisita y algo secreta. El señor iniciaba su ensayo remitiendo a un más que hermético texto (breve) de Heidegger que se titula La época de la imagen del mundo. Conozco ese texto desde mis años de estudiante de filosofía y jamás se me había ocurrido relacionarlo con el cine. Me habría parecido una injuria. Una injuria al cine, no a Heidegger. Pero un filósofo francés tiene que cuidar su negocio. Si hay un texto de Heidegger que lleva en su título la palabra imagen ahí va él a sacarle el jugo y a exhibirse como un auténtico filósofo que se acerca al cine desde el pensar del maestro de Alemania.

Sí, se pueden establecer algunos juegos entre lo que Heidegger propone en ese texto (la muerte del sujeto y la muerte de la antropología; es decir, del hombre) con el cine. Sin embargo, el cine está en otro lado. Porque es un arte que —desde que se lanzó a narrar historias: algo que hizo antes que nadie la industria de Hollywood— requiere la presencia de sujetos y de hombres que protagonicen relatos. Por si fuera poco, el cine es un arte de entretenimiento. Es un show. Y Heidegger era un alemán campesino, pesado, que escribió un gran libro (Ser y tiempo) y luego, en su segunda etapa, adhirió al nacionalsocialismo.

El filósofo que mencioné es Gilles Deleuze y tengo otras diferencias con él, pero aquí importa esto: empezar un libro de cine con un ensayo de Heidegger porque habla de «la imagen del mundo» refiriéndose a algo que no tiene nada que ver con el cine sino con la muerte de sus excepcionales protagonistas, los sujetos, los seres humanos, los hombres ocupando la centralidad del relato (algo que, insisto, Heidegger viene a destruir en ese texto) es una jugarreta de un tipo que quiere exhibir que se trata de un filósofo el que ahora se ocupa del pobre cine.

Bueno, yo soy un filósofo y soy un cinéfilo apasionado. Y del cine me gustan muchas cosas. Pero siempre sigo unido a su magia por los deslumbramientos lejanos pero vivos, aún ardientes, de mi infancia. Eso no me ha impedido nunca tomarlo como base de muchas reflexiones acerca de la condición humana. Hay películas que valen por diez libros de filosofía. Incluso imágenes. A veces, una sola imagen.

Por ejemplo, cuando Jules y Jim, luego de largo tiempo sin verse, suben una escalera y recién entonces se miran a los ojos, y Truffaut congela esa imagen un instante apenas para decirnos: «Este momento es eterno, son dos conciencias que se dan mutuo reconocimiento, casi está fuera del tiempo». O cuando Fred Zinnemann eleva su cámara y vemos que Gary Cooper se ha quedado solo en medio del pueblo, desamparado, tal como está el hombre en la Tierra. O cuando la valija llena de billetes de Johnny Clay cae del carrito que lleva los equipajes y todo ese dinero que lo iba a salvar de su destino desdichado vuela por los aires. O cuando Bogart le da sus veinticinco mil dólares a Toro Moreno porque la mafia del box tanto lo había explotado y estafado que hasta le reclamaba ocho dólares. Y mil escenas más. El cine es emoción. Es maravilla. Es, como dijo Hitchcock, «la vida sin las partes aburridas». En suma, hay dos posibilidades en este arte sumatorio (música, vestuario, actuación, cámara, luz, escenografía, edición, etcétera): 1) El cine es la vida sin las partes aburridas; 2) El cine son las partes aburridas sin la vida.

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