Karl Brugger - La Crónica de Akakor
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- Libro:La Crónica de Akakor
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1976
- Índice:4 / 5
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La Crónica de Akakor: resumen, descripción y anotación
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La Crónica de Akakor forma parte de los mitos y leyendas de una de las civilizaciones más primitivas de la Tierra. Si hasta la fecha ha permanecido totalmente desconocida, se debe a las características especiales del relato y al completo aislamiento de los pueblos cuya historia refiere.
Los últimos descubrimientos originados por la sistemática invasión de la Amazonia corroboran el relato del cacique Tatunca Nara sobre su pueblo, dando así crédito a algo que ya no puede seguir siendo ignorado.
Karl Brugger
ePub r1.1
totem 25.01.17
Título original: Die Chronik von Akakor
Karl Brugger, 1976
Traducción: Traductores Diorki
Editor digital: totem
ePub base r1.2
Karl Brugger (1942, Múnich, Alemania - 3 de enero de 1984, Río de Janeiro, Brasil) fue un reportero y escritor de origen alemán con estudios en Sociología e Historia, que además trabajó como colaborador para la ARD, un canal público de televisión de Alemania.
Convertido en un experto estudioso de las culturas nativas americanas, y luego de varias expediciones a las selvas del Brasil, Brugger se hizo mundialmente conocido por su libro «Las Crónicas de Akakor», editado en 1976, en el que narra la supuesta existencia de una ciudad perdida en las selvas del Amazonas llamada Akakor.
Fue muerto por un desconocido quien le disparó cuando paseaba por las playas de Ipanema, en Brasil. Se denunció que en los días posteriores a su muerte, el consulado alemán entró a su departamento y se llevó toda la documentación privada del periodista. Su asesino, y los motivos de éste para tal acción, nunca fueron conocidos.
[1] Los años entre paréntesis son «según el calendario de los Blancos Bárbaros» o cristianos. (N. del E.)
[2] Es decir, con los indios norteamericanos. (N. del E.)
[3] Debe darse por supuesto que el pueblo de Tatunca Nara nada sabía sobre Hitler y el Tercer Reich, y que por tanto aceptó agradecido su ayuda. (N. del E.)
[4] Aunque los Ugha Mongulala tendrían que haber sido considerados como arios, eran sin embargo «indios blancos» y los descendientes de los Dioses que habían vivido sobre la Tierra. (N. del E.)
La Amazonia comienza en Santa María de Belém, a 120 kilómetros de las costas del Atlántico. En el año 1616, cuando doscientos soldados portugueses bajo el mando de Francisco Castello Branco tomaron posesión de este territorio en nombre de Su Majestad el rey de Portugal y España, su cronista lo describió como un fragmento de tierra pacífico y acogedor con árboles gigantescos. Hoy, Belém es una inmensa ciudad con rascacielos, embotellamientos de tráfico y una población de 633 000 habitantes. Constituye el punto de partida de la civilización blanca en su conquista de los bosques vírgenes de la Amazonia. Durante cuatrocientos años, ha logrado conservar las huellas de su heroico y místico pasado. Ruinosos palacios de estilo colonial y casas de azulejos con enormes portales de hierro dan testimonio de una época notable en la que el descubrimiento del proceso de vulcanización del caucho elevó a Belém al rango de una metrópoli europea. El mercado de dos plantas del puerto se remonta asimismo a aquel período, y en él puede adquirirse todo tipo de cosas: pescado procedente del río Amazonas o del océano; frutas tropicales de dulcísimos olores; hierbas, raíces, bulbos y flores medicinales; dientes de cocodrilo a los que se cree poseedores de propiedades afrodisíacas, y rosarios de terracota.
Santa María de Belém es una ciudad de contrastes. Ruidosas calles comerciales en el centro, pero el mundo de la jungla de la isla Marajó —en un tiempo habitada por una de las grandes civilizaciones que intentaron conquistar la Amazonia— está tan sólo a dos horas de viaje río arriba, en la orilla opuesta. Según la historia tradicional, los marajoaras llegaron a la isla hacia el año 1100 d. de C., cuando su civilización se encontraba en su momento culminante, mas cuando los exploradores europeos arribaron, el pueblo ya había desaparecido. Lo único que quedan son hermosas cerámicas, estilizadas figuras que claramente expresan tristeza, alegría, sueños. Parecen querer decirnos una historia, pero ¿cuál?
Hasta llegar a la isla Marajó, el Amazonas es una laberíntica red de canales, afluentes y lagunas. El río recorre una distancia de 6000 kilómetros: nace en el Perú y se precipita por los rápidos de Colombia, cambiando su nombre en cada país por el que atraviesa: de Apurímac a Ucayali y Marañón, de Marañón a Solimoes. Desde la isla Marajó hasta su desembocadura, el Amazonas lleva más agua que ningún otro río del mundo.
Una gran lancha motora, el único medio de transporte en la Amazonia, tarda tres días en llegar desde Belém hasta Santarém, el poblado de importancia más próximo. Resultaría imposible comprender el gran río sin haber viajado en estas lanchas motoras que incorporan la noción amazónica del tiempo, de la vida y de la distancia. Río abajo pueden recorrerse 150 kilómetros por día (no por hora); en estos botes el tiempo se consume comiendo, bebiendo, soñando y amando.
Santarém está situada en la orilla derecha del Amazonas, en la desembocadura del río Tapajoz. Su población de 350 000 habitantes pasa por una época de fortuna, pues la ciudad es la terminal de la Transamazónica y atrae a buscadores de oro, contrabandistas y aventureros. Aquí floreció una de las más antiguas civilizaciones amazónicas, el pueblo de los Tapajoz, probablemente la tribu más numerosa de indios de la jungla. El historiador Heriarte afirmaba que, cuando era necesario, la tribu podía reunir hasta 50 000 arqueros para una batalla. Sea o no una exageración, los Tapajoz eran lo suficientemente numerosos para abastecer a los mercados portugueses de esclavos durante ochenta años. Esta orgullosa y antigua tribu no ha dejado nada detrás de sí, salvo especímenes arqueológicos y el río que lleva su nombre.
En el recorrido que va desde Santarém hasta Manaus nos salen al paso ríos, ciudades y leyendas del mundo amazónico. Parece ser que el aventurero español Francisco de Orellana luchó contra las amazonas en la desembocadura del río Nhamunda. El lago Iacy, el Espejo de la Luna, queda en la orilla derecha del río, cerca del poblado de Faro. Según la leyenda, en la luna llena las amazonas se descolgaban desde las montañas cercanas hasta el lago para encontrarse con sus amantes, que las aguardaban. Sumergían en el lago unas extrañas piedras que, bajo el agua, podían amasarse como el pan, pero que en tierra firme eran rígidas y compactas. Las amazonas denominaban a estas rocas Muiraquita y se las regalaban a sus amantes. Los científicos consideran a estas piedras como milagros arqueológicos: son duras como el diamante y están modeladas artificialmente, aunque se ha demostrado que los Tapajoz carecían de herramientas para trabajar este tipo de material.
El auténtico Amazonas comienza en la confluencia del Solimoes y el Negro. Un bote tarda veinte minutos en alcanzar Manaus, ya que no existen comunicaciones por carretera. Aquí fue donde conocí a Tatunca Nara. La fecha: 3 de marzo de 1972. M., al mando en Manaus del contingente brasileño en la jungla, facilitó el encuentro. Fue en el bar
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