Karl Kraus - Apocalipsis
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- Libro:Apocalipsis
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2014
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Apocalipsis: resumen, descripción y anotación
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1924
Que conocí con toda su grandeza, y que será nuevamente grande cuando toda la pobreza espiritual que aún le queda se subleve sacrificando a la locura, y cuando el siguiente indicio corresponda al recuerdo del comienzo de sus días heroicos: «la espantosa sinfonía de los delitos, y la producción de reportes que acusan delitos». Dicha sinfonía se mantuvo durante cuatro peligrosos años, con la estruendosa voz de cuatro animales apocalípticos, y la palabra no fue capaz de hacerla inaudible. Ocurrió lo inimaginable, por eso mismo tuvo que ocurrir. Pero cuando todo comenzó, la lengua, subordinada a la desgracia, pudo decir lo indecible. Y por lo tanto, en noviembre de 1914 dije frente a los lectores y al público, que vivíamos en una gran época «en la abundancia de una carencia de fantasía, en una gran época en la que el ser humano muere de la necesidad de hambre espiritual, y sin sentir que se trata de hambre espiritual, en una gran época, en la que la pluma se moja con sangre y las espadas se sumergen en la tinta» tuvo que «hacerse lo impensable», que es «lo impronunciable». Con esto había dicho mucho más de lo que otros callan; poetas, que sólo hicieron retumbar las voces de comando de la bestia suelta y no los gritos agonizantes de la criatura entregada a su suerte. Yo sentí, de acuerdo con el mandato y con la indemnización, que esto ocurría por una comunidad inútil que usa cuerpos vivos como abono y estupidiza la comprensión en vida. Y que por haber sido librada al azar misericordioso de las granadas, ese que los mentirosos denominaron muerte heroica, ser llamada al campo de la infamia en el Más Allá no puede ser bajo ningún punto de vista peor que el Más Acá de la madre patria, no se priva de las relaciones iniciales con la misión del asesinato masivo? Y por qué las conservan los camaleones de la humanidad fraudulenta, cuya actividad tenía el objetivo de llevar personas bajo tierra, tergiversar la palabra de Dios, todo realizado para promover el mal del que ellos supuestamente no podían defenderse, y darle al Káiser lo que es Dios y su bendición para valerse de las más refinadas posibilidades que ha inventado la ciencia para acabar con sus criaturas. Si ya no se reciben saludos, ¿para qué llevar puesto el sombrero? ¿Puede prevalecer alguna conexión entre este mundo y la raza humana, sea el mundo sagrado o el natural, luego de la deshonra a través de actos miserables como esta Guerra Mundial? ¿Podría haber un impulso aun más fuerte que el de sacarse de encima la esclavitud de las formas de fe como el comportamiento de la clerecía en los años del acoso más pesado sobre las almas? Respecto de la jurisprudencia y la medicina de la Guerra Mundial, aparentemente el recuerdo más vergonzoso sólo pudo devenir la bajeza del suplente: la prostitución de la teología por la gloria de la carnicería humana fue una posibilidad que conmovió al ser. En verdad, este clericato ha replegado las manos que había sumergido en sangre. «¡Escúchenme!», llamó el crucificado al campo de batalla en Saarburg, su cruz había sido destrozada por una granada. Pero aún se contuvo y no se dirigió a la tierra. Pues allí lo habrían cazado quienes usufructúan con la muerte, los comerciantes y los cambistas del templo. Allí sus sacerdotes bendijeron las armas, una de ellas le había roto la cruz. Pero aún estaba ileso y extendió los brazos hacia arriba, como si no quisiera creer y conjurar el mundo, y quisiera abrazar al mundo, pese a todo lo que le hizo a su corazón. Entonces, cuando lo vieron y oyeron, creyeron en un milagro, pero no temieron ni lo escucharon, sino que lo volvieron a clavar en la cruz una vez más, así podía mirar tranquilo la matanza. Y entonces ocurrió que Cristo murió en la cruz. Pero no por la cruz, sino por una granada que dejó ilesa la cruz pero le desmembró el cuerpo. Cayó en Francia. Si fue un obispo auxiliar francés o alemán el que bendijo el mortero, en todo caso fue llevado a cabo. ¡Y los seres humanos que sobrevivieron esta guerra, también quieren olvidarlo a él! Agradecidos sólo quieren mantener en consideración todo el mal que los impulsó y promovió. A través de nada de lo que en el Reich era el reconocimiento por su propia misericordia, los seres humanos —que sólo precisaban tener los ojos abiertos y extender la mano hacia el amor— se indemnizaron por los daños de la guerra. Pues sólo hacen lo que les ordenan, no lo que deberían hacer por motu proprio, y se escapan de la obligación de libertad hacia la esclavitud. No tuvo lugar ningún festejo en el que la paz fuera bendecida como restitución del honor del ser humano, y tampoco lo más hermoso: que las masas abandonen a la Iglesia por Dios.
Una reflexión contemporánea
Paul Scheerbart
Hace ya un año atrás el conde Zeppelin explicó en Kölln que la nave aérea militar traída a esta ciudad es un instrumento de guerra y que, ante todo, sirve a la capacidad defensiva de nuestros ejércitos. «En qué medida», dijo, «lo enseñará el tiempo. Tengo, por lo tanto, la satisfacción de que mi obra valdrá simultáneamente para fortalecer al ejército y servir a la paz».
Que la obra del conde Zeppelin servirá a la paz no se pondrá en duda. Pero servirá de un modo completamente diferente al que se piensa: la nave aérea dirigible, de ningún modo desarrolla la capacidad defensiva de nuestro ejército. No aumentará su fuerza.
Hoy podemos comprender en qué medida participa el dirigible en el desarrollo militar. El énfasis en lo que el tiempo puede enseñar, en cómo todo se desarrolla, debe ser puesto en contradicción. Y si reflexionamos consecuentemente al respecto, lo podemos ver claramente ante nosotros.
Como instrumento de guerra, el dirigible es la cosa más simple de este mundo. Será cargado con dinamita y la dinamita será arrojada por la noche sobre las fortalezas, ciudades y barcos de guerra del enemigo. La ciencia bélica experimenta una enorme simplificación. Es por este motivo que hoy en día el Ministerio de Guerra de Berlín se muestra tan curiosamente apático frente al conde Zeppelin.
Las decisiones de la Conferencia de la Haya no cambiarán en relación a este punto. Para ellos todas las consideraciones éticas y morales son absolutamente indiferentes, aun si los seres humanos afirman encontrarse ante un peligro mortal.
Los dirigibles no tendrían fin bélico si no fueran cargados con los mejores explosivos.
El pensamiento de que en dos o tres años tendremos cientos de dirigibles, ya no puede ser tomado como fantasioso; los dirigibles estarán ahí por centenares y, en cualquiera de los casos, también los Drachenflieger. Para el militarismo esto no significa un refuerzo, sino el caso contrario.
Por consiguiente, los comandantes de nuestros grandes ejércitos deben tener en claro que desde el nuevo instrumento bélico se están repensando todos los anteriores.
Una fortaleza militar es rápidamente destruida por un dirigible. Una flota tampoco puede defenderse. Cuarteles, provisiones de dinamita y tropas son fácilmente barridos por el dirigible —tan fácilmente que la razón de existir de todas las organizaciones militares que aún permanecen sobre la superficie terrestre deben ser enérgicamente impugnadas—; ante una flota aérea están entregados y por lo tanto, debe ponerse de relieve su pronta disolución… Esto ya lo dije por lo menos cinco mil veces…
El especialista militar sencillamente se negará a poner en cuestión la pregunta por la disolución de los viejos ejércitos y flotas. Considerará el asunto como una aventura que tendría que explicar como si se tratase de un mal chiste. Sin embargo, tan pronto como se haya producido el primer centenar de Zeppelin, el especialista se encontrará excluido de la cuestión, también la pregunta por la disolución de las viejas organizaciones militares ya que de hecho, sólo se trata de una pregunta de tiempo.
Por consiguiente los Zeppelin no tienen que proporcionar mayor capacidad defensiva a nuestro ejército. Las observaciones del conde Zeppelin han anulado todo motivo. Ahora son tratados el dirigible, los
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