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Karl Schlögel - Terror y utopía

Aquí puedes leer online Karl Schlögel - Terror y utopía texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2008, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Karl Schlögel Terror y utopía
  • Libro:
    Terror y utopía
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2008
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Terror y utopía: resumen, descripción y anotación

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PRÓLOGO

D esde mi primer encuentro con el mundo ruso-soviético tuve claro que algún día escribiría este libro. En realidad, lo tuve claro desde que empecé a pensar en términos políticos. No es posible hablar de la Rusia del siglo XX y de la actual Rusia postsoviética sin ocuparse de ese punto de inflexión que marca el año 1937. En todos los temas sobre los que han tratado mis trabajos hasta el momento —San Petersburgo como laboratorio de la modernidad; la experiencia del exilio ruso en el Berlín de entreguerras; el renacimiento de Rusia y el fin de la Unión Soviética—, de algún modo, en algún momento, las líneas conducían siempre forzosamente hacia ese lugar y esa época en que se produjo una ruptura radical e irreversible: la década de 1930 del siglo XX.

Iba todavía a la escuela cuando, a principios de la década de 1960, escuché a Yevgueni Yevtushenko recitar el poema «Los herederos de Stalin». A pesar de que aún no se conocía toda la historia, había en aquellos versos algo inquietante, ominoso y siniestro, algo que no debía repetirse jamás, una catástrofe que se había cernido sobre un país y sobre un pueblo. Esta idea se repitió a lo largo de los años, se convirtió en un leitmotiv. Entre mi posterior círculo de conocidos en Moscú no había nadie cuya familia no tuviera alguna víctima que lamentar: familiares desaparecidos, niños que ni siquiera sabían dónde y cuándo habían sido fusilados sus padres, familias dispersadas por toda la Unión Soviética durante aquellos años. En todas partes podía verse el rastro de la violencia, del infortunio, de la arbitrariedad. No obstante, no hubo, hasta el final de la Unión Soviética, ningún monumento que recordara a esos muertos y que hiciera público aquel trauma colectivo.

Ni en Alemania Occidental ni en Berlín Occidental, donde empecé a estudiar, podía hablarse de falta de información o de que el tema estuviera silenciado. Mucho antes del monumental «intento de superación por medio del arte» emprendido por Aleksandr Solzhenitsyn en su Archipiélago Gulag, había otras grandes narraciones de aquel hecho: piénsese, por ejemplo, en el relato de Alexander Weissberg-Cybulski sobre su odisea a través de las prisiones estalinistas, en la versión de Arthur Koestler sobre la conmoción que produjeron los procesos públicos moscovitas en su novela El cero y el infinito o en las estremecedoras memorias de Yevguenia Guinzburg y Nadiezhda Mandelstam. En 1969, también había aparecido el ensayo de Robert Conquest sobre el Gran Terror, al que le siguió, muy poco después, la historia del estalinismo de Roy Medvédev desde una perspectiva interna.

No obstante, a esa catástrofe histórica, a las tragedias humanas de la Unión Soviética en la década de 1930 jamás se les concedió la atención y el interés que cabría esperar de una opinión pública que había estado expuesta al horror de los crímenes nacionalsocialistas. Predominaba, en ese sentido, una curiosa asimetría. A un mundo que había grabado en su memoria nombres como los de Dachau, Buchenwald y Auschwitz se le hacía difícil tratar con nombres como los de Vorkutá, Kolymá o Magadán. Se había leído a Primo Levi, pero no a Varlam Shalámov. Fue así como las víctimas de Stalin sufrieron una segunda muerte, esta vez en la memoria. Desaparecieron tras la sombra de aquellos crímenes del siglo perpetrados por los nazis, se volvieron invisibles tras la cifra elevadísima de víctimas de la «Gran Guerra Patria ». Luego quedaron abandonados en el camino, en medio de los ajustes de cuentas ideológicos de la guerra fría, en los que no podía darse crédito a algo cuando el aplauso venía del lado contrario, y cuando el consenso antitotalitario rápidamente orquestado contra el comunismo después de 1945 hacía olvidar, muy a menudo, que aún no se había avanzado demasiado en el esclarecimiento del propio pasado totalitario. Las víctimas de ese otro desmoronamiento de la civilización desaparecieron de un modo definitivo tras el muro de silencio que la división de Europa erigió durante medio siglo. De este modo, en cuanto salía a colación la cuestión de las víctimas de la dictadura de Stalin las complejas racionalizaciones conducían a una curiosa falta de interés e incluso a la indiferencia.

Pero Moscú en 1937 es un escenario de la historia de Europa. Moscú no está en cualquier parte, sino en un punto de fractura de la civilización europea. Los muertos de 1937 son contemporáneos de un «siglo de extremos» que traspasó todos los límites. Por tal razón, Moscú en 1937 debería formar parte de nuestras reflexiones cuando nos preguntamos sobre qué fue el siglo XX para Europa.

Esto, a lo sumo, se ha puesto claramente de manifiesto desde el fin de la Unión Soviética, un final acompañado por una lucha elemental dedicada al autoexamen y a la recuperación de la memoria histórica. Por primera vez fue descrita la topografía del terror soviético, por primera vez se publicaron los nombres y los retratos de los hasta entonces innombrables, y se erigieron monumentos en su honor. Falta todavía mucho para que este proceso acabe, y sólo llegará a feliz término cuando la Lubianka, ese símbolo de desprecio infinito por el ser humano, de violencia asesina, situado en el mismo centro de Moscú, se transforme, un día no muy lejano, en un museo y en un lugar de conmemoración.

Este libro, si se tiene en cuenta el inabarcable torrente de bibliografía, de memorias e investigaciones recientes, llega con tardanza. Sin embargo, tal vez llegue, al mismo tiempo, demasiado temprano si recordamos que supone el esclarecimiento de uno de los momentos más desconcertantes de la historia europea reciente. En mi caso, el hecho de que haya tardado tanto no se debe a ninguna inhibición intelectual, sino a la desolación ante un acontecimiento histórico en el que parecen esfumarse todas las diferenciaciones simples y las relaciones causales. Nunca antes había sentido con más fuerza el carácter inapropiado del lenguaje como en el tiempo que pasé actualizando los monstruosos acontecimientos de esa época. Jamás tuve tanta conciencia de los límites del discurso histórico como cuando intentaba reunir en un relato simultáneo las experiencias extremas del terror y la utopía. Pero tal vez siempre sea preciso enmudecer antes de abordar la labor de actualización de la memoria.

KARL SCHLÖGEL

Berlín, primavera de 2008

Karl Schlögel Allgäu 1948 es profesor de Historia de Europa del Este en la - photo 1

Karl Schlögel (Allgäu, 1948) es profesor de Historia de Europa del Este en la Universidad Europea de Viadrina (Frankfurt del Oder) desde 1994 y autor de diversas obras sobre la historia de Rusia. En las décadas de 1970 y 1980 fue traductor, periodista e investigador académico. Terror y utopia recibió en 2012 el Premio de Leipzig para el Entendimiento Europeo.

Para Anta, nuestra moscovita,

y para los valientes de «Memorial»

Título original: Terror und Traum

Karl Schlögel, 2008

Traducción: José Aníbal Campos

Editor digital: Titivillus

ePub base r2.1

Notas 1 En castellano el subtítulo acuñado para el libro de Solzhenitsyn es - photo 2
Notas

[1] En castellano, el subtítulo acuñado para el libro de Solzhenitsyn es Ensayo de investigación literaria, pero hemos preferido traducir la más elocuente versión alemana: Versuch einerkünstlerichenBewältigung. (N. del T.).

1937 es un año de terribles paradojas para la ciudad de Moscú: el fabuloso desarrollo urbanístico de la ciudad, que se materializa en la construcción del nuevo metro, el Canal de Moscú, los rascacielos y la efervescencia cultural, convive con la muerte de un millón y medio de personas, la falta de privacidad, la delación y los falsos juicios, que sumieron a los ciudadanos en lo que se ha denominado el «Gran Terror».

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