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John Steinbeck - Bombas fuera

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John Steinbeck Bombas fuera
  • Libro:
    Bombas fuera
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    ePubLibre
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    1942
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Bombas fuera: resumen, descripción y anotación

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El artillero

El artillero

L os artilleros de la Fuerza Aérea del Ejército de Estados Unidos pasarán a los anales de nuestra historia militar por sus proverbiales porfía, versatilidad y valor. El artillero aéreo de un bombardero debe ser hombre menudo, porque las torretas y la sección de cola donde ocupa su puesto son espacios reducidos. Los jinetes del Pony Express conformaron, que sepamos, el único grupo comparable al que nos ocupa. Aquellos jinetes también tenían que ser menudos a fin de poder transportar más correo y, al tiempo, proteger a sus caballos. El artillero aéreo por excelencia es un joven delgado, de baja estatura y enjuto, de constitución nervuda, puntería infalible y nervios de acero. Su oficio es uno de los pocos en este mundo donde un buen peso ligero vale más que un buen peso pesado.

Sentado en la torreta de un bombardero, con las manos sobre los controles de su torreta y el gatillo de sus dos ametralladoras de calibre 50, el artillero es más grande que cualesquiera de sus objetivos. El general Arnold se refiere en Winged Warfare a la artillería aérea en los siguientes términos: «Es esta una especialidad estrictamente militar. No hay equivalente civil. Atrae al soldado de la vieja escuela que disfruta con el tacto del gatillo en el dedo y a quien le gusta sentir el poder y el efecto del silbido de la bala de la ametralladora y el terso funcionamiento de la ametralladora o el cañón».

«El artillero es un miembro de la tripulación de combate de multitud de cazas y aviones de observación y de reconocimiento, y resulta de particular relevancia en toda clase de bombardeos, ligeros, medianos o pesados. Algunos artilleros manejan armas de calibre 30 o de calibre 50, cada una de las cuales dispara más de seiscientas balas por minuto. Otros operan ametralladoras de 20 mm y 37 mm, más lentas, pero con mayor retroceso. Sobre los hombros de estos especialistas del aire recae la seguridad del avión mientras este surca el aire en zonas infestadas de hostiles perseguidores. En combate, la destreza, templanza y valor del artillero determinan la seguridad del bombardero pesado y pueden proporcionar el único medio de salvaguardar de la destrucción a este aparato de un cuarto de millón de dólares y a su valioso cargamento humano, y garantizar el cumplimiento de su misión».

Oficial de bombardeo carga la ametralladora en el morro de un bombardero El - photo 1

Oficial de bombardeo carga la ametralladora en el morro de un bombardero

El hombre menudo tiene otras ventajas aparte de su capacidad de encajar cómodamente en la torreta. Un hombre menudo suele ser más rápido que un hombre corpulento. En el cuadrilátero, un peso gallo se mueve con mayor rapidez que un peso pesado, si bien rara vez logra un peso ligero noquear a un peso pesado en ese mismo cuadrilátero. En el bombardero, con las ametralladoras de calibre 50 en sus manos, el peso ligero no acusa ese inconveniente. Puede abatir cualquier cosa que vuele, sea grande o pequeña. Al igual que el jinete del Pony Express, sobre sus manos gravita una alta responsabilidad. Dicen que, en el bombardero, el puesto del artillero es defensivo, y cierto es que el artillero rara vez toma la iniciativa del ataque, pero difícilmente podría calificarse como acción defensiva el derribo de cazas Zero en el aire. Tal vez hace mayor honor a la verdad decir que el artillero ataca a la defensiva.

En nuestra joven Fuerza Aérea, el artillero aéreo ya se ha convertido en una figura legendaria. Las historias que sobre él se cuentan son muy numerosas. La más reciente de ellas se refiere al artillero de cola que no informó sobre el derribo de tres aviones japoneses porque no había recibido órdenes de abrir fuego.

Resulta curioso cómo la tradición íntimamente asociada a un puesto se apodera de un hombre y lo moldea. El artillero ideal, como ya se ha dicho, es un hombre menudo y fibroso de sangre fría. Los artilleros constituyen probablemente el grupo más fanfarrón de todo el Ejército. Siempre están alerta y no se andan, ni les anda nadie, con tonterías. Son oficiales no graduados. Cobran extra, pero lo cierto es que su posición y categoría en el seno de la Fuerza Aérea poco tienen que ver con los galones o el sueldo. El respeto que infunden y su carácter indispensable están fuera de toda proporción en relación con su categoría militar. Son los verdugos del aire.

Enseguida toman conciencia de su importancia en el servicio y llevan su - photo 2

Enseguida toman conciencia de su importancia en el servicio, y llevan su importancia con dignidad. Son gente impasible, fanfarrona y eficiente, y no es buena idea jugar con un hombrecito que luzca la insignia del artillero aéreo. Se le ha escogido por su templanza, velocidad y puntería, y también por su espíritu. Es el aguijón en la cola del bombardero de largo alcance. Una tripulación que cuente con buenos artilleros se siente muy afortunada. Qué duda cabe que todos los miembros de la tripulación de un bombardero han sido adiestrados para manejar las ametralladoras, pero el artillero es el verdadero experto. La ya larga ristra de cazas japoneses maltrechos es una prueba de su eficiencia y, aunque su sentido de la disciplina es estricto, en vuelo y en combate, la seguridad del gran aeroplano depende de su buen juicio y de su puntería.

El artillero aéreo emergerá de esta guerra con una reputación comparable a la del Ranger de Texas, salvo por esta excepción: él será el buen peso ligero que es mejor que el buen peso pesado. Como ocurre con otros miembros de la tripulación del bombardero, se ha podido comprobar que los estadounidenses, junto con la tradición estadounidense, son particularmente aptos para convertirse en buenos artilleros.

El jefe de ala C. E. Beamish de la Royal Air Force en Harlingen como oficial de enlace entre las fuerzas aéreas británica y estadounidense, en adiestramiento de artillería, ha dicho sobre la excelencia de los artilleros estadounidenses: «En Estados Unidos, el muchacho medio ya ha disparado un arma con anterioridad. Ha empleado un arma en un montón de ocasiones en comparación con el muchacho inglés».

El uso previo de cualquier clase de arma contribuye al desarrollo de un artillero. Los niños con escopetas de aire comprimido están desarrollando la puntería del artillero, cierto sentido del seguimiento y la trayectoria, la técnica casi instintiva de la artillería. Ni toda la sabiduría ni toda la lectura del mundo pueden suplantar a la práctica.

En la Fuerza Aérea están los mejores tiradores al plato del mundo ejerciendo como instructores de artillería. Estos excepcionales tiradores coinciden en afirmar que un arma es un arma; que un muchacho capaz de dar en el blanco en un campo de tiro al plato puede derribar un Messerschmitt en el aire. Y casi todos los chicos de Norteamérica poseen una sensibilidad especial para las armas patrocinada por la tradición norteamericana y desarrollada por los juguetes que disparan flechas de punta de goma, pasando por las escopetas de aire comprimido, y de ahí a los rifles de calibre 22 y las escopetas. Los muchachos con semejante entrenamiento tienen madera para convertirse en excelentes artilleros aéreos. Conocen los conceptos básicos de la artillería antes de empezar a trabajar con una ametralladora de montaje flexible. A un muchacho así no hace falta enseñarle que no se dispara a un avión en movimiento a bocajarro. Él ya ha aprendido a seguir un blanco en movimiento a base de cazar patos y codornices. Conoce los principios de puntería y desviación y trayectoria, pero no es consciente de ello porque los aprendió con un rifle del calibre 22 tiro a tiro disparando a ardillas terrestres a distancia.

No es ni mucho menos un signo de ostentación afirmar que somos una nación de artilleros. Es un hecho harto demostrado por la velocidad con la que las academias de artillería adiestran artilleros aéreos y por la puntería mortal de dichos artilleros. Contamos ya entre nuestros artilleros con auténticos Paul Bunyans y habrá más. Pocas cosas hay en la faz de la tierra comparables a un artillero aéreo norteamericano, y es que este es un descendiente natural del cazador de Kentucky y del guerrero indio del Oeste. Con la sangre del hombre de la frontera corriendo por sus venas y una nueva arma en sus manos, el muchacho norteamericano se limita a cambiar el objeto de su cacería. En lugar de perseguir Sioux o Apaches, o búfalos y antílopes, sus nuevos objetivos son Zeros o Heinkels, Stukas o Messerschmitts. El arma viene a ser más o menos la misma que emplearan su padre y su abuelo. Dispara balas más grandes más deprisa y más lejos y con mayor rapidez. Puede ser que su proyectil perfore un blindaje, pero cañón, ojo humano y espíritu no han cambiado mucho desde su creación.

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